"Tener un nº 1 hizo descarrilar mi carrera", "El negocio de la industria musical no difiere en nada del de la prostitución", "Soy una punk, no una estrella del pop", "Nadie más que yo decidía mi destino"... Cada frase de la autobiografía de Sinéad O'Connor, Remembranzas. Escenas de una vida complicada (Libros del Kultrum), es una sentencia. La controvertida intérprete de Nothing compare 2 U o Mandinka tira de sinceridad y firma un libro revelador en el que pone al descubierto una historia de resiliencia ante los problemas mentales y maltratos, marcada por la resistencia y el afán de superación y libertad individual.

De título revelador y traducido por Iñigo García Ureta, la autobiografía resume su vida musical y personal en algo más de 300 páginas, en las que pasa revista, de forma íntima, sincera y asumiendo errores, a una carrera controvertida marcada por los malos tratos familiares en la infancia, los problemas mentales, su corte de mangas al éxito masivo tras romper una foto del Papa en televisión, su vida como madre y abuela, su conversión reciente al Islam y su propósito de regreso este año con canciones nuevas.

El libro se inicia como "un diario" de su niñez y juventud, en Dublín, con el gran peso que tuvo su familia en su conflictiva carrera. Nacida en 1966, la separación de sus progenitores y los problemas mentales de su madre marcaron su niñez y adolescencia, en las que vivió malos tratos familiares, problemas mentales que se agudizaron con un accidente (fue golpeada por la puerta de un tren en la cabeza), su cleptomanía y el paso por un reformatorio. "No me gusta la realidad, busco es que las canciones me transporten a otro mundo", escribe la irlandesa, que se evadía con Elvis, Bowie, The Impressions, los Zeppelin, Sex Pistols, Lou Reed, Barbra Streisand, The Beatles y su ídolo, Dylan. Y así, "amando la música más que ninguna otra cosa en el mundo", renegando de la educación pero no de los poemas de Yeats, y alternando diferentes trabajos y robos en ellos, pasó por el grupo Ton Ton Macoute antes de lograr un contrato tras grabar una maqueta con Karl Wallinger (The Waterboys) y establecerse en Londres.

El libro repasa de manera extensa su discografía, que remite de manera recurrente a la muerte y a su madre, y que se inició con The lion and the cobra, con 18 años, embarazada de su primogénito (la discográfica le pidió que abortara) y con la cabeza rapada para "ser yo misma y decidir mi propio destino e imagen" tras las presiones para que vistiera con minifalda, anillos y pendientes. Con I do not want what I haven't got, su segundo disco, en 1990, logró un nº 1 en todo el mundo con su versión de Nothing compares 2 U, de Prince, a quien dedica un capítulo digno de película de terror, con intentos de agresión incluidos.

Y a su conflictiva personalidad se le sumaron las imposiciones de la industria, dominada por hombres y que ella compara con el mundo de la prostitución. Vivió un año complicado y le llovieron las nominaciones a los Grammy, a los que no acudió y rechazó el correspondiente a la Mejor Interpretación de Música Alternativa porque, según escribe, "la música no debe ser una competición". "Gané mucho dinero para hombres a los que le importaba una mierda lo que cantaba. Creían que estaba más guapa con la boca cerrada", escribe Sinéad, que reconoce que "perdí la cabeza".

"Hago canción protesta, soy punk, no una cantante pop", escribe. Lo confirmó con el incidente que cambió su vida en el programa Saturday Night Live, el 3 de octubre de 1992. Ante una audiencia millonaria, denunció el maltrato infantil y rompió la foto de Juan Pablo II que tenía su madre en la pared del dormitorio, porque "representaba las falsedades, mentiras y abusos" de la cúpula católica. Y lo hizo interpretando a capella War, de Bob Marley. La tildaron de loca y se convirtió en una apestada, pero asegura que la acción la devolvió a "honrar el contrato con Dios antes de firmar otro con la industria musical".

Sinéad, que escribe "desde el dolor", analiza sus discos en el libro, destacando Theology, con letras sacadas de las Antiguas Escrituras y "el único que me llevaría a la tumba"; se sincera sobre las drogas ("la hierba es mi debilidad") y hace pasear ante nosotros a una galería de famosos. Habla maravillas del cantante de INXXS, Lou Reed, Mohamed Alí, Shane McGowan y Donal Lunny, el padre uno de sus hijos y músico de Plantxy y The Bothy Band. No tanto de Anthony Kiedes (RHCP), Dylan (no la apoyó tras el problema con la foto), Peter Gabriel (fue su pareja "de fines de semana") o el "enfermo mental" de Donald Trump.

El tramo final del libro, que viaja de la pelea por la custodia de sus dos últimos hijos a superar un intento de suicidio, una operación de ovarios y una crisis nerviosa, se acerca a un presente en el que se muestra como una resistente orgullosa que planea volver a la música tras convertirse al Islam y trabajar como voluntaria en apoyo a soldados veteranos enfermos y sin familia. En plena pandemia, Sinéad, que se define como una persona "más loca que una cabra"; compagina la grabación de un nuevo disco con la obtención del título de auxiliar de enfermería, para ayudar a los demás en "el comienzo de un nuevo mundo; tal vez el de uno mejor", concluye esperanzada.