DE TODO A NADA - No hay nada más líquido que el liderazgo político. Hace apenas cuatro meses, Pablo Casado Blanco salió bajo palio de la convención del PP en Valencia con el respaldo del noventa y mucho por ciento de los barones territoriales. Hasta la discolísima lideresa parecía haber entrado en cintura proclamando, con la cabeza gacha, que a ella le bastaba y le sobraba con Madrid. Las portadas y los editoriales de la prensa diestra anunciaban orgásmicamente el principio del fin del socialcomunismo sanchista. Y miren hoy. Ante la ventanilla imaginaria de Génova, 13 hay colas kilométricas de cargazos, cargos y carguetes presentando su dimisión. En prácticamente todos los casos, los presurosos prófugos del barco que se hunde se adornan con un aguijonazo al mismo tipo por el que hasta hace nada mostraban una sumisión perruna. En el minuto en que tecleo, todas y cada una de las ejecutivas autonómicas -con la descuajeringante excepción de Nafarroa- reclaman a voz en grito un congreso extraordinario y, como paso previo, la inmolación de Casado.

GARCÍA EGEA, GAME OVER - Todo eso que les cuento, con las principales cabeceras de la diestra mediática atizando sin piedad al mismo fulano al que habían ungido como caudillo para arrebatar Moncloa a Frankenstein. De momento, el tipo se resiste, no sé si con uñas y dientes, como gato panza arriba o solo por la pura inercia de quien no es capaz de comprender cómo narices pasas de un rato para otro de la rehostia en verso al peor de los venenos para tu causa. Daría un euro por los pensamientos del individuo y medio por los de su ya exsicario García Egea, el escupidor de huesos de aceituna, que en este momento de zozobra nos ha dejado una frase para la antología: "No dimito porque no me sale de las pelotas". Pues al final le salió, vaya que si le salió. Su cabeza cayó con gran estrépito ayer a media tarde.