Si el ahora es elegir, lo hacemos en piezas surge de lo cotidiano para preguntarse por la construcción del presente, del aquí y el ahora, y aúna el trabajo de diez ilustradoras navarras que plasman su rutina, sus hábitos y su día a día en un trabajo que invita al público a construir su propia experiencia estética de la cotidianidad. 

La exposición, que se puede ver en el Museo de Navarra hasta el 17 de febrero, forma parte de un proyecto más amplio junto al encargo de las obras y la publicación de un libro homónimo, y es la extensión del programa de adquisiciones del Departamento de Cultura y Deporte

Comisariada por Susana Romanos, Si el ahora es elegir, lo hacemos en piezas se enmarca en los Encuentros de Pamplona 72-22, ya que comparte el objetivo de mostrar la vanguardia artística del momento. “Los Encuentros del 72 trataban de sentir el pulso artístico de ese momento y hacer que llegase a la población, y esto es lo mismo: hay un pulso artístico que tomamos de la ilustración y queremos que llegue al público”, explica Romanos. 

Se trata de una exposición que apela a la reflexión: ¿Cómo vives tu vida cotidiana, tu intimidad? Las artistas Myriam Cameros, Irati Fernández Gabarain, Andrea Ganuza, Liébana Goñi, Cristina Jiménez, Aizpea Lasa, Iratxe López de Muniáin, Itziar Repáraz, Leire Urbeltz y Natalia Zaratiegui muestran cómo lo hicieron ellas durante el año 2021, por medio de un arte íntimo y de pequeño formato que se muestra en el Museo de Navarra con una presentación delicada y sutil. 

“La ilustración ha evolucionado hasta convertirse en algo más que un arte aplicado, llegando a ser considerado como una expresión artística con identidad propia pensada para un propósito concreto, y no en calidad de complemento”, afirma Romanos. 

Detalle de la sala del Museo de Navarra en la que se expone la muestra ‘Si el ahora es elegir, lo hacemos en piezas’. Patxi Cascante

DIEZ MIRADAS

Cada autora habla, mediante ese relato personal de cotidianidad, de cosas muy importantes de las que no se habla normalmente: esa visión de cómo las mujeres viven su propia vida y sus experiencias. 

Itziar Repáraz muestra, a través de una ilustración muy clásica de lápiz, tinta y acuarela, “los momentos especiales del confinamiento para ella”. Cosas que pasan desapercibidas por su normalidad, pero que configuran la propia existencia, “y nos damos cuenta de lo buenas que son cuando desaparecen”, explicó Romanos. 

Myriam Cameros muestra la cotidianidad “como un lugar no seguro, que la soledad convierte en un sitio de preguntas constantes que intentamos resolver a golpe de clicks”. Influenciada por la pandemia, se preguntó cómo la soledad “nos hace hacernos preguntas y buscar consuelo y soluciones en algo virtual como Google”. La artista hizo una investigación sobre qué era lo que la gente buscaba más en Internet, y creó una serie de ilustraciónes que destacan por un trazo grueso pero a su vez delicado y poético. 

El de Cristina Jiménez es un dibujo muy fino que habla de peinarse y de los pelos que se dejan en el proceso. Pelos que en algunas culturas simbolizan a las serpientes, equiparando a las mujeres con este animal y volviendo a esa visión heteropatriarcal. “Hace una cotidianidad con lo que es peinarse y reivindica la parte negativa de la mujer para verla como algo positivo”, apunta Romanos. 

Aizpea Lasa se enmarca dentro de las artistas que estudian la maternidad, pero esta vez mediante un estilo oscuro y duro hecho con pluma que, sin embargo, pretende transmitir un sentimiento de felicidad. “Empieza con la desesperación, pero acaba con un rayo de luz. Todo el miedo que ha pasado con la maternidad, las complicaciones con lo externo, todo lo intenso… está plasmado. Pero a pesar de la estética, el mensaje es bonito y de esperanza”, explica la comisaria. 

El mundo artístico de Irati Fernández gira en torno a su hijo, mediante un trabajo hecho a mano a pesar de que la artista suele dibujar mediante el ordenador. “Me contó que esto resultó muy difícil, porque tuvo que volver a su época de principios de la facultad. Pero al final le fue muy gratificante porque recuperó una mano que había perdido”, relata Romanos. 

Natalia Zaratiegui trabaja, en sus ilustraciones, el concepto circular de la cotidianidad, planteándose lo que es el tiempo y el paso del mismo en un espacio concreto: cómo tanto espacio como tiempo, además de ser relativos, nos condicionan la experiencia personal. “Una especie de eterno retorno”, cuenta Romanos, mediante unos delicados dibujos en negro.

“Andrea Ganuza es todo pasión y viveza”, manifiesta la comisaria respecto a la artista, que vivió desde Colombia esa cuarentena de la que habla como de un monstruo que engulló todo lo construido hasta ese momento. Con un estilo potente y pasional, la autora realiza “una exhortación de toda la oscuridad que había vivido mediante un arte muy reivindicativo, con ardor, garra y pasión”. 

El trabajo de Iratxe López de Muniáin muestra el baño como escapatoria. “Iratxe fue madre en la época de la pandemia, se encontró encerrada en casa y con un niño, y en ese momento para ella era un refugio ir al baño”, relata Romanos. Un baño que se convirtió en su lugar para dejar fuera al niño, en sentido literal y metafórico. “Sus momentos de cotidianeidad eran ir al baño, y empezó a preguntarse por esos momentos de escape de cada uno”, añade la comisaria. 

Liébana Goñi se plantea si somos conscientes del presente en el que vivimos y si ese presente sirve para conectarnos con lo anterior o lo posterior. Para ello, representa con un estilo delicado y sencillo este presente, pasado y futuro a través de una simple cerilla, algo que va cogiendo poco a poco toda su fuerza para luego desvanecerse. “Es lo que viene a decir ella: qué es el futuro, qué es el pasado. Realmente, lo único que cuenta es el presente”, interpreta Romanos sobre la obra. 

El arte de Leire Urbeltz habla de lo que le pasó en la cuarentena: le detectaron un pequeño bulto y pasó por el proceso de operación y recuperación. “Ella es muy joven y pasar esa experiencia le llevó a replantearse algunas cosas, entre ellas su relación con su cuerpo”, explica la comisaria.

Mundos diferentes La museografía, a cargo de Ana García, ha sido uno de los retos del proyecto, ya que las artistas tienen estilos muy diferentes y se buscaba darles la misma presencia a todas. El objetivo era que cada autora tuviera su espacio, pero al mismo tiempo funcionaran como una unidad. Así, se ha dispuesto la obra de cada autora dentro de un círculo del color que caracteriza su trabajo, un diseño que otorga a cada una un espacio diferenciado y personal, pero manteniendo a todas dentro de la comunidad que constituyen. De esa forma, pasar de un círculo a otro se convierte en la acción de atravesar puertas para entrar en mundos diferentes. 

Para Romanos ha supuesto un reto comisariar esta muestra. Dedicada a la edición, tenía “muy olvidada” la parte artística, por lo que este proyecto supuso “volver a los orígenes”. “Fue satisfactorio, porque vi que no estaba tan oxidada como pensaba, y me recordó cosas que creía olvidadas y me gustaban. El sentir general fue gratificante”, afirma.