Vanesa Martín llegará a Pamplona en los inicios de una gira que le hará recorrer España, Iberoamérica y Estados Unidos.

¿Cuándo nació este disco? La gira del anterior, 'Siete veces sí', terminó pocas semanas antes de que se publicase. 

–Este disco se ha ido gestando durante los meses de primavera y verano, mientras giraba con el disco anterior. Me fui a Estados Unidos y trabajé con distintos productores, tanto de allí como de aquí. Empecé a hacer un disco sin fecha, muy tranquilamente, pero fue todo muy rápido. Todos los productores hicieron un gran trabajo, con mucha creatividad y mucha emoción. Yo estuve en todo el proceso, con unos y con otros, marcaba las directrices de lo que quería mostrar y cómo quería sonar. Al final el hilo conductor son mis canciones y mi manera de hacer las cosas, esa es mi impronta.

Suele componer muchas canciones para luego elegir las que entran en el disco. ¿Esta vez también fue así?

–No. Para el disco anterior nos acercamos a las cuarenta canciones compuestas, pero este lo fuimos haciendo como jugando y yo creo que ha sido el disco para el que menos canciones he escrito. En Warner, mi discográfica, me pidieron que parara, porque luego es difícil elegir cuáles entran y cuáles se quedan fuera. Aparte de las que van en el disco, grabamos cuatro canciones más que iremos lanzando poco a poco.

El disco se titula 'Placeres y pecados'. ¿El disfrute tiene que llevar siempre consigo el sentimiento de culpa?

–No. La vida está llena de placeres como aprender, viajar, comer, el sexo, estar con tu gente… El pecado sería negarnos esos placeres, renunciar a ellos. Yo no entiendo el pecado como algo religioso, sino como la negación del propio placer. Además, muchas veces el placer y el pecado van cogidos de la mano, son como la pescadilla que se muerde la cola. 

En la música muchas veces se habla de los “placeres culpables”. ¿Qué sería un pecado para usted, musicalmente hablando?

–Para mí, el único pecado que puede haber en la música es hacerla monótona y utilizar letras demasiado básicas o degradantes. Con la riqueza de vocabulario que tenemos…

El disco lo ha grabado entre Madrid y Miami y, como decía antes, con varios productores distintos. ¿Cómo ha resultado la experiencia?  

–Ha sido una experiencia muy enriquecedora. Yo no tenía paciencia para encerrarme con un productor cuatro o cinco meses, y así se lo transmití a mi discográfica. Le dije que quería probar con diferentes productores, darles canciones específicas a cada uno de ellos. Pensamos mucho cómo repartíamos el repertorio, para que cada productor pudiese dar lo mejor de sí mismo con la canción que le dábamos. Creo que el disco ha quedado muy dinámico, muy divertido, muy emocionante, muy poderoso… Y muy de directo, que ese es un denominador común que tengo en mis últimos discos; los enfoco mucho a los conciertos, para que la gente que venga se encuentre lo mismo que en el disco, o incluso más.

El hecho de haber trabajado con tantos productores explica que el álbum suene tan abierto, porque toca muchos palos distintos.

–Exacto. Y eso es maravilloso. La creatividad en ningún momento se ha visto mermada por el número de canciones.

Hay variedad, pero se va mucho a los extremos: hay canciones muy desnudas, canciones muy producidas, canciones muy de rock… Muchos contrastes, en definitiva.

–Sí, y ha sido algo buscado a conciencia. Yo soy así y mis directos son así. Voy de la nada al todo y del todo a la nada. Pasamos por diferentes climas, me encanta sostenerme solo con una guitarra o un piano, y me encanta también la producción suprema, cuando todos nos soltamos la melena. Yo creo que el contraste en la vida es necesario y ahora estoy en un momento en el que no me apetecen las aguas medias, me apetece el blanco o el negro.

Uno de esos extremos sería 'Álgebra', que me parece una canción especial.

Álgebra se grabó en una sola toma, literalmente. De hecho, hemos dejado la parte final de cuando nos abrazamos Julio Reyes, que es el productor de esa canción, y yo, porque fue tan bonito… Terminamos los dos muy emocionados. Cuando le llamé para decirle que iba a grabar la voz definitiva, me pidió por favor que la dejase como estaba en aquella primera toma, que no se podía mejorar. La escuché y vi que tenía razón. A veces nos empeñamos en repetir lo que ya está bien.

"Mis directos son así. Voy de la nada al todo y del todo a la nada. Pasamos por diferentes climas, me encanta sostenerme solo con una guitarra o un piano, y me encanta también la producción suprema, cuando todos nos soltamos la melena"

Aunque aparentemente habla de una relación de pareja, está inspirada en la guerra de Ucrania.

–Nació de una charla que tuvimos los dos en su estudio, justo acababa de estallar la guerra, y yo hablaba del mundo de locos que vivimos. Tenemos las herramientas y el conocimiento para tener una buena calidad de vida y, de repente, empieza una guerra en la que pagan inocentes por el interés de unos pocos, como siempre. Lo comparamos con el terminar de una relación, con todo el respeto, porque, evidentemente, acabar con una pareja es algo mucho más cotidiano y normal.

Hablando de canciones emocionantes, ¿ha reunido fuerzas para volver a tocar Inmunes, que la dejó de tocar durante años?

–Sí, en la gira anterior ya la recuperé. Es una canción que me pide mucho el público y que saldrá a escena más de una noche.

¿Y cómo lleva que le aplaudan? Tengo entendido que lo puede llegar a pasar mal…

–Me da mucha vergüenza cuando el aplauso es un poco largo. Por supuesto, muy agradecida y emocionada. Ya lo voy llevando mejor. Tenemos una especie de código, voy haciendo gestos al público como diciendo que pare, que ya está bien. Pero es muy bonito. En esta gira se están generando momentos muy especiales, la gente se está emocionando mucho. Yo estoy sorprendidísima de cómo el público ha hecho suyo el disco nuevo, porque lo canta a pleno pulmón. He rescatado también canciones de mis trabajos anteriores que llevaba tiempo sin hacer en directo, como No te pude retener y alguna otra. Estamos viviendo momentos muy íntimos y muy poderosos.