CONCIERTO DE MIKEL IZAL

Intérprete: Mikel Izal presentaba su primer disco en solitario, El miedo y el paraíso, tras la disolución de su banda, Izal.

Fecha: 12/04/2024.

Lugar: Baluarte.

Incidencias: Lleno, entradas agotadas con varias semanas de antelación.

Hay que reconocer que la jugada entrañaba un cierto riesgo. Finiquitar la andadura de un grupo, Izal, justo cuando estaba en el mejor momento de su trayectoria, cuando copaba la cabecera de multitud de festivales y arrastraba muchísimo público en cada uno de sus movimientos. Es cierto que Mikel Izal lleva en su nuevo proyecto las partes más identificables de su anterior aventura: la composición, la voz, gran parte de la imagen e incluso el nombre de la banda, que es su apellido. Sin duda, eso ayuda a que sus seguidores se ubiquen desde el principio, pero no son tantos los cantantes de grupos populares que consiguen construir una carrera de éxito como solistas.

Parece que ese está siendo el caso de Mikel, que acaba de publicar su primer álbum, El miedo y el paraíso, con el que está agotando las entradas en todos los conciertos de su gira de presentación. Pamplona, su ciudad natal, no fue una excepción y el Baluarte se abarrotó para acompañarle en ese viaje emocional que el músico propone, desde la crisis existencial hasta el paraíso que supone levantarse tras la caída y encontrarse bien con uno mismo.

Ese fue el orden que siguió el concierto del viernes. Comenzó con una voz en off que anunció el primer capítulo, El miedo. Ya desde el principio llamó la atención la escenografía, con una gran pantalla en la parte trasera del escenario en la que se proyectaban imágenes (la mayor parte de las veces, ambientales, que ayudaban a crear la atmósfera deseada), y los músicos elevados sobre plataformas rectangulares que se iluminaban con luces LED de distintos colores, que iban variando en función del tramo de la actuación. También merecen una mención especial los cinco músicos que acompañaron al cantante, que demostraron buen hacer y versatilidad para dar a las canciones distintos acabados: pop, rock, indie, electrónica, sonidos acústicos… La amalgama fue bastante amplia a lo largo de la noche.

El segundo capítulo se tituló El grito y estuvo marcado por las tonalidades azules. La sonoridad, acorde con las luces, fue más fría y sintética en este tramo, en el que hubo canciones como El grito, que resultó catártica, con todo el público extendiendo sus brazos al cielo. El cantante se encargó de poner la nota de cercanía precisamente en este tema, cuando hizo sonar un par de mensajes que le habían enviado algunos asistentes al concierto: el primero, para dar ánimos a un niño que estaba en primera fila y que, al parecer, se está enfrentando a momentos de enfermedad; el segundo, una petición de matrimonio entre dos chicas que también estaban en la sala. En este segundo caso, cuando la canción terminó, Mikel las buscó y se acercó a ellas para conocer la respuesta a la proposición. Fue afirmativa, lo que originó la ovación del público.

Atravesando el ecuador del concierto, llegó el capítulo tercero, titulado La fe. En esta ocasión, fueron los colores verdes y los sonidos acústicos y naturales los que se adueñaron del escenario. De hecho, las dos primeras canciones de este tramo (Meiquèr y La verdad) las interpretaron los músicos al lado del público, prácticamente desenchufados.

En los bises se alcanzó el cenit, o lo que es lo mismo, El paraíso, que así se titulaba el cuarto capítulo. Y a ese paraíso fue, precisamente, a donde se dirigió el público, de pie, bailando y cantando varios hits de Izal, como fueron Qué bien, Copacabana y La mujer de verde. Con todo el Baluarte en estado de éxtasis, Mikel remató la faena con la que canción que da título al capítulo, al disco y al concierto. Juego, set y partido para el navarro. Esa fue la última estación del viaje emocional que había propuesto y que, por lo que allí pudo verse y escucharse, llegó a buen puerto.