“El mundo real, diurno, no satisfacía del todo a Patxi”. Con estas palabras, Alfredo Aruiz, alcalde de Huarte, ha comenzado su emotivo discurso acerca del artista contemporáneo fallecido a finales de enero. La localidad en la que Patxi Buldain desarrolló gran parte de su vida le ha querido recordar con la inauguración de una plaza en su honor y un mural en el que se dibuja su rostro y la frase que definió su vida: “yo soy fiel a mí mismo”.

Patxi era “un tipo singular y creador, un alma libre. Consideraba que la vida se despertaba con el sueño”, ha comentado el alcalde. Durante muchos años, se ha convertido en el referente de muchos artistas contemporáneos que persiguieron la libertad creativa y que, como él, estaban contagiados del espíritu anárquico. “Patxi desafiaba con su arte a todo aquello que le parecía una injusticia”. Esta forma de tratar con el lienzo era también un reflejo de su vida. En 1948 se exilió a Francia porque se negó a trabajar en el ejército. Vivió, como pudo, en París, donde conoció la obra de Manet y estableció relaciones con intelectuales como Albert Camus o Jean-Paul Sartre. Con el fin del franquismo, cuando su pintura todavía no era conocida en España, regresó a casa, a Huarte, y pudo instalar su fábrica, aunque siguió creando hasta casi el final de sus días. Tal y como él decía, “no puedo quedarme quieto. Necesito  llegar a nuevas formas con la pintura. En esta fecha tan señalada se rememora al artista y al hombre, al movimiento pensante”.

Varios vecinos de Huarte durante el canto final del homenaje. Izaro Díaz

Para él, el día de la república era un día fundamental para recuperar el recuerdo de todas las personas que dieron su vida por esta causa. Por ello, su familia no dudó en escoger este día para inaugurar la plaza en su honor: “Seguro que se pondría muy contento”. En cualquier caso, su hija Celaida ha insistido en la idea de que su padre era un ciudadano del mundo que había aprendido con el paso del tiempo y la experiencia adquirida en cada vivencia: “qué bonita forma de considerarse a sí mismo, ¿verdad? Mi aita solía decir cuando éramos pequeñas ‘yo vasco ser. Cabeza grande tener. Ir a la escuela y no aprender’. Nos reíamos mucho en casa con él. Cuando tan solo tenía un año y medio de edad se tuvo que ir a vivir con sus abuelos y, durante sus primeros años en la escuela, tuvo complicaciones con el idioma. Esto derivó en que su modo de expresión fuese distinto a lo ordinario.

Después, vivió durante su juventud en la calle Zapatería junto con sus hermanos. “Los Buldain siempre han sido hacedores de prodigios; sabían hacer de todo y tenían un gran sentido del humor”, ha asegurado Celaida. Además, su familia siempre ha apoyado con entusiasmo su trayectoria artística. “Cuando era pequeño hizo su primera exposición en la fachada del piso en el que vivía. Las vecinas se sentaban a descansar en los bancos de al lado y se tomaban su tiempo para contemplar sus dibujos”, ha bromeado.

El mural con el lema de vida de Patxi y uno de los gigantes que acompañaron el acto. Izaro Díaz

Ya en su exilio a París, la capital de la luz y las artes, a Patxi le cautivó el aura romántica; tanto que fue ahí donde, en un baile, se enamoró de la que iba a convertirse en la mujer de su vida: “La impresión que le causó aquel encuentro se transformó en el primer retrato que tenemos de nuestra madre”, ha recordado con nostalgia. Por su parte, Nuria ha continuado la historia de amor explicando que la vida está hecha de elecciones y renuncias y que, en ese caso, la decisión de su padre fue “dejar de lado el reconocimiento que podía tener en París para quedarse con nuestra madre aquí en Huarte. Ella siempre apoyó su desarrollo profesional”.

Durante esta nueva época en su vida, el artista contemporáneo ofreció un taller de pintura para los vecinos del pueblo en donde animaba a encontrar su propia paleta de colores, a buscar su manera de ver el mundo. Por otro lado, también organizó otras actividades sociales y culturales en las que siempre estuvieron presentes los valores que definieron su vida: vitalidad, cercanía y humanidad. “él creía en la socialización de la cultura; en hacer que fuera accesible y fácil para todos los públicos”, ha asegurado. 

Patxi, en varias de sus entrevistas, declaró que todos sus cuadros, a pesar de ser distintos entre ellos, forman un mural: el mural de su vida. Por esta razón, Huarte le recuerda para siempre con una pintura que, allá donde esté, le hará soñar en grande.