Es muy evidente que insultar a una persona por su color es racismo y por tanto es racismo todos los insultos que hagan referencia al color del jugador del Real Madrid Vinicius, que está en todas partes estas semanas porque ha recibido esa clase de insultos y porque la prensa de Madrid ha decidido que hay que poner de moda a Vinicius. Cuando la prensa de Madrid decide que algo se tiene que poner de moda y en el candelero –en el candelabro, que dijo aquella Miss España– se pone y punto. En El Sadar, Vinicius recibió un claro insulto no racista y muy mal echado por parte de un descerebrado al final del minuto de silencio, el clásico grito que jode la buena imagen de todo un campo callado durante 60 segundos.

Más allá de eso, se le gruñó por lo que posteriormente ofreció: mucha queja, mucho protagonismo y muy malas artes. La Liga española de fútbol hace mucho que está llena hasta los topes de jugadores negros y el propio Real Madrid jugó el sábado con varios –Rudiger, Alaba, Rodrigo, Camavinga y Militao–, nada menos que 6. Que se sepa, ninguno de los otros cinco es blanco de insultos ni racistas ni no racistas en otros campos, como tampoco lo fueron en El Sadar, más allá de la exaltación que suele acompañar a algunas expresiones en los campos en jugadas calientes. Insisto: condena total a los insultos, racistas y no, en los campos.

Pero, seamos serios: a Vinicius no se le insulta por el color, sino por su forma de actuar, en la que la provocación forma parte de la misma. Poca gente habrá insultado en su vida a Butragueño. O a Modric. O a Martín Vázquez. O a Rodrigo. Se reacciona más contra quien más provoca. Y en eso Vinicius es un auténtico campeón, al que más le valdría aprender que por la vida también se puede ir de otra manera. Lógicamente cada cual tiene su carácter en el campo, pero así como hay que exigirle al espectador hay que exigirle al jugador.