El Día Internacional del Trabajo ya no es lo que era, pero las reivindicaciones se mantienen. La calle no es el escenario principal de lucha para los sindicatos, aunque siguen saliendo en las principales ciudades para exigir lo que difícilmente se consigue en las mesas de negociación. La clase media, un concepto más social y menos político, se ha ido poco a poco comiendo a la clase trabajadora, esa que lideraba los movimientos sociales y la lucha obrera y en ese cambio se nota una pérdida de pulso en las manifestaciones. La necesaria mejora de los salarios, ante la subida del coste de la vida, ha sido este año la demanda principal. Tras la aprobación de la reforma laboral que consiguió reducir la temporalidad aunque no la precariedad; el incremento del salario mínimo y otras medidas para los pensionistas, autónomos y trabajadores en prácticas, la situación va mejorando pero queda mucho camino todavía. Como recordar que hay que trabajar para vivir y no para malvivir como les ocurre a muchas personas que no cuentan con un salario justo y digno que les permita como mínimo poder acceder a una vivienda. Este año el 1 de mayo ha estado marcado, como cada cuatro años, por la proximidad de las elecciones y los políticos han querido sumarse a la cita, salir en la foto al otro lado de la pancarta, y aunque el gesto les pueda dar rendimiento electoral, se les ve como desubicados, un tanto fuera de lugar en este día para reivindicar justicia social.