Lo de menos es el arrojo de tener 8 años y llamar al 112 o al 092. Lo que me sobrecoge del caso de la niña que denunció el maltrato de su madre en un piso de la Rochapea es pensar todo lo que ha tenido que pasar por su cabeza antes de dar ese paso. Todo lo que ha tenido que ver y escuchar desde chiquita, las vejaciones y humillaciones que vivió bajo el mismo techo y que le hicieron decir: ¡Basta! El mismo paso que han dado decenas de menores de Almendralejo (Extremadura) para denunciar las fotos de falsos desnudos suyos creadas por inteligencia artificial.

La primera valiente se topó con la realidad de la Inteligencia Artificial al salir al recreo junto a sus amigas. Un chaval se le acercó y le dijo que había visto una foto suya desnuda. Asustada, decidió contar a su madre lo ocurrido. Ya hay al menos 25 víctimas de entre 12 y 17 años y varios menores identificados. Las fotografías comenzaron a circular por un grupo de Whatasapp de chavales. Algunas han querido denunciar el montaje, otras no, pero todas ellas han sufrido y han visto dañada su imagen a través de una herramienta (IA) que empieza a enseñar sus tentáculos más horrendos. Las denuncias han pretendido que los autores sepan que no es una broma sino un delito, también los que comparten las imágenes, se ríen y revictimizan aún más a las chicas por puro morbo. Leo que en redes sociales, las mismas de donde salieron rodando las cabezas de las adolescentes, también se han reído de ellas: “Niñas que lo enseñan todo y luego se quejan”. ¡Tremendo!