Hace ya un par de años, la FIFA encargó a Arsene Wenger que diseñara un calendario unificador del fútbol de clubes y de selecciones, para poner orden en tanta saturación. El francés propuso torneos de clubes de mediados de agosto a mayo, con solo uno o dos parones para las selecciones, cuyos grandes torneos serían en junio.

Y en julio, vacaciones. Pero los clubes se le tiraron al cuello, por lo que el calendario anual sigue igual de caótico y de triturador de futbolistas, con sus cinco parones –largos viajes y un par de partidos en una semana– y sus torneos de selecciones de mediados de junio a mediados de julio.

Y, claro, nos preguntamos si lo de Wenger no sería lo acertado, sobre todo en su versión más drástica: reservar para UEFA y FIFA solo los meses de octubre y junio (eso sí, enteros los dos) y que los clubes hagan lo que prefieran el resto del año y den (o no) a sus jugadores las vacaciones que quieran.