A veces irse es volver. Marcharse de un lugar a tiempo, irse bien, es la única manera de que una relación no se deteriore. Sirve para la pareja, para la amistad, para el trabajo, para los lugares. Allí donde has sido feliz siempre quieres volver si ese lugar sigue existiendo. Pienso en la marcha de Jagoba de Osasuna, en esa felicidad que ahora le falta a la que alude para justificar una decisión difícil pero necesaria. Se va para volver.

Me gusta su idea de felicidad, como esa sensación plena de sentirte bien que te hace dar lo mejor de ti y sacar lo mejor de los demás. A veces no se puede y no depende de uno mismo. Hay mucha información en lo que Jagoba no cuenta, en sus silencios, en su mirada. Sabe que los entrenadores de fútbol son personajes públicos que van más allá del deporte. Algunos entrenadores al menos. Son conscientes de que trabajan con un grupo humano con una exigencia máxima. Y que juegan no solo en los partidos sino con la ilusión de miles de personas. Osasuna ha tenido la suerte de tener aquí durante seis años a Jagoba Arrasate.

Su valor y conocimiento futbolístico lo reflejan los datos y estadísticas pero yo no me refiero a eso, no sé de fútbol. Hay otros valores intangibles difíciles de cuantificar. Como saber entender la idiosincrasia de un equipo y una ciudad. Conectar con una afición única. Hacer un guiño constante y valiente a una de las lenguas propias de nuestra tierra como el euskera, un idioma que ha hecho popular con sus bertsos. Pero es humano, con sus dudas y expectativas.

“He sido feliz aquí, pero si ahora no soy feliz no puedo sacar lo mejor de mi mismo. No quiero irme mal para poder volver alguna vez”, es lo que vino a decir. Solo el sabe lo que hay detrás de esta decisión pero como escribía Saramago “siempre acabamos llegando a donde nos esperan”. Y sin que se haya ido, mucha gente ya está esperando su vuelta. Curioso.