Está muy bien que el consejero de Salud, Fernando Domínguez, haga una exposición sin medias tintas en cuanto a la crítica y la responsabilidad hacia sí mismo y el departamento que dirige a la hora de analizar y comentar la nueva subida de las personas en lista de espera para primera consulta, que alcanzó en marzo una cifra récord. Está muy bien desde el punto de vista de que al menos no agacha la cabeza debajo del ala o lanza balones fuera, aunque sí apunta a que hay integrantes del colectivo médico –Salud es la principal estructura laboral de Navarra, la de mayor tamaño con diferencia– que no se toman la lista de espera como algo personal o como una prioridad. Lo que inquieta es que también apunta a que hay razones que conocen para que las decisiones que toman no incidan en ascensos pero en cambio otras razones las desconocen: “por motivos que conocemos y otros que no, no estamos logrando que se operativicen en tiempo y forma las decisiones que tomamos en comisión de dirección o en las reuniones de coordinación”. No resulta una buena señal que no se sepa qué ocurre para que lo que se manda o implementa no se lleve a cabo cuando es debido. Una de las, según su comparecencia, numerosas causas, de muy diferentes naturalezas, que están llevando a que este importante caballo de batalla se haya desbocado lenta pero inexorablemente y que, por ahora, no se vea la luz a una bajada. Domínguez expresó también su tremendo enfado con la situación e, insisto, esa está bien, siempre y cuando de ese enfado puedan surgir nuevos bríos o ideas o decisiones que ayuden a que el panorama cambie o mejore. La salud en su conjunto es un asunto de todos y también ahí los pacientes tenemos que decir –se va a sancionar a los que se salten citas, lo que cual es de aplaudir–, pero lo obvio es que son dirigentes y colectivo quienes tienen que encontrar la solución y corregir las deficiencias.