Si no se produce un improbable cambio de planes, cuatro partidos pugnarán por el espacio de la derecha en los comicios forales del 28 de mayo. Los todavía socios dentro de Navarra Suma –UPN, PP y Ciudadanos– y Vox ya han anunciado su intención de concurrir con sus propias siglas a una contienda electoral de incierto reparto de fuerzas en el flanco más conservador del tablero político.

Será la segunda vez que más polarizada acuda la derecha a las urnas. En 2011 se batió el récord de candidaturas con cinco distintas. UPN, PP, Convergencia de Demócratas de Navarra (CDN), Unión Progreso y Democracia (UPyD) y Derecha Navarra y Española (DNE) presentaron sendas planchas, si bien solo regionalistas (19 escaños) y populares (4) consiguieron acceder al Parlamento, CDN (4.654 votos con el 1,43%), UPyD (2.212 votos, el 0,68%) y DNE (977 votos, apenas el 0,30%) se quedaron muy lejos de acceder a la Cámara en la que fue la antesala de su despedida de la política.

Los 7.843 votos de estas tres formaciones que se fueron a la basura hubieran proporcionado un escaño más a UPN-PP en el caso de haber ido juntos, pero sin repercusión en la mayoría que se precisa para la investidura. Tampoco le hizo falta ese escaño a Yolanda Barcina, que accedió a la presidencia con el respaldo del PSN de Roberto Jiménez, que le aportó los votos de los nueve parlamentarios socialistas.

Dos elecciones con tres listas

En otras dos ocasiones, 1987 y 2015, la derecha se ha presentado a los comicios forales en tres candidaturas diferenciadas. En ambas fracasó en su intento de acceder al Palacio foral. La primera vez fue en 1987. Entonces, esta opción política estaba muy fragmentada. UPN ya era la sigla mayoritaria (logró 14 escaños), pero tuvo que disputarse el espacio con Unión Demócrata Foral (UDF) y Alianza Popular (AP).

UDF era una coalición que integraban el Partido Demócrata Popular (PDP), el Partido Liberal (PL), que había abandonado poco antes Coalición Popular, y un pequeño partido democristiano de ámbito navarro, el Partido Demócrata Foral (PDF). Encabezó la lista Jaime Ignacio del Burgo, con un discreto resultado de tres escaños, uno más que los que obtuvo AP. La división en la derecha permitió al socialista Gabriel Urralburu repetir al frente del Gobierno de Navarra con solo 15 parlamentarios.

La derecha tomó nota del perjuicio que le ocasionaba concurrir en semejante sopa de letras y cuatro años después apretó las filas como nunca más lo ha vuelto a hacer. En 1991, todo este espacio se refugió bajo el paraguas de UPN y con 20 parlamentarios, solo uno más que en 1987, catapultó a Juan Cruz Alli a la presidencia del Gobierno foral.

La unidad solo permaneció durante una legislatura. Las diferencias internas de Alli, partidario de posiciones más centristas, con su propio partido provocó su salida de UPN en 1995 y fundó CDN, que irrumpió en el tablero electoral con notable éxito al alcanzar 10 representantes en el Parlamento.

CDN se mantuvo como una escisión de UPN, que por entonces había absorbido al PP, desde 1995 hasta 2007. Fueron 12 años en los que estas dos siglas acapararon todo el espacio del centro derecha teniendo su cénit en 2003, cuando la suma de ambas logró la mayoría absoluta. Eran tiempos en los que la ilegalización de la izquierda abertzale y la atomización de la oferta nacionalista y de izquierdas dejaron un escenario muy favorable para la derecha. De hecho fue la última vez que Aralar y EA concurrieron por separado y la última vez que Batzarre, que recibió casi 8.000 votos que se fueron por el desagüe al no llegar al 3% que se precisa para tener representación parlamentaria, se presentó en solitario.

La situación empezó a cambiar en 2007. La derecha continuó limitando su oferta a UPN y CDN, pero enfrente la irrupción de Nafarroa Bai (coalición integrada por Aralar, EA, PNV, Batzarre e independientes) ofreció números suficientes para el cambio político, frenado desde el PSOE en lo que ya es conocido como el célebre agostazo. 

Un apaño antinatural entre UPN y PSN que culminó con el Gobierno de coalición en 2011 –después de que los regionalistas hubieran dinamitado en 2008 la entente forjada a fuego con el PPen 1991–, que apenas duró once meses antes de que el Ejecutivo saltara por los aires en junio de 2012 al echar Barcina a su vicepresidente Jiménez.

El histórico vuelco de 2015

La derecha no se repuso del golpe que le supuso atrincherarse en el Gobierno en minoría desde el 2012 y llegó a las elecciones de 2015 muy tocada. Desaparecidas las tres siglas que no habían tenido representación en 2011 (CDN, UPyD y DNE), a los habituales UPNy PP se sumó en esta ocasión Ciudadanos. La formación naranja estuvo muy cerca de acceder a la Cámara foral con un parlamentario. Por número de votos recibidos (9.993) hubiera entrado en el Legislativo, pero apenas 5 centésimas le separaron del 3% que se exige para tener representación.

 La derecha se quedó en su suelo electoral con solo 17 asientos en la Cámara y con los 7 del PSN, que también tocó fondo, no pudieron evitar el vuelco histórico que protagonizaron Geroa Bai (9 escaños), EHBildu (8), Podemos (7) e Izquierda-Ezkerra (2) y que llevó a Uxue Barkos a la presidencia del Gobierno.

Un fracaso del que volvieron a tomar nota los derrotados, que trataron de rearmarse en 2019 al concurrir juntos UPN, PP y Ciudadanos bajo el paraguas de Navarra Suma. Una entente que, sin embargo, no les dio el pasaporte al Palacio foral, razón por la que hoy solo quedan sus cenizas y que ha provocado que los regionalistas vayan a intentar el asalto al poder en solitario, aun sabiendo que normalmente se suelen obtener menos escaños presentándose por separado que yendo juntos