Madrid, Madrid, Madrid… capital de un país que tras las pasadas elecciones ha comenzado a pintarse de azul con ciertos toques verdes. Y es que como decía Belén Cuesta en ‘Kiki, el amor se hace’, “Madrid parece moderna, pero Madrid no es moderna”. Una ciudad plagada de arte, llena de cultura por cada una de sus calles, museos, teatros y música por donde mires. Una ciudad idílica. Inspiración de novelas. Refugio para muchos. Centro de la movida, colorido en Chueca, toques alternativos en Malasaña y perderte en la Gran Vía. Pero ha pasado poco más de dos semanas desde las elecciones del 28 de mayo, y la gente se echa las manos a la cabeza. Mayoría absoluta del PP en la Comunidad de Madrid. Dónde quedan aquellos años de Carmena que volvieron la ciudad un poquito más verde y el cielo más azul. Ahora con la señora Ayuso la gente de Madrid tendrá una planta en sus ventanas y balcones para luchar contra el cambio climático. Ese que unas semanas atrás parecía no existir. Parece que la gente a la hora de coger la papeleta tiene amnesia. Parece que se les olvida que cerca de 60.000 ancianos murieron sin recibir asistencia médica veinte días después de que se aplicará el protocolo covid. A pesar de que de media, en Madrid, se pagan cerca de 1.700 euros al mes para que estas personas puedan ser atendidas. Algo a lo que Isabel Díaz Ayuso fue incapaz de responder durante la campaña electoral. No le iría bien el pinganillo. Gana tirar balones fuera, meterse con gobiernos que no son de su competencia, llamar terroristas a todos aquellos que sabemos pronunciar alguna palabra en euskera y una condena por todas aquellas muertes en Madrid durante su mandato.

Suena gracioso que pensemos que porque ciertos partidos hayan conseguido mayoría absoluta tengan la razón y sean la mejor opción. Quiero recordarles queridas lectoras y lectores, que  30 de enero de 1933, el presidente alemán Paul von Hindenburg nombró canciller de Alemania a Adolf Hitler, quien era el líder del Partido Nazi. Fueron 17.277.180 votos los que obtuvo su partido. Un 43,97% de los votantes de Alemania. ¿Acaso se equivocaron a la hora de votar? Es muy probable que no. Porque el pueblo muchas veces sigue como las ovejas a su pastor cuando promete cosas que le convienen y son buenas para su bienestar. Los cantos de sirena que llevaban a los marineros contras las rocas en los naufragios. Promesas al viento a modo de grandes estrategias políticas. No todos aquellos que votaron a Hitler eran nazis, solo creyeron en la posibilidad de una Alemania diferente. No todos los que han votado a Ayuso o a Vox son unos fachas, para nada. Solo buscan un cambio, pero puede que terminen estrellándose tarde o temprano.

 Pero el asunto no queda aquí. Al día siguiente de las elecciones sale a la luz que 10.000 niños se quedan sin plaza en las escuelas infantiles de la comunidad. Según fuentes del PP se hizo de esta manera para no condicionar a los votantes días antes del 28 de mayo. No es de extrañar nada de esto. Nadie piensa en los niños y menos en sus mayores. Porque Madrid insiste en ir de moderna con las terrazas y cañas de Ayuso durante la pandemia. Pero Madrid no es moderna. Una sociedad que sigue al flautista como lo hacían los ratones en el ‘Flautista de Hamelín’. Que la personalidad y la razón no gobiernan. Porque con ellos no ganas, solo ellos ganan. Y es que cuando vengas a Madrid, chulona mía, no creo que nadie pueda hacerte emperatriz de Lavapiés. Ni alfombrarte de claveles en la Gran Vía, porque quedarán marchitos de tanta polución. Ay chulona mía, quién iba a decir que siendo el centro de todo, esto llegó a ser el centro de la ignorancia.