Adriano Becerra Gallego describe la noche del 9 diciembre de 2021 como la más “trágica” que ha vivido nunca. A las 4.30 horas tuvo que salir corriendo de su hogar, de la mano de su hija, de 5 años, y de su mujer, Maite. Dejaron atrás su vivienda, ubicada en la calle del Soto, en Burlada, y a día de hoy arrastran secuelas provocadas por la enorme riada.

¿Qué recuerda de esa noche?

–Estábamos en la cama y un vecino nos llamó por teléfono para avisarnos. Nos fuimos de casa con el pijama y las zapatillas, ni siquiera tuvimos tiempo de cambiarnos. Cogimos las escrituras del piso y salimos corriendo de allí, asustados, con el agua entrando muy rápido por la puerta y por la ventana. Fue algo horrible.

Una vez fuera de casa, ¿a quién pidió ayuda?

–Aquella noche la pasamos en el piso del vecino de arriba, y después nos marchamos a la vivienda de mi suegra, en la Txantrea. A los 15 días pudimos alquilar un piso por nuestra cuenta, ya que apenas tuvimos ayuda por parte de las instituciones... Somos muchos los que coincidimos en que hubo una dejadez absoluta por parte el ayuntamiento de Burlada, la mayoría nos refugiamos en nuestros familiares.

Un año después de lo sucedido, ¿qué tal se encuentran usted y su familia?

–Ahora estamos bien, pero a raíz de esto hemos sufrido muchísimo, muchísimo... Mi niña está con tratamiento psicólogico, y mi mujer y yo también. Han sido más dolorosas las secuelas emocionales que las pérdidas materiales. Perdimos ropa, muebles y electrodomésticos, sí, pero lo que más nos duele es haber perdido muchos recuerdos. La casa se inundó y nosotros lo perdimos todo. Después de esto, nos asusta que vuelva a pasar algo así. Precisamente por eso, ahora que se cumple un año desde las inundaciones, hemos decidido pasar estos días en Cádiz, de donde yo soy, para cambiar de aires y pasar el mal trago. Estas son unas fechas que nos duelen mucho y hemos pensado que lo mejor era pasarlas en otro lugar.

El miedo a que se repita esta tragedia es algo que les acompaña día a día...

–Sí, totalmente. Lo peor fue que nadie nos avisó, ni los bomberos, ni la policía. Fue un vecino. Es tarea de las instituciones avisar a tiempo cuando sucede algo de esta índole, y no lo hicieron. Ademas, la gestión posterior también fue nula, estuvimos en una pelea constante con los seguros y con el ayuntamiento. Después, tuvimos que pagar el 2% de las obras para hacer reformas en las viviendas, ni siquiera eso nos perdonaron. Somos muchas las personas afectadas y las instituciones no nos escuchan, se supone que tienen el deber de proteger a los ciudadanos, pero a veces, parece ser que lo que no se ve no existe. 

¿Qué respuestas obtuvieron por parte del ayuntamiento?

–Hubo una ignorancia total hacia los afectados. A nosotros nos ofrecieron un piso, pero estaba sin muebles. No había ni una cama para dormir, y además teníamos que pagarlo.

Cuando pudieron entrar de nuevo en la vivienda, ¿cómo encontraron la casa? ¿Qué sintieron?

–Sentimos una pena inmensa. El parquet estaba totalmente levantado, todo lleno de agua y barro, y las paredes completamente humedecidas. Era una imagen desoladora. Hemos estado nueve meses fuera hasta que han podido arreglarlo todo, volvimos a nuestra vivienda en septiembre, y estamos a diciembre.

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 Entre los vecinos afectados, ¿se ha propuesto alguna medida de prevención?

–Tampoco podemos hacer mucho, aunque lo que sí que vamos a hacer es poner tajaderas en las puertas de los bloques, en los portales, para amortiguar un poco el paso del agua. Cuando sucede una tragedia así es cuando se nota que somos una comunidad de vecinos muy unida, tratamos de ayudarnos unos a otros.