Realmente estamos preparados para una nueva riada de la envergadura de la última? ¿Cree que hemos puesto en marcha medidas preventivas para minimizar los daños?

–No, no lo estamos. Prueba de ello es que cada vez que se produce una crecida importante nos echamos las manos a la cabeza, buscamos soluciones rápidas, muchas veces contraproducentes y los políticos salen en los medios a ver quién dice la barbaridad más grande. Esta manera de abarcar un problema muestra que no acabamos de asumir que “las inundaciones son fenómenos naturales inevitables”. La mentalidad de confrontación o guerra contra las dinámicas naturales ha sido mi objeto de análisis este último año, pues se trata de una anomalía histórica en la forma de entender y relacionarnos con la naturaleza.

¿No sabemos a qué nos podemos enfrentar este invierno o el próximo? ¿Siempre puede ser peor?

–Por supuesto, además se percibe en las últimas siete décadas una tendencia al descenso de caudales en todas las estaciones, bastante más significativa en la cuenca del Ebro en otoño e invierno. A causa del cambio climático los caudales en momentos de riada están aumentando. Un ejemplo lo podemos ver en estos primeros 22 años de siglo XXI en los 14 eventos sucedidos con caudales que superaron las 1500 toneladas de agua cada segundo en Castejón, seis de ellos entre 2000 y 2011 y ocho de 2011 a 2022. A pesar de haber disminuido las precipitaciones, estos eventos crecen en frecuencia y en cantidad, calculé un incremento en torno a 100 toneladas de agua por segundo cada década.

¿Qué están haciendo otros países de Europa para para evitar inundaciones en zonas inundables?

–Si se refiere usted a los más avanzados, seguir las indicaciones de la DMA y escuchar a los expertos. La retirada estratégica avanza como la solución más efectiva.

¿Qué estación le preocupa más?

–Ninguna en particular. Hemos tenido eventos extremos en cualquiera de las cuatro en la última década.

¿A más sequía más posibilidad de fenómenos climatológicos extremos?

–En cierto modo sí, la sequía es una maldición para la vida, pero también hay un aspecto geológico que no se suele considerar: el suelo seco es incapaz de retener e infiltrar el agua de lluvia cuando ésta vuelve como una aparente bendición. El suelo semisaturado lo hace, el suelo seco provoca erosión, arrastre y a la larga un empobrecimiento de la tierra, la capa fértil, las plantas, los ecosistemas y las comunidades que los habitamos.

¿Qué se debería haber hecho en municipios como Burlada para prevenir el impacto de la última inundación?

–El río llegó a la calle Mayor y a la Casa de Cultura, esto no había ocurrido nunca, como se suele decir. La magnitud de la crecida del pasado diciembre es la crónica de una riada histórica de verdad. Habría que hacer un estudio amplio de cómo se ha transformado la dinámica fluvial aguas arriba y recuperar zonas de expansión, vegetación y llanura aluvial, pero conlleva desandar y deshacer antiguas políticas especulativas y de una vez por todas comenzar una retirada estratégica de verdad, lo cual no es una derrota, sino una manera de garantizar el bienestar de las comunidades entre sí y con su entorno. Es así de simple, o eso o seguir perdiendo vidas y dinero en reparar algo que más temprano que tarde volverá a ser devorado por las aguas.

¿Qué pueden mejorar en sus intervenciones instituciones como el Estado, el Gobierno de Navarra, la CHE o la Mancomunidad para que no haya este tipo de inundaciones?

–Las inundaciones van a seguir produciéndose, lo que hay que buscar es cómo adaptarse a algo que es natural y cada vez más recurrente e intenso. El peor enemigo para la convivencia de las comunidades con su río es la arrogancia del ser humano que ya habita en las instituciones con sus políticas para favorecer la especulación urbanística. Ahí es donde hay que actuar.

¿Llegará un momento en el que tengamos que desalojar zonas no tan próximas a ríos?

–Lo vamos a hacer, nos guste o no, por las buenas o por las malas. Sería deseable hacerlo de la primera manera.

¿Qué zonas de Navarra son las más vulnerables y qué medidas de peso son necesarias aunque requieran una gran inversión?

–Las zonas más vulnerables son las más expuestas, aquellas donde se ha construido de manera desmesurada sin conocimiento. El caso de Tafalla en julio de 2019 fue la mejor lección de los últimos tiempos. La Directiva Marco del Agua (DMA, 2007, CE) pone el acento a que los Estados den más espacio a los ríos, teniendo en consideración el mantenimiento y el restablecimiento de las llanuras aluviales, así como medidas para prevenir y reducir los daños a la salud humana, el medio ambiente, el patrimonio cultural y la actividad económica a largo y no a corto plazo. Estos planes de gestión del riesgo de inundación deben ser revisados periódicamente y en caso de necesidad actualizarse, teniendo en cuenta las repercusiones del cambio climático en la incidencia de inundaciones. El principio de solidaridad (DMA 2007, CE) adquiere así un papel protagonista en la gestión del riesgo de inundación, quedando rechazadas las actuaciones locales que lo único que hacen es derivar el problema aguas abajo en la falsa creencia de poder acometer acciones “contra” las inundaciones en un determinado tramo en perjuicio de las comunidades a las que habitualmente se les encañona un caudal que, en cuanto pueda, se expandirá e inundará lo primero que encuentre, sean huertas, granjas, polideportivos, zonas residenciales o bosques de ribera: podemos intentar disminuir el problema en la Rochapea pasándolo a San Jorge. Las consecuencias de no haber comprendido el principio de solidaridad de la DMA siguen siendo nefastas porque el auzolan no consigue entrar en las mentes formadas en aquel mundo de expansión y crecimiento que ya no existe.