El arte es la mejor herramienta para entenderse a uno mismo. Así lo conciben los artistas del proyecto El Muro de la Vida, que consiste en doce piezas en forma de caja vacía, doce pequeñas esculturas de barro y una treintena de fotografías que adornan el Parlamento de Navarra hasta el día 18 de febrero. Esta exposición se enmarca dentro del programa Arte como herramienta social, impulsado por el Museo Oteiza, que acoge a colectivos en riesgo de exclusión social, desarrollando proyectos de integración mediante la práctica artística.

Así, a través del arte, algunos pacientes del Hospital de Día de Adicciones Zuria que se encuentran en proceso de rehabilitación han querido exteriorizar sus frustraciones, deseos e inquietudes. Todo ello tomando como tema principal la soledad.

La soledad es uno de los temas que más se repite en consulta. Queríamos abordar esta temática en el sentido de desocupar lo material para permitir que aparezca algo nuevo”, explica Arantza Pérez, terapeuta ocupacional del centro.

Pérez señala que los pacientes ya habían trabajado con elementos artísticos con anterioridad, pero nunca de esta forma. “La idea era salir de esa estructura individual, de las paredes del hospital... Lo que queríamos era que compartieran entre todos sus historias”, añade. En el centro llevan a cabo actividades y talleres donde los pacientes pueden dar forma a sus emociones, por eso a Pérez le gustó la idea de trabajar en torno a Jorge Oteiza y sus obras. “La creatividad es muy importante”, declara.

"La soledad es uno de los temas que más se repite en consulta y queríamos abordarlo"

Arantza Pérez - Terapeuta del Hospital de Día Zuria

EL PROCESO

 “El primer paso es una visita al museo. Luego yo, como educadora, cojo pistas de qué les puede gustar más”, manifiesta Aitziber Urtasun, responsable del Servicio de Educación Estética de la Fundación Museo Jorge Oteiza.

Las obras se han realizado en el propio hospital durante un periodo de dos meses en el que los artistas han podido conocerse mejor, tanto a sí mismos como al resto de participantes. “Ellos están acostumbrados a hablar de su problemática de forma individual, pero compartir sus historias es otra cosa. Además, la idea no era hacer algo bonito, sino buscar la forma de expresar. Lo importante es el mensaje”, puntualiza Pérez. 

La serie de Cajas Vacías del escultor Oteiza fue el punto de partida. “Han partido de una misma base pero cada uno la ha construido y pintado por su cuenta, a su manera. Por ejemplo, hay cajas más abstractas que otras. Dentro de la individualidad de cada caja se creó un grupo de trabajo”, añade la experta.

Asimismo, las fotografías que completan la exposición, realizadas por Villar López, retratan todo el proceso creativo de esas seis sesiones de trabajo en las que el arte se utilizó como herramienta terapéutica.

LOS ARTISTAS

Anabel López es una de las participantes del proyecto. Entusiasmada, explica que su obra se basa en la poesía. “A Oteiza le encantaba la poesía y yo comparto con el él la escritura”, señala. Con recortes de textos y otras manualidades, López destaca que los materiales que iba colocando tienen mucho que ver con la muerte. “Quería plasmar la incertidumbre del qué va a pasar el día de mañana”, expresa. 

Además, López también compartía con Oteiza la espiritualidad. “Soy una persona religiosa y justamente Oteiza habla mucho de la vida y la muerte desde un contexto espiritual”, recalca la artista. 

Para López la experiencia ha sido positiva. Entre risas, añade que “esa hora de taller me sabía a poco”.

La paciente Anabel López junto a su obra. Unai Beroiz

Otra de las participantes de la exposición es Maite Bernal, quien asegura que se lo pasó “bomba” en las sesiones de trabajo. “En mi caso, el concepto de soledad lo tenía muy claro, pero no sabía cómo representarlo”, declara. 

“¿Qué voy a hacer yo? ¿Cómo va a quedar?”. Estas son las primeras preguntas que se hizo Bernal cuando le propusieron colaborar en el proyecto. “Siempre te da un poco de miedo lo que piensas que no sabes hacer”, reconoce. Pero con esfuerzo y, sobre todo, con mucha ilusión, Bernal supo darle forma a sus emociones. “Corté algunas plantas del jardín, elegí colores alegres para pintar la caja y al final, poco a poco, fui construyéndolo todo”, expresa.

Así, el arte se encarga de dar vida y sentido a las emociones y, especialmente, de demostrar que desde un mismo punto de partida se pueden llegar a muchas soluciones diferentes.

La paciente Maite Bernal junto a su obra. Unai Beroiz