Amaia Kowasch (Pamplona, 1990) encara este 8-M constatando el cambio “muy potente” en los últimos años en torno a esta fecha, con “gente muy joven” en la calle. Un cambio generacional especialmente en Pamplona indisociable del 'caso de La Manada' y de su tratamiento mediático. La reciente violación de una mujer en la Plaza del Castillo ha vuelto a poner de manifiesto la existencia de esta lacra social. Como experta en género, Amaia Kowasch publicó en 2018 el libro Tejiendo redes. Sareak ehotzen. Mujeres solidarias con los presos del Fuerte de San Cristóbal (1939-1945), y se encuentra ultimando un nuevo ensayo de memoria histórica con perspectiva de género. Para ella, “la clave” está en la educación. “Hay que saber de dónde venimos y de qué bases, y contar nuestra historia”. Aboga por educar de una forma un poco más reflexiva” y reclama “incentivar mucho más las investigaciones dirigidas hacia las mujeres”. 

¿Cómo llegó a su primera investigación?

–Por mi abuela. Siempre había oído hablar en casa de lo que había hecho con los presos del Fuerte y de su militancia política activa. Cada vez que me llevaban mis padres a los homenajes a fusilados y represaliados, pensaba que mi amona no estaba visivilizada y todo era masculino. Y pensé en la importancia de las preguntas.

Estudió la solidaridad de un grupo de mujeres con presos de Ezkaba. 

–Las que perteneciendo a un partido político, militaron en apoyo a los presos. Y las mujeres familiares de presos. La mayoría de ellos no eran de aquí, porque se aplicaba la política de alejarles de sus lugares de origen. Sus familias se organizaron desde sus lugares para poder llegar hasta aquí y hacer visitas, y las mujeres de Pamplona también les apoyaron. 

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8M: la lucha de 8 mujeres por la igualdad Itxaso Mitxitorena

¿Su abuela lo hizo por militancia?

–Sí, en el Partido Comunista. Yo era muy pequeña cuando falleció. Guardamos una caja vacía, que ha sido muy importante en casa. Al crecer me enteré de que la hicieron los presos en agradecimiento a ella. Esto que hicieron mi abuela y sus amigas ha pasado diluido en la historia y parece que las mujeres en la guerra fueron solo víctimas, rapadas, paseadas y agredidas sexualmente. Lo fueron, pero también intervinieron como partícipes de la sociedad. Sacaron adelante a las criaturas, lucharon dentro de lo que podían luchar. Está claro que quienes hacen la guerra son los hombres, pero si te preguntas qué pasó, te vas encontrando que era tan importante un hombre en el frente, luchando por la república, que una mujer subiendo comida y ayudando a los presos del Fuerte, o llevando clandestinamente cartas. El problema es cómo valoramos esos trabajos. Se valora más las participaciones de los varones, como más valientes. Al fin y al cabo eran lo mismo, porque una cosa no valía sin la otra. 

Y después, el régimen franquista.

–Ahí están los textos de la Sección Femenina. Mi madre fue educada en eso, aunque luego haya sido muy crítica con todo. Podemos entender muchas cosas de hoy en día sobre los hombres y las mujeres viendo de qué educación venimos, totalmente católica, en la que la iglesia participó en esa dictadura, y donde los roles estaban muy marcados: mujer al hogar, hombre a lo público. Venimos, tampoco hace tantos años, de una sociedad totalmente patriarcal y sin miedo decir que lo era. Conocemos a gente que ha vivido eso. 

Tras esa dictadura, llegó la Transición, donde políticamente la hegemonía volvió a ser masculina. 

–Nació el movimiento feminista, que es lo más importante que tenemos hoy día. Fue una Transición dirigida, por llamarla Transición. No se eliminaron los poderes estructurales del franquismo. El poder judicial cambió de nombre, pero seguían los mismos, como en la policía. Por eso participo en Sanfermines 78: Gogoan! Un hecho que golpeó muy fuerte a toda la ciudad. ¿Transición a la democracia? Muy dirigida, muy pactada y con mucha represión. Con todo, ahí nacieron muchos movimientos. El feminista es uno de los más importantes, y atraviesa todos los aspectos de la vida, la forma de vivir.

¿Cuáles son los retos del feminismo?

–La política tiene que escuchar a la calle, y si dejamos de estar en la calle habría un problema. 

"En el movimiento feminista vienen generaciones fuertes, que no quieren seguir viviendo de esta forma, volviendo a casa con miedo”

Pero en la calle también hay mucha gente que no milita en nada.

–Sí, pero en el feminismo hay un movimiento ahora muy potente, muy cambiado respecto a cuando yo era pequeña. Ahora veo caras más jóvenes que yo y me hace más ilusión. Vienen generaciones fuertes, que no quieren seguir viviendo de esta forma. Volviendo a casa con miedo, por ejemplo.

¿Cómo se dan pasos en ese sentido?

–Con educación. Es fundamental.

Se supone que esa conquista ya tendría que estar lograda.

–Si todos los cambios que hizo la República en su momento, no hubieran sido paralizados por un golpe de Estado militar, que llevó a una dictadura militar con unas bases totalmente machistas y patriarcales, probablemente hoy estaríamos en una sociedad mucho más avanzada. Después no hubo una ruptura tan radical como tendría que haber sido. Si según la Constitución somos iguales todas y todos, vamos a poner esto en práctica. Para eso tienes que educar y socializar. Desde la prensa, hasta el ámbito educativo. También en la publicidad, en la que no se nos vea como objetos. Todo va de la mano. Tiene que ser un cambio en el que la política es muy importante, pero en el que nosotras estemos ahí. No podemos dejarlo en manos de la política; no me gustaría, porque no me fío. 

Apostar por la cultura, en todas sus ramas.

 –Sí, está hecha de unas costumbres que tenemos, pero también muy dirigidas a lo que le interesa al capital. 

Destaca la juventud de las manifestantes. ¿Ve a hombres también?

–También. No es una lucha entre hombres y mujeres. Son dos procesos diferentes. Las mujeres nos tenemos que empoderar y los hombres tienen que ser conscientes de que también han sido educados en un marco machista. Ellos tienen que hacer un proceso y nosotras tenemos que hacer otro. Son muy diferentes, porque nos han educado de forma muy diferente. En este caso las perjudicadas somos nosotras. La voz, en principio, tenemos que levantarla nosotras, pero los hombres tienen un trabajo muy grande, y un camino de nuevas masculinidades, actitudes y comportamientos.

“Hay que educar y socializar, desde la prensa hasta el ámbito educativo. También en la publicidad. Todo va de la mano”

Al mismo tiempo están brotando ideas reaccionarias, abono para un neomachismo. ¿Le preocupa?

–Yo no quiero ser como un alto ejecutivo que se dedica las 24 horas del día a tener poder, prestigio, estatus, privilegios... Yo no quiero aspirar a esa igualdad. Y esa igualdad igual no molesta tanto. Mientras la mujer se vista un poco más masculina y entre dentro de esos cánones, igual eso no chirría mucho. Yo, por ejemplo, quiero trabajar, pero también socializar, criar... y no quiero conciliar. Yo quiero que una crianza sea parte de mi vida. Y quiero disfrutar de ella, y se tiene que contemplar como una parte de la vida, y todas tienen que tener un espacio.

Como en todas las luchas sociales, son procesos a largo plazo. 

–Sí, claro, y más aquí, con la historia que tenemos.

¿Su próximo libro?

–Sobre las mujeres navarras asesinadas del 36 al 48, en principio más de 90, no solo aquí, sino también en la cárcel de Ventas en Madrid, en Barcelona, en campos de concentración nazis, en campos de concentración en Francia... Desde milicianas a estudiantes de biología a las que estaban en el hogar. Un perfil muy diverso. Y los castigos fueron múltiples. 

La generación de las nietas ha tomado el testigo reivindicativo.

–Y qué curioso que sean mujeres la mayoría. La mayoría de las que me dieron testimonio lo eran, y guardaban un montón de información.  

¿Y eso?

–Porque normalmente las transmisoras de memoria somos mujeres, ya que estábamos mucho más en el hogar. En la cocina, por ejemplo, en esa parte de intimidad las conversaciones eran más de mujeres. También por el tipo de crianzas e igual por los vínculos que se crean.