pamplona - La plataforma ciudadana Euskal Herria Batera! ha propuesto, en tiempos de confinamiento, celebrar un Aberri Eguna diferente: desde los balcones y con un homenaje especial a quienes más están padeciendo el coronavirus. Ha sido una iniciativa rápida, pero Amaia Nausia Pimoulier (Pamplona, 1982), doctora en Historia, autora y portavoz de la plataforma en Navarra, espera que sirva para que la sociedad haga una reflexión sobre la importancia de permanecer unidos frente a la adversidad, sin que la unidad signifique monolitismo ni imposición sobre otros. "Si los símbolos los utilizamos para enfrentarnos al vecino, mal vamos".¿Cómo surge la iniciativa?

-Está impulsada por la sociedad civil, es una plataforma ciudadana. Al final es un proyecto humilde, no hemos inventado nada: responde a una necesidad que se veía desde hace mucho, no solo en torno al Aberri Eguna, sino a conseguir y reivindicar intereses comunes como sociedad. Lo hemos hecho en poco tiempo, no tenemos una gran maquinaria, y queremos que se vea el valor de la comunidad y de la fuerza que pueden tener sus actos.

¿Cuál es el objetivo?

-No somos los primeros en pedir un Aberri Eguna unido. En nuestro manifiesto hay diferentes voces, y nuestro objetivo no es dar una imagen monolítica, sino transmitir que somos un pueblo que puede actuar en comunidad desde lo diverso. Esta situación nos ha brindado la posibilidad de llevarlo a cabo y queremos agradecer y construir comunidad. Si algo podemos aprender de esta situación tan dura es que podemos salir reforzados como sociedad, pero para eso tendremos que hacer una reflexión profunda.

¿Qué actos se van a llevar a cabo?

-No tenemos grandes pretensiones. Hemos creado la página web aberrieguna2020.eus, donde queremos recoger las fotos de la iniciativa que hemos lanzado para que la gente se fotografíe con la bandera o el símbolo que reconocen como propio. Se está hablando de la ikurriña, de la bandera de Navarra, pero no queremos centrarnos en unos símbolos u otros porque aquí también hay diversidad. Que cada uno se fotografíe con el que se sienta más cómodo. Después, con eso, haremos un mosaico que forme el mapa de Euskal Herria.

¿Qué se va a hacer el domingo?

-Hemos pedido a la gente que a las doce y media y desde los balcones haga un minuto de silencio en recuerdo de las personas que se han quedado por el camino y por quienes nos están cuidando. Después, en colaboración con las radios (de momento, toda la red de Euskal Irratia), reproduciremos dos canciones para que se canten: Txoria txori e Ikusi mendizaleak.

¿Con qué os daríais por satisfechos?

-Nos conformamos si de esto salimos con la convicción de que unidos tenemos más fuerza, y de que ir por separado nos debilita. También con que se refuerce la idea de comunidad, de lo común y lo comunal.

¿Cree que esa unión a la que se apela debería darse también el resto del año?

-Creo que en general falta un poco de cultura democrática. Una sociedad democrática es aquella que puede decidir por sí misma, que es madura y consciente, y para eso faltan mecanismos, incluso cultura de discutir. Porque no hay una única Euskal Herria, cada uno la siente a su manera, y hay que saber poder debatir y estar en desacuerdo y que eso no impida poner en el centro lo común. Creo que en ese sentido todavía cojeamos un poco.

¿Hay una guerra de banderas en Navarra?

-Nosotros hacemos un llamamiento a colgar la ikurriña o la bandera de Navarra u otros símbolos, pero habrá, por ejemplo, quien ahora mismo se sienta más representado por la bandera morada feminista. Los símbolos van evolucionando, ahora nos identificamos con unos, e igual en cien años con otros. En Navarra creo que tenemos un problema identitario, una sociedad polarizada con una unión muy sentimental a los símbolos. A veces, eso viene fomentado por los partidos. Eso hace que estemos enfrentados, y es otro síntoma de falta de cultura democrática. Tenemos que entender que discutir es algo normal y propio de una sociedad democrática. No opinamos igual, pero podemos convivir, podemos centrarnos más en aquello que nos une que en lo que nos separa.

¿Sobra pasión en los símbolos?

-Estamos ligados emocionalmente a nuestros símbolos, que relacionamos con nuestras vivencias, con nuestra forma de ser, con nuestro entorno. Yo no puedo dar lecciones en ese sentido, porque soy la primera que se siente muy identificada en lo sentimental, pero tampoco le puedo decir nada a mi vecino si él tiene otros símbolos. Volvemos a un problema de cultura democrática: a veces vemos las banderas como agresiones a los otros, y si yo la saco para fastidiar a mi vecino, mal vamos. Los símbolos no pueden ser impositivos, yo no creo en una sociedad así, sino en una sociedad democrática, que tiene que tener sus instrumentos para decidir.

Muchos actores del espectro nacionalista se han unido. ¿Deberían unirse también para otros actos?

-La sociedad civil no puede tener una actitud pasiva, a expensas de lo que los partidos hagan. Este llamamiento es a los partidos, pero también a los sindicatos, a las asociaciones, y al ciudadano de a pie. Lo importante es no decirle a la gente lo que tiene que hacer. La apuesta es unir, no dividir.