No hay nadie en Imárcoain. Literalmente, cuatro gatos: dos bajo la sombra de un carro y otros dos observan el paseo principal, que serpentea cuesta arriba-cuesta abajo dos hileras de casas de pueblo grandes, con fachadas blancas, buena sillería de piedra y tejados nuevos. Al fondo, ya casi en el campo, una urbanización más reciente, de unifamiliares más bajos y sencillos, construida en algún pelotazo del ladrillo. El día es despejado, de sol y calor. Alguna rapaz vuela por el cielo raso. Los campos, al pie mismo de las casas, están recién cosechados, amarillos. A un costado, la sierra de Tajonar, verde; al otro, la higa de Monreal, con su calva pelada. No hay un ruido. Parece un cuadro de Basiano. “Este es mi refugio”, dice, de primeras, Idoia Villanueva Ruiz (17 de julio de 1980, Pamplona). Cuando se vive en un avión, siempre de viaje, siempre con el teléfono colgado de la oreja y pendiente de mil cosas -es lo que tiene ser uno de los pesos pesados de un partido de Gobierno-, descansar aquí tiene que parecerse bastante a un refugio de todo, un sitio para desconectar. Pero este sitio también es Europa. Y desde aquí hace la eurodiputada navarra de Unidas Podemos un balance de lo que va de legislatura.

¿Qué balance hace del tiempo que lleva en el Parlamento Europeo?

-Europa tiene que elegir qué rumbo tomar. A diferencia de los recortes de 2008, Europa ha optado por una salida en común, sin dejar a la gente atrás. Pero tenemos problemas, fundamentalmente unas instituciones europeas que siguen estando obsoletas para afrontar estos grandes retos, como el cambio climático o la pandemia. Europa tiene que decidir qué quiere ser, y los Derechos Humanos no pueden ser una opción. Y es algo que estamos empezando a ver en Polonia y Hungría.

¿Crees que esa falta de coordinación contribuye a pensar que el proyecto de la UE no es sólido?

-Europa ha crecido muy rápido. Ha crecido por el mercado común, pero no por los principios. Es necesario volver a acordar unos principios comunes, de defensa de las minorías, de defensa de derechos, de justicia social, y para eso hace falta una reforma profunda de las instituciones.

¿El modelo está en crisis?

-Las instituciones multilaterales han sufrido mucho. Ha habido menos financiación, se ha visto con la ONU o la OMS, que ha hecho que el poder se ejerza desde otras esferas. Eso hace que el mundo se convierta en una jungla en el que gana el más fuerte. Y ahí, en algunas ocasiones, nosotros seremos el eslabón más débil. Reforcemos esas instituciones, y hagámoslo con nuestros principios.

¿Se puede hacer eso con un Parlamento Europeo lleno de antieuropeístas, racistas, xenófobos...?

-Tenemos que tomar conciencia de que afrontamos retos globales que no vamos a poder encarar solos. Necesitamos hacerlo de abajo arriba, y no atendiendo a los gritos que se pueden soltar en un Parlamento.

Es que da la sensación de que Europa está construida de arriba hacia abajo.

-La única institución elegida es el Parlamento Europeo, que no tiene capacidad de iniciativa legislativa. La Comisión tiene las decisiones limitadas; el Consejo actúa por presión de los Estados. Hay que democratizar esas instituciones.

¿Cómo se puede hacer esto?

-Yo una de las primeras cosas que reformaría es la fiscalidad, para que no haya paraísos fiscales dentro de la UE. También hay que reforzar los derechos de las minorías. Y hay que dejar de elegir a los comisarios en acuerdos opacos. Hace falta una reforma del Banco Central Europeo para que ayude a la estabilidad de los Estados, no para que haga negocio.

Usted estuvo cuatro años en el Senado, sabe bastante de instituciones obsoletas...

-Ha quedado en el imaginario colectivo que el Senado no sirve más que para retirar a los elefantes políticos. Y resulta que es la última llave de control, y para cualquier reforma constitucional se necesita el Senado. Tendría que dejar de replicar al Congreso y centrarse en representar a los territorios.

¿Se parece la política europea a la estatal?

-En Europa la mirada es más larga. Son instituciones lentas, complejas, pero creo que siempre tienen una mirada más larga. Es la principal diferencia.

¿Son los fondos europeos una oportunidad para reenganchar a la sociedad con la UE?

-Los fondos tienen que servir precisamente para eso. Para luchar contra el cambio climático, para mejorar la cohesión territorial, para mejorar la igualdad. Ahora bien, vemos con preocupación cómo pueden ser usados. Hemos pedido que los fondos no puedan llegar a las grandes empresas del Ibex 35 que tenga deudas con pymes y autónomos en determinado plazo.

¿Ese es un riesgo real?

-Es un riesgo real. Tenemos corporaciones con mucho poder en el país, debemos estar vigilantes para evitar que esos fondos vuelvan a quedarse en el Ibex 35. Los tiene que notar la gente en su día a día.

Hablando de empresas con poder, siempre se oye que en la política europea tiene mucho predicamento el lobby. ¿Hay también lobbys aquí?

-Sin ninguna duda. En España hay lobbys muy fuertes que marcan las decisiones políticas de nuestro país. Lo que pasa es que en Europa hay una lista de lobbys, están inscritos, incluso hay grandes empresas que tienen oficinas en instituciones europeas. Hay que contar con las necesidades del empresariado, pero no se puede permitir que marquen el rumbo. En general, falta transparencia en ese sentido.

¿Se va a poder fiscalizar el destino de esos fondos europeos?

-Ese va a ser nuestro trabajo. Hay un compromiso para que muchos de esos fondos puedan ser utilizados directamente por las comunidades autónomas, además.

Europa va de crisis en crisis. La última, la de Afganistán. ¿Cómo la ha visto?

-Creo que lo más importante es actuar sobre la crisis humanitaria, con visados específicos para garantizar la salida de las personas que van a ser perseguidas por los talibanes. Debemos cambiar intervenciones militares, que terminan volviendo como un boomerang, por cooperación. Si alguien piensa que levantando muros y señalando a personas de otro origen o religión vamos a vivir en paz, se equivoca.

¿Cómo ha visto el proceso de evacuación?

-Creo que el Gobierno de España ha actuado rápido y bien. Pero ha quedado de manifiesto la falta de coordinación europea. Y tras los atentados se han visto imágenes dolorosísimas.

El caso de la familia de Aziz, refugiado afgano casado con la tudelana Silvia Arrastia, ha sido muy sonado.

-Muchos siguen allí, como la familia de Azizullah y Silvia. Hay que seguir evaluando todas las posibilidades para ayudar a la gente a salir de allí, pese al anuncio del fin de los vuelos.

¿Qué podemos aprender de lo que ha pasado en Afganistán?

-La necesidad de poner fin a las intervenciones militares en países extranjeros y dejar de hacer una política seguidista a Estados Unidos. Ahora, sin vuelos, vamos a empezar a ver un éxodo terrestre que llegará a Europa. España debe activar el artículo 38 de la Ley de Asilo para el traslado rápido de solicitantes de asilo.

¿Se esperaba que la política europea iba a ser así?

-Nos ha tocado una situación excepcional, con todo esto de la pandemia. A veces es frustrante la lentitud con la que las instituciones avanzan, pero Europa es un lugar importante en el que estar para tejer complicidades y acuerdos que mejoren nuestra vida.

¿Cómo se ve la política navarra desde Bruselas?

-Le veo buena salud a la coalición de Gobierno. Creo que en esta segunda parte toca afianzarse en ese acuerdo programático y demostrar que es un Gobierno progresista y de izquierdas. Toca acometer esa reconstrucción post-pandemia desde políticas progresistas, que son la seña de identidad de este Gobierno.

¿Cómo ve el papel de sus compañeros de Podemos?

-Pese a tener una presencia muy modesta en el Gobierno de Navarra, somos clave en el apoyo al Gobierno en vivienda, en políticas sociales. Creo que se está haciendo bien en igualdad y migraciones, me parece un ejemplo muy gráfico que en lugar de señalar a menores no acompañados, Navarra es la primera que tiene un plan de adaptación para ellos cuando cumplen 18. Creo que somos importantes para que no se dejen de hacer políticas de izquierdas.

Se dice que en Europa se pacta con menos reticencia. ¿Es algo que tenemos que importar de allí?

-Yo creo que Navarra es un ejemplo de pluralidad. Como sociedad, necesitamos unirnos para defender derechos fundamentales que hoy están en riesgo. Tenemos una derecha secuestrada por una ultraderecha que cuestiona derechos LGTBI, de mujeres... Salgamos de la apolítica y pongámonos de acuerdo para defender derechos. Los gobiernos de coalición son sanos y han venido para quedarse.

¿Cómo ha visto el papel de su partido en el Gobierno del Estado?

-Creo que el papel ha sido esencial para actuar diferente en esta crisis, Y lo va a seguir siendo, porque tenemos ministras de mucha calidad y queda mucho por hacer, desde el punto de vista fiscal, educativo, de derechos de vivienda...

¿Cómo vivió la salida de Iglesias?

-Él era consciente de que producía un techo en el desarrollo de la organización. Podemos es mucho más que Pablo Iglesias, hay otras figuras comprometidas y con talento, como Yolanda, Ione, Irene... Después de una reflexión conjunta, necesitamos coralidad, en el Gobierno y en el partido. Creo que Podemos está en un momento en el que puede aspirar a ser primera fuerza de Gobierno.

¿Y la llegada de Ione Belarra?

-Es una persona muy comprometida, muy trabajadora, sabe sacar lo mejor de los equipos que le acompañan. Es consciente de la necesidad de tener liderazgos corales, de repartirse el trabajo.

También ha habido cambios en Navarra. Begoña Alfaro es la nueva secretaria general. ¿Ha hablado con ella?

-He hablado con ella, sí. La veo muy ilusionada y consciente del reto. Viene de los movimientos sociales, de la PAH, conoce bien el tejido social de Navarra y sabe que toca hacer trabajo de hormiguita. Hay que conocer bien la sociedad para tejer complicidades. Con Begoña ha vuelto un cúmulo de ilusión. Y hacía falta recuperar esa energía.

En dos minutos

¿Qué nota le pone a la gestión del Gobierno de Navarra?

Un bien. Y ahora toca reforzar las políticas de izquierdas para llegar a un notable.

¿Cuál ha sido el mayor acierto del Gobierno foral?

Ponerse de acuerdo, entre diferentes, para un horizonte programático común. Y la gestión de la pandemia, priorizando la salud.

¿Y su mayor error?

Haber hecho seguidismo del Estado.

¿Cuál ha sido la restricción que más le ha condicionado?

La movilidad entre comunidades autónomas, que no me ha permitido ver a gente muy querida en mucho tiempo.

¿Hemos aprendido algo con la pandemia?

Que todos dependemos de todos y que solo en común se sale de los grandes retos.

¿Qué lugar de Navarra ha descubierto recientemente?

He redescubierto Isaba y Belagua. He vuelto a admirar el monte Anie. Mi reto es poder subirlo alguna vez.

¿Cuál es el principal reto de futuro que tiene Navarra?

Cuidar su pluralidad, enorgullecerse de ella, y usar los fondos europeos de una forma inteligente y sostenible.

¿Del 1 (izquierda) al 10 (derecha), dónde se sitúa?

Qué difícil: ¿en el 3?

Twitter, Facebook o Instagram, ¿qué red social prefiere?

Instagram para la parte más personal; Twitter para posicionamientos políticos; Facebook para desarrollar debates con un poquito más de sosiego.

Diga una palabra en euskera.

Ur eta lur. Agua y tierra.

¿Qué es Madrid para usted?

Una ciudad donde tengo muchos amigos. Y en política, un sumidero de falsos debates.

¿Y Europa?

Una realidad en la que es necesario estar para tejer acuerdos y cambiar nuestra realidad.

¿Necesitamos más autonomía?

La autonomía siempre es buena, pero creo que hay que desarrollar mejor la que ya tenemos.

¿Sobran impuestos?

No. Probablemente, falten algunos para distribuirlos mejor.

¿Qué haría este fin de semana si tuviera 20 años?

Trabajar para irme a estudiar en septiembre a Donosti.

La convivencia en Navarra pasa por...

Dejar fuera los absolutismos, garantizar derechos fundamentales y ser capaces de llegar a acuerdos.

¿Dónde se ve en cinco años?

En cualquier lugar que me motive y donde siga aprendiendo.