La fiereza de la pandemia en los casi dos años que han transcurrido desde que se notificase el primer caso de coronavirus en Navarra ha golpeado a todos los niveles sanitarios. Y también a los Médicos Internos Residentes (MIR).

Según una reciente encuesta del Colegio de Médicos de Navarra, en este periodo los residentes han sufrido "una alteración importante en los programas formativos, un sobreesfuerzo laboral, deterioro académico y una afectación negativa en su estado de ánimo", perjuicios claramente influenciados por lo delicado y lo prolongado de la situación sanitaria. Entre otras cosas, algunos han tenido que apartar su especialidad para echar una mano en lo más urgente; otros, compensar la falta de actividad con más estudio. Hablamos con cuatro de los 553 médicos que realizan su residencia en Navarra para que nos cuenten cómo han vivido estos dos años.

CARLOS SANZ

Residente de 4º año de Traumatología

"Fue un parón en dotes quirúrgicas"

El área de Traumatología fue una de las más afectadas al inicio de la pandemia. El confinamiento bajó los niveles de los accidentes a niveles casi mínimos, y se paró la actividad quirúrgica. A Carlos Sanz, residente de quinto año, le tocó en su tercer año de residencia.

"Entre marzo y junio fueron unos meses en los que se suspendió la actividad casi por completo, dejando lo mínimo indispensable", comienza a relatar. En este área solo se atendían "pacientes de urgencias, revisiones o tumores óseos", por lo que "se vio bastante parada la formación" al no haber actividad normal y demorarse muchas operaciones. Sin embargo, creció otro tipo de atenciones, las de accidentes domésticos. "En traumatología siempre tenemos pacientes porque si hace bueno se sale más a la calle, y si hace malo hay lluvia o hielo y te resbalas, la gente esquía o va a la montaña€ Y la gente en el confinamiento se puso a limpiar con escaleras, hacer bricolaje... vimos situaciones variopintas", cuenta como anécdota.

Según una encuesta del Colegio de Médicos, un 71% vieron modificado su itinerario formativo y la carga de trabajo sobrepasó al 54%

Sin embargo, vivir ese tipo de atenciones no compensó la formación propia de la residencia, según considera Carlos, que en su caso optó por equilibrarlo mediante el estudio. "Fue un periodo extraño porque esa suspensión te hacía tener mucho tiempo para dedicar a estudiar, algo que no podías tener antes. En ese sentido no vino mal. Hicimos formación a distancia, charlas y cursos online... Fue un parón en dotes quirúrgicas pero si tenías iniciativa sacabas ventaja de la adversidad", expone.

En su caso no tuvo que atender a pacientes por coronavirus, aunque sí a algunos que, "con fracturas de cadera o tobillo" estaban contagiados, sobre todo durante el confinamiento más estricto en el caso de usuarios de residencias. "Lo único que cambió era que teníamos que operar con EPI, que eran bastante incómodos y un hándicap, pero terminas por acostumbrarte y ahora es algo más", explica.

Aunque no le ha tocado de lleno, sí que sufre la carga emocional de las sucesivas olas, que hacen "minar la paciencia, porque es el cuento de nunca acabar". Sin embargo, no ha sido un mal sabor de boca en cinco años en los que su valoración "es positiva", por lo que a este segoviano -que ya se considera navarro tras 12 años en Pamplona- le "gustaría" continuar en el HUN tras su residencia. "Aunque después es un sector bastante volátil y el sector sanitario a veces es precario", duda.

ARANTXA BEZUNARTEA

Residente de 4º año de Medicina de Familia

"La sexta ola fue un horror"

La Atención Primaria ha sido la primera línea de flotación de la pandemia, especialmente en las últimas olas en las que el alto número de contagios, que también afectó directamente a los profesionales, hizo que se llegase a una situación cercana al colapso.

"Mirándolo con retrospectiva, ha sido difícil", reconoce Arantxa Bezunartea, que se encuentra en su cuarto año de residencia en la especialidad de Médico de Familia. En esta área, los MIR tienen "unas características peculiares". "Durante los tres primeros años, rotamos por un montón de servicios hospitalarios y prácticamente no estamos en el centro de salud. Estamos un mes por sitio, sobre todo en consultas externas. Somos el eterno rotante", bromea, para después explicar que al inicio de la pandemia toda esa rueda se paró en seco.

"No tuvimos rotaciones, y se tuvo que pensar qué hacíamos. También se suspendieron guardias en zonas rurales y UVI móvil, y en San Martín no se acudía a domicilios por riesgo de contagio. Desde la unidad docente se nos organizó y decidieron que algunos volviesemos a los centros de salud -donde no había atención presencial- y otros, a Urgencias como apoyo", desarrolla. Ella, junto con otros residentes, fue al centro de salud de la Rochapea, donde se les abrieron agendas nuevas de pacientes y tuvieron que atender vía telefónica, algo que antes apenas habían hecho. "Además era una patología desconocida, y hubo que atender situaciones sociales muy complicadas", recuerda.

De una forma repentina, entre los profesionales cambió la manera de atender a los pacientes, los cuadros que veían diariamente... y también la formación de unos MIR que, a pesar de que intentaron recuperar las rotaciones perdidas, hubo algunas que no pudieron volver a completar. "La pandemia nos ha perjudicado la formación, ya que cuando nos reincorporamos no seguía siendo la misma asistencia que antes de la pandemia. A mi me tocó estar en ginecología y salud mental, y al final haces lo indemorable. Eso es un sesgo porque necesitamos esa perspectiva de paciente sano. También perdimos cursos, que los de familia hacemos muchos, congresos...", lamenta.

En su caso la sexta ola, la que con más peso ha caído sobre los centros de salud, le ha tocado en la Rochapea, el barrio con más contagios de Navarra -también el que cuenta con una mayor población-. A pesar de que lo peor le tocó -por suerte- de vacaciones, sufrió al ver la carga que tuvieron sus compañeros. "He visto las agendas y había 25 pacientes por día, fue un horror", atestigua. Cuando se reincorporó la actividad había bajado, pero continuaba siendo "mucho trabajo burocrático, llamando, gestionando bajas, explicando síntomas de alarma...".

No obstante, Arantxa saca una buena lección de todo este tiempo. "Nos hemos apoyado más entre los compañeros", destaca, echando la vista atrás de una pandemia que ha ocupado la mitad de su tiempo de residente. A pesar de ello, quiere continuar en esta especialidad en la Comunidad Foral. "Soy de aquí, y laboralmente no voy a tener problemas tanto en Atención Primaria como en Urgencias", espera.

ARTURO LECUMBERRI

Residente de 4º año de Oncología

"En general todo ha sido bastante similar"

El área de Oncología del HUN ha mantenido su actividad en niveles estables durante los dos años de pandemia debido a la necesidad de tratamiento de sus pacientes. En 2020 los números de atenciones fueron similares a los de 2019, y durante 2021 estas cifras incluso llegaron a aumentar. En muchas de estas atenciones, tanto en el Hospital de Día como en planta, estuvo presente Arturo Lecumberri, al que la pandemia le sorprendió a poco tiempo de cambiar su rotación.

"Cuando empezó yo era R2 y en mayo pasaba a ser residente de tercer año. En ese momento estaba en paliativos en San Juan de Dios, y se cancelaron rotaciones", comienza a explicar Arturo, que puntualiza que en su residencia se comienza dos meses en el servicio y luego se rota, hasta casi dos años, por diferentes especialidades, como Medicina Interna, para hacer "una formación transversal". Al suspenderse los cambios de áreas, tuvo un impás de un mes en el NH Iruña Park, el "hotel sanitario" que Salud habilitó en los inicios como centro de atención domiciliaria. Pero después, ya en mayo, y "sin afectar" a su periodo formativo, regresó a Oncología.

"Al margen de los test diagnósticos que se hacía a los pacientes, todo era bastante similar", asegura Arturo, que certifica que "en el Hospital de Día los tratamientos se han mantenido casi al 100%" y en cuanto a las consultas telefónicas la gran mayoría han sido presenciales "con alguna telefónica".

La "habitual" actividad ordinaria ha supuesto que en general no haya sufrido sobrecargas de trabajo, aunque sí un "mayor número de guardias en urgencias y planta" debido a "contagios de compañeros y un desfase en la entrada de dos promociones de residentes". Sin embargo, lo han podido compensar para continuar tratando a unos pacientes que debido al miedo al contagio "se han cuidado mucho" y que quizás puedan verle durante más tiempo. "Termino dentro de año y medio, soy de aquí y me planteo como posibilidad el poder quedarme", admite.

HODEI RODRIGO

Residente de 5º año de UCI

"En algunas olas la UCI fue mi casa"

Ola tras ola, las UCI se han ido tensando y destensando, como un globo hinchado, llegando a límites cercanos a la explosión pero sin, afortunadamente, terminando por hacerse añicos. Dentro de esa frágil esfera ha estado, desde el inicio de la pandemia, Hodei Rodrigo.

"La verdad que ha sido un reto a nivel personal y profesional. Hemos vivido situaciones muy duras", expresa. Desde la supervisión de los boxes los intensivistas han visto una tasa de un 31% de mortalidad al inicio de la pandemia, teniendo que lidiar tanto con los cuadros graves de personas enfermas por un virus desconocido como con sus familias, que sufrían casi al mismo nivel que sus padres, madres o hermanos ingresados.

"El trabajo con las familias es la base. Se viven situaciones de mucha dificultad y nivel de exigencia muy alto. No es fácil atender a los pacientes más graves y ver cómo lo viven las familias. Es reconfortante cuando las cosas van bien, pero si van mal son situaciones muy duras", muestra Hodei, que saca una lección de todo este tiempo: el apoyo entre compañeros es clave para superar estos baches.

"La pandemia nos ha hecho crecer más como equipo, viendo que tenemos que aprender a apoyarnos, y así funcionamos mejor. He aprendido mucho a nivel profesional y a nivel personal", reconoce este profesional que ha estado rotando entre la UCI A -situada en el Hospital de Navarra- y la UCI B -situada en el antiguo Virgen del Camino, la que primero se llenaba de pacientes covid-. En ambas plantas, Rodrigo se dio cuenta "de lo involucrada que estaba la gente: medicina, enfermería, auxiliares, celadores... todos", los cuales formaron una familia que, en los momentos más duros, como el confinamiento de 2020, conformó "una segunda casa, y en algunas olas en la primera".

En ella, Rodrigo estima que no ha visto modificado su periodo de formación, ya que en algunos casos incluso ha permitido "una oportunidad única". "El paciente respiratorio, que es frecuente en Medicina Intensiva, ha sido el día a día. Y tratar todos los días estos pacientes te hace aprender mucho, como a utilizar soportes respiratorios especiales como el ECMO", ejemplifica.

Atender a las más de 700 personas que han pasado por esta unidad ha supuesto "un nivel de sobrecarga importante", que ha necesitado de una "capacidad de respuesta alta". Sin embargo, esto no ha hecho arrepentirse a Hodei, que sopesa continuar en Navarra después de su residencia. "Tenemos un sistema sanitario con recursos muy elevados, recursos asistenciales con una capacidad impresionante y un potencial muy alto. A nivel particular a mí me gustaría, como navarro, quedarme aquí a trabajar y seguir aprendiendo y cuidar a los paciente de la manera que se merecen", sentencia.