os libros y las flores llenaron las calles de Pamplona un año más ayer en el Día del Libro y de la Rosa, en el que 17 librerías salieron a adornar Carlos III con sus mesas llenas de libros, invitando a la gente a acercarse, mirar, tocar y preguntar. Una cita que se echó de menos en 2020, se recuperó en 2021 y este año florece de nuevo.

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A pesar de que el día prometía lluvia, una amenaza constante tanto para los libreros como para la gente que quiso darse un paseo entre los libros, el tiempo finalmente respetó la festividad hasta el mediodía y una concurrida multitud formada por personas de todas las edades participó en esta tradición tan antigua en lo que está siendo el nuevo despertar de la cultura tras los dos años de pandemia.

Así, los vecinos de Pamplona pudieron bajar a la calle y pasear de librería en librería por los 17 stands de las librerías que participaron, hojeando libros nuevos o buscando alguno en concreto y recibiendo una flor con la compra. Un detalle bonito y alegre que atrajo sobre todo a los más pequeños, quienes insistieron en comprar más libros para poder hacerse con una flor.

Este reencuentro con las tradiciones culturales que quedaron en suspenso con la pandemia lo vivieron también los libreros, para quienes el Día del Libro es la cita más importante del año. Porque además de aumentar las ventas, esta festividad es la oportunidad perfecta para acercar los libros a la ciudadanía de una forma más accesible y fácil, una propuesta no solo para los lectores habituales, sino también para aquellos que no tengan la costumbre y quieran atreverse a probar.

Y es que este formato callejero e informal invita a aproximarse y participar hasta a los más tímidos, como explicó Pablo Abarzuza, de la librería Elkar. “A mí personalmente me gusta mucho hacer esto y lo disfruto, es un día diferente porque la gente viene con una alegría y un ritmo distintos y es muy bonito porque incluso la gente que durante el año no va a las librerías viene aquí a mirar”, explicó. Para Abarzuza, el 23 de abril es un día especial dedicado a los lectores, en el que pueden celebrar su amor por la lectura, salir a la calle y disfrutarlo en el mejor de los ambientes. “Este día especialmente merece la pena recuperarlo”, afirmó.

Y ayer mereció la pena celebrarlo, porque el día fue un éxito para todos, como contó Maider Díaz, de la librería Txundarata. Se trata del día en el que más aumentan las ventas para los libreros, y por ello el recibimiento que tuvo el Día del Libro de este año destacó también por lo provechoso que fue. “La gente está muy animada y la mayoría se llevan más de un libro, no solo uno”, relató Díaz. “Muchos vienen a buscar algo concreto, pero si no lo encuentran se quedan a mirar otras cosas. Para nosotras es una fiesta, la más importante, y es una gozada poder salir a la calle, porque viene mucha más gente que a la librería, es más accesible y más cercano”, añadió.

Para Giorgia Saiu, de la librería Arcos, también se trata de un día muy importante que coge con muchas ganas e ilusión por encontrarse con sus clientes habituales y también con gente nueva. “Compren o no compren, las personas vienen y saludan”, relató, afirmando que es una tradición que “se ha perdido con la pandemia” pero que está volviendo de nuevo. “Los días así vienen muy bien, tanto por las ventas como por la ilusión que nos da”, explicó Saiu, quien se mostró sorprendida desde el inicio del día por la cantidad de gente que había aparecido pese al mal tiempo.

Míriam Ibarrola, de Librería Míriam, también habló de lo agotadores que son estos días para ellos. “Exige mucha preparación y la logística de traer todo aquí es muy complicada”, contó. Una idea que compartió Xabier Maeztu, de Katakrak: “Es un día cansado porque tiene mucho trabajo previo y posterior, pero en general es un día bonito que hace mucha ilusión celebrar”, explicó. Para él, la diferencia principal radica en que en la calle se encuentran con gente que de normal no ven, porque en una librería “vienen a algo muy concreto y aquí se ve que tenemos un público mucho más amplio”.

Lo mismo opinaba Daniel Rosino, de Walden, quien puntualizó que no faltó gente. “Esperamos vender mucho, pero sobre todo compartir un poco la calle con la gente. Salir, que se nos vea y hacer un poco de ruido”, aseguró. Y es que lo que buscan los libreros como Rosino es acercarse al público y “que la gente vea los libros y les pierda el miedo”, para fomentar la lectura desde las relaciones directas y el cara a cara, tan importante para la sociedad en estos momentos.

los lectores, la otra cara Los aficionados a la lectura, por su parte, no tardaron en responder a esta tentadora propuesta cultural. Los stands estuvieron en todo momento rodeados por la multitud y los libreros trabajaron sin descanso para atender a la multitud, que se animó a bajar a la calle y volvió a casa con uno o varios libros, una flor y una sonrisa.

Karen Obando viene todos los años a mirar libros, y ayer en concreto ya sabía lo que buscaba desde el principio. Fue El bolígrafo verde, del escritor Eloy Moreno, el libro que le acompañó a casa junto con su obligada flor. “A mí me encanta leer y creo que esto es una forma de fomentar, quizás no tanto el que la gente lea más, sino que conozca un poco más sobre los libros y se acerquen a ellos y a las librerías”, opinó, y añadió que también le parecía una idea diferente y bonita para hacer durante el día a modo de actividad.

Otros, como Cristina Ruiz, no buscaban nada en concreto y se dieron el placer de pasear por las mesas a la caza de algún libro que les llamara la atención. Para Ruiz era el primer año en Pamplona, pero no se fue con las manos vacías, como todo aficionado a la lectura que se acercó ayer a los stands. “Sabía que alguno iba a caer y he comprado Lo que no se ve, de Jesús Montiel. Es para otra persona y me ha recordado a ella”, contó. “Hay un montón de gente hoy y me alegro muchísimo, creo que no hay mejor hábito que la lectura y estoy muy contenta”, expresó, y añadió que después planeaba dar una segunda vuelta para ver si encontraba algo para sus sobrinos.

Precisamente, comprar libros para regalarlos a otros es una de las facetas más bonitas que tiene este día, ya que buscar el libro adecuado y dárselo a alguien querido es un gesto de cariño infalible. Era el caso de Inés Gabari y Patxi Sarmiento, quienes acuden todos los años a la cita y se llevan alguno para sus hijas ya mayores. Para ellos, regalar libros es “una manera de que la corriente siga”, como explicó Gabari. “Yo creo que es muy importante, esto da mucha alegría y es una tradición que es importante mantener”, afirmó, y añadió que tenían muchas ganas de “recuperar esta vida cultural que nos falta en la calle”, por lo que la celebración del Día del Libro le parecía “genial” como a Sarmiento, que puntualizó que este tipo de actividades “siempre se agradecen”. Se llevaron a casa Violeta, el último libro de Isabel Allende.

“Queremos comprartir la calle con la gente, salir, que se nos vea y que se les pierda miedo a los libros”

Librero de Walden

“Es un día muy bonito porque incluso la gente que durante el año no viene a las librerías se acerca a mirar”

Librero de Elkar