Harare/Johannesburgo - El expresidente de Zimbabue Robert Mugabe, una figura clave de la liberación de este país de África meridional que, tras su independencia, monopolizó el poder durante casi cuatro décadas, murió ayer a los 95 años en un hospital de Singapur, donde permanecía ingresado desde abril pasado. “Fue un icono de la liberación, un panafricanista que dedicó su vida a la emancipación y al empoderamiento de su pueblo. Su contribución a la historia de nuestra nación y continente nunca será olvidada. Que su alma descanse en paz eterna”, anunció el actual presidente, Emmerson Mnangagwa.

Su país, que atraviesa una grave crisis económica, recibió la noticia en calma y una reacción de duelo masivo parece poco probable, dada la falta de libertades, la represión y la ruina que caracterizaron su mandato. Tampoco se espera una reacción de ira o de catarsis colectiva como la que sucedió tras el golpe militar que desembocaría en la dimisión de Mugabe en noviembre de 2017 después de 37 años en el poder, con miles de zimbabuenses en la calle clamando por un futuro democrático para el país. “Le recordamos. Es un día triste para Zimbabue”, contó James Nhema, jardinero de uno de los barrios residenciales del norte de Harare, tras conocerse la noticia.

Los medios estatales zimbabuenses le están rindiendo tributo como “padre fundador del país” e “icono de la liberación” y, además de su sucesor en la presidencia, otras figuras de su partido -la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF)- le dedicaron palabras de homenaje. “Robert Mugabe era un ser humano. Miremos lo bueno que hizo”, pidió Nick Mangwana, el portavoz del Gobierno de Zimbabue. El principal líder opositor, Nelson Chamisa, también mandó sus condolencias y afirmó que, aunque su partido y el pueblo zimbabuense tuvieron “grandes diferencias políticas” con Mugabe, “reconocen su contribución” como presidente fundador.

En el resto del continente, numerosos líderes enviaron mensajes y destacaron su papel crucial en la historia moderna de África y de su independencia. “Sirvió con entrega y dedicación. Las palabras no pueden abarcar la magnitud de la pérdida porque fue un veterano hombre de Estado, un luchador por la libertad y un panafricanista que tuvo un papel fundamental en moldear los intereses del continente africano”, declaró Uhuru Kenyatta, el jefe de Estado de Kenia.

“Lloramos a un icónico luchador por la libertad y un panafricanista en el combate por la liberación y la integración continental”, subrayó Moussa Faki Mahamat, presidente de la Comisión de la Unión Africana. Desde Sudáfrica, el presidente Cyril Ramaphosa le recordó como un “campeón de la causa africana contra el colonialismo” y afirmó que su lucha inspiró y apoyó a los que combatían contra el régimen de segregación del “apartheid”.

Nacido en 1924 cerca de Harare, hijo de un carpintero y una maestra, Mugabe comenzó su lucha política a los 36 años y militó en varios grupos de la incipiente lucha por la independencia del Reino Unido. Fue uno de los firmantes de los “Acuerdos de Lancaster House”, que enterraron a la antigua Rodesia y dieron pie a la actual República de Zimbabue en 1980.

En las primeras elecciones, se convirtió en el jefe de Gobierno de la nueva República, cargo que fue abolido en 1987 para crear el de presidente. Tras una reforma legal con la excusa de acabar con el privilegio de la minoría blanca, se perpetuó en el cargo, que ostentaría tres décadas más, hasta que un golpe de Estado impulsado por militares y por las altas jerarquías de su partido le obligó a renunciar al poder en noviembre de 2017.

Su régimen estuvo caracterizado por la represión de sus opositores, por elecciones de dudosa credibilidad, la falta de libertades para su pueblo y la ruina del Estado zimbabuense. Tomó decisiones muy polémicas -como las expropiaciones, iniciadas en el año 2000, de miles de granjas a propietarios blancos en una reforma agraria caótica- y no ahorró diatribas para insultar a las grandes potencias occidentales, como EEUU o el Reino Unido, a las que acusaba de fabricar “diabólicas mentiras” sobre él.

hitler y caviar Mugabe esquilmó enormes cantidades de minerales para alimentar su locura cleptómana. El lujo barroco del palacio que se hizo construir en Harare rebaja la categoría de algunas de las salas de Versalles a meras casas de labranza. El salón dorado de Donald Trump en su torre de Nueva York es una burda imitación de su mansión de 25 habitaciones levantado por empresas chinas en una finca de 22 hectáreas. También sus modelos comenzaron a cambiar. En 2003 reconoció que admiraba a Hitler: “Este Hitler solo tiene un objetivo: justicia para su pueblo, soberanía para su pueblo, reconocimiento de la independencia de su pueblo y sus derechos sobre sus recursos. Si ese es Hitler, déjenme ser 10 veces Hitler”. Mientras gastaba auténticas fortunas en celebrar cada cumpleaños (con facturas de 250.000 dólares en coñac, langosta, caviar y champán) la economía de su país se derrumbaba. Él, no obstante, ha muerto multimillonario.

A los 93 años Mugabe había anunciado su intención de concurrir nuevamente a unas elecciones y todo parecía indicar que nada iba a cambiar para Zimbabue a corto plazo, hasta que el 14 de noviembre de 2017 tanques del ejército comenzaron a marchar por la capital, Harare. Esa misma noche, los altos mandos del Ejército se hicieron con el control del país, con Mugabe y su familia ilesos pero retenidos en su residencia. El detonante de esa maniobra fue la destitución del entonces vicepresidente y hoy jefe de Estado, Emmerson Mnangagwa, un incondicional del partido y veterano de guerra al que se había opuesto la esposa de nonagenario líder, Grace Mugabe, en un contexto de tensiones por la sucesión de su marido. Pese a estar acorralado, no cedió el poder hasta el 21 de noviembre, cuando su caída era ya irreversible debido a una moción de censura interpuesta por su propio partido.

Desde entonces, aislado políticamente, su apariciones públicas fueron contadas, aunque en una de ellas -una entrevista en televisión pública sudafricana SABC- llegó a confirmar que consideraba su salida “un golpe de Estado”.