TEHERÁN - Qasem Soleimaní, el representante para Oriente Próximo del líder supremo de Irán, Alí Jameneí, la figura más importante a nivel nacional e internacional del Cuerpo de los Guardianes de la Revolución, murió ayer alcanzado por un bombardeo estadounidense en Irak, lo que ha elevado su estatus de héroe a mártir.

Nacido el 11 de marzo de 1957 en la montañosa localidad de Qanat e Malek de la ciudad de Rabar en la provincia de Kerman, el militar, padre de dos hijos, alcanzó la graduación de general y su actividad en el exterior, la más reciente en la guerra de Siria, popularizó su figura ensalzada en los medios iraníes por su compromiso y dinamismo. A los 12 años, después de completar su educación primaria, fue a Kerman para trabajar como albañil y luego como contratista en la empresa del agua de Kerman, donde continuó sus estudios hasta completar el bachillerato.

Se unió a los Guardianes de la Revolución en 1979, poco después del destronamiento de la dinastía de los Pahleví y el establecimiento de la revolución islámica por el ayatolá Jomeini. Ese mismo año, ya convertido en miembro del Cuerpo de los Guardianes, fue movilizado y enviado a Mahabad para sofocar el levantamiento kurdo, el mayor contra el nuevo sistema establecido en el país. Después de regresar, fue ascendido a comandante de la Guarnición de Quds del Cuerpo de los Guardianes en Kerman.

Al comienzo de la guerra entre Irán e Irak (1980-1988), comandó dos batallones de la provincia de Kerman. Tras la guerra, a los 32 años, combatió con la División “41 de Saralá” a los narcotraficantes y gracias a sus éxitos, en 1997 fue llamado a Teherán por Jameneí, quien le nombró comandante de la fuerza Quds del Cuerpo de los Guardianes de la Revolución, la que lleva a cabo, sobre todo, operaciones “extraterritoriales”. Soleimaní fue uno de los comandantes que firmó la carta entregada al expresidente reformista iraní Mohamad Jatamí, en la que exigían que instara el cese de las protestas estudiantiles de 1999 contra la línea dura de la República islámica.

Como labor más destacada, iniciada desde el comienzo de su mando, sobresale el fortalecimiento de Hizbulah y los grupos militantes palestinos, como se pudo observar en varios conflictos, incluida la guerra de 2006 de Hizbulah en Líbano contra Israel y en el enfrentamiento de Hamas en 2009 en la franja de Gaza con el Ejército israelí. En 2011 fue nombrado general de división por Jameneí y tras la formación del grupo terrorista del Estado Islámico (EI) y el Frente al Nusra tuvo como misión de luchar contra ellos.

Soleimaní formó, orientó y asesoró el Al-Hashd Al-Sha’abi (Multitud Popular) en Irak y la Fuerza de Defensa Nacional en Siria, y participó en la derrota del EI y el Frente al Nusra en Irak y Siria, lo que contribuyó a evitar la caída de los gobiernos de Bagdad y Damasco.

COMPLOT Su popularidad como figura militar de alto rango eclosionó con la guerra en Siria y luego en el combate contra el Estado Islámico, también en territorio iraquí. En misión diplomática, Soleimaní viajó a Moscu para acercar con éxito posturas con Moscú y allegarse el apoyo de Rusia en el campo de batalla sirio.

En octubre de 2019 la Guardia Revolucionaria iraní anunció que había frustrado un complot extranjero para asesinar a Soleimaní, lo que da idea del papel que desempeñaba, especialmente desde la ruptura con el acuerdo nuclear por EEUU, decisión que ha agravado la tensión en la región .

“Comandante fantasma”, “General internacional”, “La pesadilla del enemigo”, “El más poderoso de Oriente Medio” entre otros, fueron algunos de los apodos que le dieron sus seguidores y, otros, sus detractores. - Efe