l primer caso de coronavirus se detectó el 28 de febrero, pero para entonces el Gobierno islandés llevaba semanas realizando test masivos y gratuitos a la población. El rastreo y el aislamiento de casos positivos ha convertido a Islandia en uno de los países con menor tasa de mortalidad del virus en Europa. El 98,89% de los contagiados ya se ha recuperado y se estima que a finales de este mes, Islandia puede declararse libre de coronavirus. Diez personas han perdido la vida por el covid-19 (ninguna en las últimas tres semanas) y apenas 20 de los 1.802 positivos detectados continúan activos. "Eran conscientes de lo que venía, apostaron por los test masivos y así es como se han anticipado", apunta Ignacio Juárez, pamplonés de 40 años que por motivos laborales reside de forma periódica en el país nórdico.

Ignacio reconoce que "a toro pasado es muy fácil hablar", aunque subraya que la estrategia islandesa ha funcionado. "¿Quién no va a estar a favor de la prevención? Hay que invertir y gastar dinero, pero mucho menos dinero que el que exige luego reparar todas las consecuencias", apunta.

Cuando estalló la odisea del covid-19, Ignacio llevaba escasas semanas en Islandia. A través de su empresa, Pájaro Films, acompaña a turistas durante su viaje por la isla, grabando en vídeo su experiencia y vendiéndoles luego el producto audiovisual. "No soy una agencia de viajes, me dedico a grabar. Trabajo de marzo a julio en Islandia aunque también viajo a Nepal", explica.

El virus también sorprendió en Islandia a Jotas Aldunate, pamplonés que se encontraba de visita en el momento en el que explotó la crisis. Cuando España decretó el estado de alarma, decidió quedarse en Islandia un tiempo hasta que la normalidad se restrableciese. "Hemos ido de la mano viendo cómo se caía el castillo de naipes desde la distancia, cómo se hunde un barco delante nuestra desde la orilla. Al final, en Pamplona está nuestra familia, nuestros amigos y también es duro", relata Ignacio.

El coronavirus ha arruinado todos los viajes que Ignacio tenía programados para esta temporada: "Ahora hay que esperar a que Islandia abra sus puertas y deje entrar a turistas nórdicos o de otros países en los que no hay tantos infectados, hacer algo selectivo". Mientras, trata de reinventarse y se plantea ofertar experiencias de otra forma, trabajar para alguna empresa islandesa, o grabar un documental. El impacto del virus a nivel sanitario en Islandia no ha sido tan dañino aunque el entorno laboral también sufre los estragos. "He creado una web para vender las fotografías que hago con el dron y una productora audiovisual me propuso hacer un programa para la televisión explorando sitios remotos", detalla.

Dentro de esta vorágine que mantiene en vilo al globo, Ignacio sostiene que también ha traído algunas cosas positivas. "Es un momento único aquí porque lugares en los que normalmente se agolpan cientos de personas, ahora están vacíos. Ir ahora, sentarte en una piedra, no ver a nadie y solo escuchar, es un momento único que solo se repetirá en una situación similar a la actual", explica y añade que "también es buena ocasión para establecer contactos, para hablar con la gente. Es un momento triste que estamos compartiendo, pero al final yo creo que estas situaciones unen".

En este sentido, agrega que tanto él como Jotas se han sentido arropados por el pueblo islandés: "Hemos estado viajando y aun sabiendo que en España había un problema, nos han abierto las puertas de cada lugar. Incluso en algunos lugares nos han dejado dormir gratis, nos han tratado mejor que nunca".

El confinamiento en Islandia no es obligatorio, aunque Ignacio subraya que tampoco ha sido necesario. "Es cierto que es un país culturalmente muy diferente al nuestro, donde la distancia social es ya normal de serie. No son como nosotros, son gente más distante incluso a la hora de hablar, aquí existe distancia. Hablan desde lejos, con tranquilidad", destaca.

"Pese a lo fría que pueda parecer al principio, es una sociedad muy unida", señala Ignacio, que describe a los islandeses como personas "muy cívicas y racionales". "Al final, están jodidos todo el año: entre el invierno, los terremotos, los volcanes y tal, es una cultura muy distante socialmente pero muy empática entre ellos porque saben que se necesitan para sobrevivir", relata.

El lunes 4 de mayo, el Gobierno comenzó a suavizar algunas de las restricciones que había impuesto, y ahora plantean la admisión de turistas a partir del 15 de junio con un simple test y sin cuarentena. "No les hace falta que nadie piense por ellos. Cuando ven que hay un problema en la calle, tratan de estar más en casa", afirma.

Ignacio sentencia que no tiene pensado regresar a Pamplona hasta dentro de un tiempo. Su madre superó el virus de forma leve pero él tenía claro que en caso de regresar, no iba a aportar nada: "Es igual que yo esté aquí, que en EEUU o que sea su vecino, porque no puedo entrar".

Los meses venideros son inciertos, "no sé qué futuro tiene el páis, ni siquiera sé el mío", pero Ignacio tiene claro que disfrutará del verano: "Después de seis meses de oscuridad, ha empezado a salir el sol. Amanece a las cinco y anochece a las diez y media. Hace diez grados y la gente va en camiseta, feliz". En Islandia, empieza a verse la luz, literal y metafóricamente. E Ignacio piensa aprovecharla.

"Es una sociedad distante pero muy empática, saben que se necesitan para sobrevivir"

Pamplonés en Islandia