Hace cuatro décadas que una oleada de inmigrantes chinos empezó a asentarse en un rinconcito del barrio de Belgrano de Buenos Aires. Con los años, ya con nombre propio y sorteando cada una de las tantas crisis argentinas, ese lugar se convirtió en un emblema turístico que ahora, con el vertiginoso cierre de locales, se aproxima al abismo por culpa del coronavirus.

"Bienvenidos todos al Barrio Chino", saluda Azucena, nombre occidentalizado de una simpática señora que tiene su bazar de regalos, juguetes y ropa a pocos metros del imponente arco oriental de ingreso a la calle Arribeños, principal arteria de la barriada. "Ahora hay poca gente", añade con el espray de alcohol en gel en la mano.

Sobrevivir, adaptarse o morir. Estas son las tres opciones a las que se enfrenta el centenar de negocios entre restaurantes, supermercados y tiendas de todo tipo que puebla las cuatro manzanas del pequeño barrio, desde que a comienzos de año empezó a sonar el eco de una enfermedad originada en China y diseminada por el mundo.

"En enero, cuando nada pasaba, la gente ya empezaba a decir no vamos al Barrio Chino por las dudas . Ser chino significaba tener quizás el virus. Por eso la crisis es más profunda. Acá nació en enero la no venta de los restoranes como antes", relata Lin Wen Chen, locutor de radio y una de las caras más visibles de la comunidad china en Argentina, donde recaló cuando apenas tenía dos años y donde es conocido como Carlitos Lin.

MÍTICOS RESTAURANTES CERRADOS A ese temprano rechazo a lo que tuviera que ver con China, se suman los más de cuatro meses de cuarentena que arrastra Buenos Aires, la falta de horizonte en un país que lleva más de dos años en recesión y los insostenibles alquileres de locales en dólares, moneda en constante valorización frente al débil peso argentino.

El Todos contentos, uno de los primeros restaurantes que abrió sus puertas en el Chinatown porteño en la década de 1980, las cerró para siempre hace unos días, al no poder resistir más sin ventas en medio de la eterna cuarentena, como también hizo el Hong Kong Style, otro clásico.

Se calcula que, de los alrededor de 100 locales, ya cerraron una decena, mientras que otros están a punto.

Sin dejar de lado su sonrisa, la señora Chen, como todo el mundo la conoce, regenta El Cisne Blanco junto a su esposo y su hijo y ahora sólo funciona con comida para llevar o a domicilio y cuya especialidad son sus exquisitas empanadas al vapor.

Su restaurante, que abrió en 2006, era uno de los pocos de la zona que tenía desarrollado, ya antes de la pandemia, el sistema de delivery, lo que le permitió adaptarse más rápido cuando tuvo que echar la persiana al comenzar el aislamiento ciudadano, que hundió a la hostelería de toda la ciudad.

"Todo el mundo dice que esperan que esto vuelva a una cierta normalidad en diciembre. Los alquileres no los están pudiendo pagar. Porque están rígidamente en dólares. Hay en algunos negociación como para bajar la presión...", concluye Carlitos, quien pide que la gente se libere de los prejuicios.

Por el momento, ya hay chinos que han decidido volver a su país.