pamplona - José María García, el mítico butano, solía sacar a relucir una coletilla que lo mismo le valía para hablar de Emilio Butragueño que para Mariano Rajoy o el Papa de Roma: “Ni una mala palabra ni una buena acción”. Criticaba así el irrepetible locutor radiofónico la indefinición y la ambigüedad de quien no se sabe si tiene frío o calor, pero que por una cosa u otra termina siempre abrazando la peor de las opciones. Algo similar le ocurrió ayer al PSN de María Chivite, quien hasta en el pelo de los adjetivos escenificó bien -calificó la legislatura de Barkos de “agridulce”- esa tendencia a la indefinición que termina siempre decantada para el mismo lado. Es decir, demasiado cerca de las tesis derechistas de UPN y PP, y por ende lejísimos del bloque del cambio del que a día de hoy Chivite está fuera. Por sus declaraciones, sí, como las de ayer, que fueron de una primera intervención conciliadora y abierta a un broche final totalmente alineado con la derecha. Pero sobre todo por sus actos, los que lleva desarrollando de la mano de regionalistas y populares durante toda la legislatura.

“No sé, a Chivite la veo incapaz de soltar las amarras que le siguen uniendo al tripartito de la oposición”, reflexionó la presidenta Barkos, casi al final del debate. Es la sensación que quedó tras escuchar a Chivite. La secretaria general del PSN admite que el cambio ha traído cosas buenas porque es innegable. No hace como Esparza, que hasta hace bien poco negaba los datos del INE para con Navarra porque contradecían su teoría del Apocalipsis. Pero Chivite admite los avances a regañadientes: la mejora económica es “una realidad”, concede. La misma que en “otros ciclos como este” o achacable al “viento de cola” del Estado. No por los méritos del Gobierno foral, al que enmienda toda su labor aferrándose, como UPN y PP, al discurso identitario. Ese que ve en las políticas de euskera y de asimilación de la pluralidad de Navarra, por ejemplo, una construcción nacionalista que invalida las políticas sociales (reversión de recortes en sanidad y educación, alquiler social, Renta Garantizada, ley de transparencia y participación, equiparación de las pensiones, reforma fiscal progresiva...) que se niega a reconocer el PSN. Y eso que Chivite empezó tranquila la mañana. Mantuvo un tono ameno y constructivo en su primera intervención, que repasó departamento a departamento aspectos concretos de gestión. Criticó la ausencia de un plan de empleo, la falta de inversión en I+D+i (aunque ahora sea un 80% mayor que en la legislatura pasada) o el diseño de la política lingüística, “sectaria y que ha perjudicado a la mayoría”. Sólo se alegró de coincidir con el Gobierno en la ley LGTBI y en la puesta en marcha de la dirección general de Paz y Convivencia -con el debe en la “memoria reciente”, puntualizó-.

A partir de ahí, Chivite decidió poner fin al balance e iniciar un particular mitin electoral con el que abrió, oficiosamente, su pretendida carrera a la Presidencia desde el quinto puesto. Dijo que como “la izquierda social” no está presente ahora y el cambio “se ha quedado corto y sin ambición”, los socialistas tienen que “liderar” el próximo Gobierno. “EH Bildu se ríe”, denunció Chivite, mirando a Adolfo Araiz, que reaccionaba como quien ya ha escuchado esa historia antes. “Pero es algo real y factible: la diferencia de votos del PSN con Geroa Bai es de 8.000”, lanzó, para a continuación tender la mano a Podemos e I-E para establecer una “mayor colaboración política”. Un guiño tan medido que chirrió: en ningún momento extendió esa proposición a Geroa Bai, primera fuerza del cambio y con la que el PSN había mostrado, en los últimos tiempos, cierta tendencia al acercamiento.

más que 8.000 votos El tono mitinero pilló algo desprevenido al Parlamento, también a Barkos, que fue por partes. Algún mérito tendrá en la mejora económica, convino la presidenta, el Gobierno “que ha conseguido un ahorro anual de 120 millones mediante el Convenio con el Estado” y “117 por la renegociación de la deuda”. El que ha acometido la reversión de los recortes -“no algunos, muchos”, puntualizó Barkos- pese a las dificultades que, “al frío de artículos como el 135 de la Constitución obligan “a políticas austericidas”, y con las que podría acabar el PSOE si tuviese verdadera voluntad política. Un reto le propuso a Chivite a ese respecto: “Quiero ver la innovación del Partido Socialista con los 113 millones, para que podamos invertirlos”. Y concluyó recogiendo las propias palabras de Chivite referidas a la distancia política entre el PSN y Geroa Bai. “No sólo nos separan 8.000 votos. Nos separa la historia reciente de quien tuvo la valentía de apostar por el cambio frente a los que nunca la tuvieron”.