pamplona - Miren Zabaleta Tellería (Pamplona, 1981) rescata una cita del filósofo Jean-Paul Sartre que, dice, recordaba durante sus años de presidio en la cárcel de Valladolid, donde cumplió una condena de seis años derivada del caso Bateragune: “Lo importante no es lo que te hacen, sino lo que tú haces con lo que te hacen”. Esta claro que la sentencia -hecha pública ayer- en la que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) de Estrasburgo reconoce que ni Arnaldo Otegi, ni ella, ni ningún otro de los condenados en aquel proceso (el sindicalista Rafa Díez Usabiaga, Arkaitz Rodríguez y Sonia Jacinto) recibieron un trato justo por parte de la jueza Ángela Murillo no resarce las penas de prisión que tuvieron que purgar en diferentes cárceles. Pero de algún modo da un espaldarazo -“un impulso renovado”, como precisa la propia Zabaleta- a la “apuesta por la paz, la democracia y la libertad” que hace una década realizó la izquierda independentista. Un reconocimiento en el plano “moral y político”, y en el que hoy, asegura Zabaleta, siguen ratificándose.

Consultada por este periódico, quien fuera coordinadora de Sortu en Navarra hasta septiembre de 2018 (dio un paso atrás por motivos personales y ahora es miembro del Consejo Nacional del partido) reconoce haber recibido la noticia “con alegría”, como “una buena noticia a nivel personal” que sigue analizando en su letra pequeña por si existiese la posibilidad de realizar algún tipo de reclamación.

Pero lo que sí ya ha hecho el fallo es confirmar una sospecha -la de la falta de imparcialidad en todo el caso- que marcó todo el desarrollo de la pieza y también conceder a nivel político una victoria que llega tarde, pero llega.

“Es un espaldarazo a todas las personas que hace diez años apostamos por la paz, la democracia y por encauzar el conflicto político de este país por caminos democráticos”, reflexiona, para quedarse con que el tribunal europeo “ratifica ese relato, apoya esa tesis” y, de paso, “deja otra vez al descubierto la actitud que han mantenido los tribunales de excepción en el Estado español”, en referencia a la Audiencia Nacional, la instancia que sentenció a los cinco implicados en el caso Bateragune.

Porque, a su parecer, no han sido los únicos perjudicados por el quehacer de una justicia, considera, que en determinados momentos ha servido para tratar de descabalgar apuestas políticas que deberían haberse abordado en otros foros. “De manera colectiva nos tocó vivir a nosotros esa situación”, enmarca. Pero hoy, diez años después, ve que en Catalunya el Estado replica una estrategia esencialmente parecida. “Con todas las diferencias del mundo, pero algo de esto también hay en el juicio contra el procés”, apunta, antes de establecer un paralelismo entre ambos casos que deriva en la misma conclusión, que “el Estado no tiene oferta democrática”.

similitud con catalunya “En nuestro caso, el proceso contra nosotros tenía un objetivo claro: impedir que la izquierda independentista pasase de una estrategia político-militar a una estrategia democrática”, explica, deduciendo de ese episodio que “el Estado tiene miedo a la confrontación democrática”.

“Y en Catalunya se está produciendo una situación similar, en la que un Estado sin oferta política ni para Catalunya ni tampoco para Euskal Herria otra vez recurre a un juicio y a una operación de Estado para paralizar ese camino”, concluye.

Aún así, cree que hoy más que nunca “hay que seguir impulsando la democracia y la paz, aunque en el momento actual no hay una oferta democrática solvente para saciar las ansias de democracia y libertad de dos países como Catalunya y Euskal Herria, a futuro me emociona pensar que pueda haber un horizonte más democrático”, acaba.

Pasó seis años en prisión por el caso Bateragune. Miren Zabaleta pasó seis años en la prisión de Valladolid. No fue la única: Arnaldo Otegi, Rafa Díez Usabiaga, Sonia Jacinto y Arkaitz Rodríguez también fueron encarcelados.

Reconocimiento “moral y político”, pero muy probablemente nada más. Zabaleta sigue estudiando el fallo, pero reconoce que hoy por hoy no cree que vaya más allá de un “reconocimiento moral y político” a la estrategia iniciada hace diez años por la izquierda independentista.