Tolosa - Josetxo Zabaleta y Elixabete Nosellas se han abierto en canal y han concedido los últimos meses entrevistas a los medios de comunicación “para conseguir justicia y acabar con la impunidad”. Ayer, sin embargo, arropados por un nutrido grupo de personas congregadas ante el Juzgado de Instrucción de Tolosa, fueron todos los denunciantes, Juan Goñi, Jokin Sarasola, Jose Begiristain y Juan Arangoa, este último en nombre de su hermana fallecida Amparo Arangoa, los que rompieron su silencio ante las torturas sufridas en el cuartel de la Guardia Civil de Tolosa en 1975 y 1976, bajo la dictadura franquista. En el punto de mira están las actuaciones criminales del excapitán Jesús Muñecas Aguilar y otros guardias civiles que durante aquellos años aterrorizaron a miles de jóvenes opositores antifranquistas de la zona de Tolosa, Donostia y Zarautz.

Han tenido que pasar más de 40 años para que presenten una querella ante los juzgados y para hacer públicos los seis relatos de torturas y vejaciones estremecedoras. “En mi caso, es un episodio que he tenido apartado en mi memoria, tratando de hacer una vida lo más normal posible, pero con los años he sido más consciente de lo que viví y también de lo que quiero conseguir. No quiero vivir con el odio con el que han vivido ellos. Yo no, pero mi cabeza me dice que quiero justicia, aunque el corazón me juega mis malas pasadas”, admitía Eli Nosellas a las puertas del juzgado tolosarra, donde se reunieron numerosos ciudadanos y representantes institucionales, convocados por la Plataforma Vasca para la Querella contra los crímenes del franquismo.

Nosellas reconoce que aún siente miedo cuando recuerda ciertos detalles de los ocho días que pasó en el cuartel: “Tengo lagunas, hay cosas que me vienen a la garganta y no puedo contar, es como si hubiera estado anestesiada”. Tenía tan solo 16 años, pero recuerda al capitán Muñecas. “Él fue quien me dio la primera hostia”, cuenta. “Era un sádico, un torturador nato”. Fue detenida en 1975 junto a su novio, actualmente marido, Jokin Sarasola, que también declaró ayer. “Cuando me torturaban a mí lo traían para que me oyera, y al revés”, explica Nosellas.

Josetxo Zabaleta también quiso revelar detalles de su pesadilla. “El recuerdo de la bañera me atormenta. El agua estaba embarrada, había cáscaras de naranja y de plátanos. Me envolvieron en una manta para no dejar marcas y la cabeza fue al agua”, repite varias veces, agarrando del hombro a Nosellas.

Todos coinciden en que la tortura fue sistemática y sistémica. Los recuerdos, en forma de delirio, todavía sacuden las mentes de los seis. Juan Goñi, que entonces tenía barba, recuerda cómo los agentes le arrancaban el pelo. “Pero aquello eran solo cosquillas, luego venía lo peor, que era la bañera”, cuenta, mientras Sarasola asiente. Salir de las dependencias de la Guardia Civil de Tolosa ya era un descanso. “Cuando nos trasladaron a Martutene empezamos a cantar y a contar chistes, y era una cárcel, pero para nosotros salir de Tolosa era motivo para estar contentos”, reconocía Joxe Begiristain. Del testimonio de Amparo Arangoa, su hermano, que ayer prestó declaración en su nombre, extrae que lo peor es la huella psicológica. “Los golpes y el dolor físico se pasan con el tiempo, pero las heridas psicológicas se quedan”, declaró Juan Arangoa.

A pesar de su desconfianza ante las posibilidades de que las iniciativas judiciales prosperen, las víctimas dan el paso convencidas. “Lo hacemos porque queremos justicia y acabar con la impunidad. Queremos sentarlos en el banquillo, no puede ser que después de tantos años estén libres y, además, sean condecorados”, sentenciaron, al tiempo que animaron a denunciar los casos de torturas, porque “aquí -concluyeron- estamos solo unos pocos”.