de aquí al 28 de abril nos vamos a divertir un congo. Que luego paguemos la factura en forma de llanto amargo es también una opción altamente probable. Pero, de momento, y una vez que el resistente certificado -¡ahora hasta con libro, aunque no lo haya escrito él!- Pedro Sánchez ha decidido cortar por lo sano, bien podemos dedicarnos a disfrutar de las innumerables oportunidades que nos van a brindar los (llamados) actores políticos y toda la fauna que arrastran, incluidos, ojo, los cuentacosas y opinadores como este, su seguro servidor. Claro que por chorradas que seamos capaces de gestar y vocear los plumíferos, ni de coña les vamos a hacer sombra a los grandes protagonistas de las vísperas electorales, que no son otros y otras que esos alquimistas que tratan de inferir del aire el voto de la (casquivana) ciudadanía.

Conste que quien esto escribe tiene entre sus seres más admirados y queridos a tres hechiceros de la demoscopia, y doy por hecha su cariñosa reconvención, como cada vez que piso con mis bastas katiuskas descreídas su sembrado. Ocurre que no asamos y ya pringamos. Menos de 48 después del anuncio de Sánchez, se multiplican las encuestas. Tomo dos al azar, ambas difundidas por medios que tienen su sede en Cata-lunya, más concretamente, en Barcelona. La de el rotativo La Vanguardia, firmada por GAD3, le otorga a Vox 16 (tristes) escaños. La de El Periódico, elaborada por GESOP, concede a los ultramontanos de Santiago Abascal y cierra España entre 43 y 46. No hará falta recordar que en la cita con las urnas más reciente, la de Andalucía, ni un solo sondeo llegó a oler remotamente el revolcón. Veremos en esta ocasión.