Tres elecciones generales en tres años y medio, y cinco citas con las urnas en el lapso de tan solo un mes, en la próxima superprimavera electoral. La decisión de Pedro Sánchez de adelantar la designación de los representantes al Congreso y el Senado al 28 de abril, en plena Semana Santa y con tan escaso margen de diferencia con las autonómicas, locales y europeas del 26 de mayo, ha avivado el temor a una desmovilización del electorado. El antecedente de los comicios andaluces del 2 de diciembre, en los que una gran cantidad de votantes tradicionales de la izquierda no acudieron a su colegio electoral, alienta esta posibilidad.

El sociólogo Xabier Aierdi interpreta que la elección del segundo domingo de Pascua para ubicar los comicios responde a que “la capacidad de influencia de las generales en las locales puede ser más grande que viceversa”. Es decir, si el PSOE obtuviera un mal resultado en las municipales ya no se recuperaría en las generales. En cambio, “si gana las generales puede que mantenga ese impulso en las locales”. De ello depende la propia “supervivencia” del PSOE, afirma, y recuerda que “la socialdemocracia tiene una debilidad muy potente en Europa, donde están desapareciendo partidos”.

Con el comienzo de la campaña fijado el 12 de abril, el profesor de Ciencias Políticas Pablo Simón admite que “una sucesión rápida de elecciones suele generar una participación más baja en las correlativas”. Simón añade que hay dos razones para ello: que el electorado “se agota de ir a votar” y que “la elección que es percibida por muchos como de primer orden, la nacional, antecede a la que se percibe como de segundo orden, la autonómica y local”.

El corresponsable del Deustobarómetro, Braulio Gómez, mira a Euskadi y afirma que el actual escenario de “competencia entre bloques ideológicos, izquierda y derecha” podría provocar una “desmovilización del mundo nacionalista vasco, que tiende a interpretar las generales como menos importantes”. A ello añade que “el conflicto político en Catalunya no ha arrastrado a la comunidad nacionalista, por lo que no hay una activación del voto en esta dimensión territorial” en la CAV. Gómez destaca el factor del “cansancio con el que va a recibir la ciudadanía una nueva cita electoral, con una campaña que va a ser muy agria y desagradable a nivel estatal”. Ello generará una “saturación que podría tener un impacto negativo en la participación”, en un momento de “rechazo y desconfianza hacia la política”.

Preguntado por la posibilidad de que el juicio del procés movilice más a los votantes de derecha, Simón cree que “no va a tener un impacto mayor del que hemos visto porque ese electorado ya está activado”. Sí puede tener, en cambio, un efecto en los partidos independentistas catalanes, que su electorado “esté muy movilizado y que veamos el potencial basculamiento desde el PDeCAT hacia ERC, como un premio a la figura de Oriol Junqueras y Esquerra en la gestión del procés”.

La campaña de las generales coincide además con el periodo vacacional, aunque los expertos consultados discrepan sobre su incidencia. Xabier Aierdi asegura que la participación dependerá de si “la desafección respecto al sistema político sigue creciendo o no” y prevé dos posibles escenarios: que el electorado se sienta “cabreado y desamparado”, lo que prolongaría la “debilidad de las posiciones de izquierda”; o todo lo contrario, “un repunte defensivo a favor de la izquierda por el fenómeno Vox o de concentración de las derechas”. Gómez opina que “el votante nacionalista va a ser más difícil de movilizar porque cuando los ciudadanos piensan que las elecciones no son relevantes inciden más en su probabilidad de no ir a las urnas factores como el clima, los planes personales o una campaña que coincide con las vacaciones, como es el caso de las generales”.

Pablo Simón, rostro habitual de las tertulias políticas televisivas, apunta a dos variables que pueden influir en la participación más allá de la fecha. La “percepción de competencia”, en referencia a la “cercanía entre los dos principales partidos y lo decisivo que sea el voto para inclinar la balanza”; y la “polarización electoral”, de lo que pone como ejemplo a Catalunya, donde “han votado de manera ininterrumpida durante los últimos cinco años y sin embargo las últimas elecciones fueron las de mayor participación de su historia porque el contexto estaba muy crispado y polarizado”.

Todo abierto Respecto a la posibilidad de que el resultado de las generales condicione las convocatorias de mayo, Pablo Simón es contundente. “Totalmente”, asegura, y describe el “efecto de viento de cola: que aquel partido que quede primero o crezca más genere una pequeña luna de miel” con el votante. Así, “si el PSOE es la primera fuerza con un crecimiento importante, su marca cotizará mejor porque la gente tiende a apuntarse al carro ganador”.

Xabier Aierdi apuesta por su parte por un “efecto equilibrador entre las andaluzas, las generales y las autonómicas y locales”, lo cual “no tiene por qué ser malo sino que ese equilibrio será razonablemente productivo”. Se refiere así a que “quien pierda las generales luego recuperará algo en las demás y viceversa”. Para Braulio Gómez, “un mal resultado del PNV en las generales haría que no tuviera tan buen resultado en las municipales y forales”.

Como consecuencia añadida a la cercanía entre el 28-A y el 26-M, Simón advierte de la parálisis en la que, “sin duda”, se sumirá el proceso de elección del Congreso y de un nuevo presidente del Gobierno. “Si las tres derechas suman será rápido pero si hay que hacer pactos más complejos, el rey no va a dar mandato a ningún candidato hasta que volvamos de mayo”, sentencia. La razón es que los partidos no querrán comprometer su horizonte electoral pactando tras el 28-A: “Como novedad, vamos a tener todo abierto en canal a la vez, ayuntamientos, autonomías y a nivel estatal, lo que puede permitir pactos cruzados a diferentes niveles o bloquearlo todo y que vayamos a una repetición electoral o a un gobierno a la vuelta del verano”.