Ahí está, en pleno, el equipo negociador de UPN en Madrid. Los diputados Íñigo Alli y Carlos Salvador ya fuera de la política y el senador Pachi Yanguas, sentados en medio del Congreso de los Diputados, partiendo el bacalao y colocando a Navarra en el centro físico de la soberanía nacional española, donde se toman las decisiones. Creo que lo decía Aznar: están los que se sientan a la mesa y los que ponen los pies encima. Y, políticamente, Alli, Salvador y Yanguas eran de los segundos.

Pocas veces se ha hecho más con menos. Alli y Salvador sólo eran 2 de 350, sí, pero eran imprescindibles para un Rajoy que necesitaba todos los apoyos tras las elecciones de junio de 2016. UPN, que sólo se había comprometido a apoyar la investidura del PP, fue capaz de tensionar hasta el límite la relación con su socio natural para conseguir remesas milmillonarias de inversión. El TAV, con 3.000 millones, que ya cruza Navarra a 300km/h desde Cortes hasta Etxarri; 80 millones para el plan relevo de Volkswagen, que aunque la ministra socialista Reyes Maroto diga que no están, en realidad sí están; el dinero del Ministerio para el Canal, que ya riega 847.934ha en la Ribera.

Se hubiese perdido una oportunidad histórica si UPN, en lugar de ser audaz y mirar por Navarra, hubiese entregado mansamente sus apoyos a Rajoy cambio de nada. Menos mal que no fue así.