apurada por una minoría cada vez más evidente, y un Gobierno cuatripartito más cohesionado de lo que esperaba, la derecha se ha pegado media legislatura pidiendo ayuda en Madrid. Así que ha sido algo habitual, casi permanente, escuchar a los líderes de la oposición clamando por allí contra las plagas que caían del cielo en Navarra.

A Esparza y a Beltrán, a Beltrán y a Esparza, lo mismo les valía una entrevista amiga, un foro organizado por alguna entidad comprometida con la causa o el mismísimo programa de Federico. Barkos “es extremista y radical”, y “nos lleva a la dictadura nacionalista” avisaba Esparza, como si por aquí no supiéramos qué supone una dictadura.

Al líder de UPN le dio por escribir artículos en la prensa capitalina, donde avisaba de que esto empezaba a ser una mezcla entre Cataluña y Venezuela, pero con los proetarras en el Gobierno, y a ver quién supera eso. “Barkos quiere anexionar Navarra al País Vasco y pedir la independencia”, alertaba un día en El Mundo, donde pedía una “respuesta contundente” desde Madrid contra el cambio. “Navarra, por su historia, por su trayectoria y por su situación, es un enclave vital para la unidad de España y ha sido siempre una pieza esencial en el tablero nacional”, avisaba otro en La Razón. “Navarra es cuestión de Estado”, iba diciendo Esparza en su ruta por Madrid en busca de aliados Y algo habrá que hacer, ¿no?

La idea en cualquier caso era de Ana Beltrán, pionera en eso de ir a Madrid a anunciar que el fin de España empezaba en Navarra. Lo hacía, por supuesto, al grito de la “batasunización de España”, el “infierno fiscal” y “en Navarra no hay libertad. Vivimos todo un proceso de aniquilación de la prosperidad y de la identidad de Navarra”, les decía a sus compañeros de partido, que se han asustado tanto que se la han llevado al Congreso como quien rescata a un niño de la indigencia.

El diputado Carlos Salvador ha sido otro de los que se ha pasado la legislatura por Madrid contando el fin de los días. Antes de las elecciones ya avisó de que “si UPN pierde el Gobierno, navarra se integrará en un gulaj euskaldun”. Así que después solo hubo que confirmar que “este es un Gobierno radical, un Frankenstein de neocomunistones populistillos y filoterroristas”. Como para venir de vacaciones. O como para que inviertan las empresas. Porque escuchando a esta gente decir lo que han dicho por Madrid, alguno habrá pensado que tal vez era más seguro montarse el negocio en Guatemala. Suerte que en Madrid estaban a otras cosas y no les han hecho mucho caso.