Pamplona - Unai Hualde Iglesias (Altsasu, 1976) es desde ayer al mediodía el presidente del Parlamento de Navarra. El candidato de Geroa Bai logró sumar los votos del PSN, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra en un pleno tenso, emocionante e imprevisible. Pero que terminó de la manera más lógica posible. Reflejando la pluralidad de la Cámara y abriendo camino a una futura investidura de María Chivite.

Si la constitución de los ayuntamientos fue la de arena, la elección de la Mesa del Parlamento ha sido la de cal. Un paso más en el sinuoso trazado por el que transita la formación del Gobierno “plural y de progreso” que pretende liderar el PSN, y en el que la mayoría progresista sigue avanzando pese a los vetos, las desconfianzas y las soluciones improvisadas. Queda mucho todavía. Posiblemente lo más difícil. Pero ayer logró superar una bola de partido que por momentos parecía perdida.

El pleno arrancó con las posiciones fijadas ya los últimos días, y sin un acuerdo entre las fuerzas que aspiran a formar el Gobierno de Navarra. Geroa Bai había mostrado ya sus cartas el pasado lunes, cuando reclamó la presidencia de la Cámara alegando que le correspondía como segundo grupo de la nueva mayoría. Pero también defendiendo la presencia de EH Bildu en la Mesa. “Es fundamental para la estabilidad del Gobierno”, había argumentado Uxue Barkos junto con el aviso de que frustrar la composición de la Mesa y entregársela a Navarra Suma iba a “dificultar” las negociaciones en el futuro.

Y es lo que estuvo a punto de pasar. Porque la composición de los ayuntamientos había dejado muy mermadas las confianzas, y Geroa Bai no estaba por la labor de ceder en un asunto que consideraba clave, el reconocimiento de la pluralidad de Navarra, que pasa además por asumir que debe ser EH Bildu -y no Navarra Suma- el socio prioritario del Gobierno de María Chivite, que tal y como está planteado solo cuenta con 23 de lo 26 votos necesarios para la mayoría absoluta. Una posición compartida por Izquierda-Ezkerra, que pese a que el único escaño de Marisa de Simón no es determinante para la configuración de mayorías, se mantuvo junto a Geroa Bai hasta el final.

Enfrente estaba el PSN, que ya el martes mostró su disposición a facilitar la presidencia de la Cámara a Geroa Bai, pero que insistía en dejar fuera de la Mesa a EH Bildu. Una posición que compartía Podemos con el argumento de que las fuerzas que apoyan al Gobierno deben tener mayoría en el órgano rector del Parlamento, por lo que pudiera pasar a lo largo de la legislatura. Un tema en principio menor, pero que durante toda la semana parecía ser un escollo insalvable. Ahí se atascó la negociación. Y así comenzó el pleno de constitución del Parlamento.

lA SOMBRA DE fERRAZ El problema, en el fondo, era la presencia de EH Bildu en la Mesa del Parlamento. Había advertido esta semana José Luis Ábalos, números dos del PSOE, que con la formación abertzale no se acuerda “ni por acción ni por omisión”. Y aunque entre medias se plantearon diversas soluciones imaginativas de dudosa viabilidad, todo al final llevaba al mismo punto. El veto a EH Bildu, que no solo ponía en riesgo la constitución de la Mesa, sino la propia legislatura, en la que sus votos son determinantes para hacer viable el futuro Gobierno. Y el PSN parecía tener las manos atadas, incapaz de superar una línea roja marcada con trazo grueso en la sede de Ferraz.

Pero hubo llamadas, mensajes y negociaciones cruzadas. Algunas también fuera del Parlamento. Un pequeño receso que se alargó durante más de media hora y un acuerdo final, que con el compromiso de estudiar la ampliación de la Mesa a siete miembros, facilitaba una pista de aterrizaje al PSN. Geroa Bai mantenía la presidencia, EH Bildu superaba la exclusión con una secretaría, y el PSN venía vía abierta hacia un futuro Gobierno presidido por Chivite.

Todo hubiera podido cambiar si, en la primera votación para elegir la presidente, Navarra Suma hubiera optado por apoyar al candidato socialista. La composición de la Mesa sería similar (PSN y Geroa Bai hubieran intercambiado sus respectivas presidencia y vicepresidencia), pero los puentes y la confianza, si no rotos, hubieran quedado muy dañados. Pero no lo hizo. Dejó pasar la posibilidad y dio tiempo al acuerdo. Y al final llegó.

Lo hizo con EH Bildu en la Mesa, un detalle no menor. Y aunque la formación abertzale no necesitó el apoyo del PSN, sí lo hizo con el visto bueno de los socialistas, que pisaban aunque fuera mínimamente la línea roja de Ferraz. Sin que, al menos de momento, haya habido mayores consecuencias que la airada y descontextualizada respuesta de las derechas, que citaron “la matanza de Hipercor” y “a los amigos de Ternera” como argumentos para criticar una composición de la Mesa, que no es sino la representación de la pluralidad de la sociedad navarra.

Fue, en definitiva, la asunción de que EH Bildu es una fuerza más del arco parlamentario, con siete votos tan válidos como cualquier otro. Un paso que puede abrir muchos caminos si en los próximos días la dirección del PSOE no manda parar, y si los socialistas navarros exploran fórmulas de diálogo, públicas o privadas, que sienten las bases para una colaboración estable a lo largo de una legislatura que debe empezar por una abstención en la investidura de María Chivite.

Antes en cualquier caso el nuevo presidente de la Cámara deberá realizar la ronda de consultas con los portavoces parlamentarios. Después habrá que negociar un acuerdo programático entre PSN, Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra, y la composición del propio Gobierno. Algo que con las dificultades para acordar un reparto de tres puestos en la Mesa del Parlamento, y la desconfianza arrastrada desde la constitución de los ayuntamientos, no parece que vaya a ser fácil. Realmente, nunca lo fue. Pero la puerta ha quedado abierta, y tal y como transcurrió la jornada de ayer, eso ya es bastante. La partida continúa.