las dos investiduras fallidas que ha habido en España deben traer muy malos recuerdos a Pedro Sánchez, que ahora se asoma a una tercera. El líder socialista, pese a todo, tiene un espejo en el que mirarse: en el verano de 2016 Mariano Rajoy falló a la primera y salió presidente a la segunda.

El expresidente del Gobierno se expuso a una investidura sin apoyos el 30 de agosto de hace tres años, pero ya advirtió días antes de que en caso de fiasco, lo volvería a intentar dentro del plazo constitucionalmente establecido: dos meses.

Como la cuenta atrás se activa desde la primera votación, en su caso, la primera fue el 31 de agosto, y el 29 de octubre, Rajoy salió de la sesión de investidura como presidente del Gobierno.

Sánchez se está asomando a ese escenario, que él conoce bien porque lo padeció directamente. Tanto lo sufrió que las presiones para la abstención del PSOE, a la que se negaba, le obligaron a dimitir el 1 de octubre como secretario general y a abandonar el escaño el 29 de ese mes, cuando compareció ante los medios entre lágrimas para anunciar que se iba.

Existen similitudes entre lo que hizo el exlíder del PP y lo que hace ahora el líder del PSOE, pero existe también una diferencia fundamental que puede romper el espejo.

LOS PARECIDOS. El exlíder del PP ganó las elecciones del 26 de junio de 2016 con 137 escaños (incluidos los de UPN y Foro Asturias). Inició contactos con los partidos con representación parlamentaria, y el 12 de julio se vio con Pablo Iglesias y Albert Rivera; el 13, con Sánchez.

Sin apoyos garantizados, Rajoy aceptó el encargo del rey el 28 de julio para recabar un nivel de respaldo mayor, pero se cuidó mucho de confirmar que se expondría a una investidura precisamente por esa falta de apoyo.

El entonces presidente del Gobierno en funciones retomó los contactos, y así, por ejemplo, el 2 de agosto se volvió a ver con Sánchez.

Tres años después, están pasando cosas parecidas. El renacido Pedro Sánchez venció en los comicios del 28 de abril con 123 escaños, pero sin holgura para gobernar, por lo que abrió inmediatamente una ronda de entrevistas con Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias.

Vino el paréntesis de los comicios del 26 de mayo, pero superado éste, el rey convocó a los representantes políticos para sondear el grado de apoyos de la investidura. El 6 de junio le hizo el encargo a Sánchez, quien, no obstante, dejó claro que le faltaba respaldo parlamentario para seguir gobernando.

En busca de respaldo, cinco días más tarde, el candidato socialista se vio con Iglesias, Casado y Rivera, a los que ha vuelto a reunir en Moncloa, menos al líder de Cs, que rechazó la cita.

Las conversaciones han sido infructuosas por el momento, pero Sánchez no quiere esperar más y el 2 de julio, se reunirá con Meritxel Batet para hablar de la fecha de la investidura.

En 2016, entre la propuesta del jefe del Estado a Rajoy y el anuncio de la fecha, se consumieron 21 días. Este año, serán 25.

Otra similitud proviene de los mensajes políticos, en su mayoría destinados a presionar a uno o varios adversarios.

Hace tres veranos, el PP desplegó una operación argumental encaminada a apear a Sánchez del no para dejarle en la abstención. Si no cedía, nuevas elecciones.

Este verano, el PSOE ha activado una red de consignas que desembocan en el mismo lugar: no hay alternativa a que Sánchez gobierne, así que algún partido (¿Podemos?, ¿Ciudadanos?) tendrá que ceder.

Y si no, nuevas elecciones.

LA DIFERENCIA La cronología de acontecimientos que condujeron a Rajoy hasta una investidura fallida muestra un punto de inflexión que la secuencia de Sánchez no tiene, por ahora.

El 9 de agosto de 2016 Albert Rivera compareció ante los medios y anunció seis condiciones para que el entonces líder del PP contara con Ciudadanos.

Nueve días más tarde se reunieron, y como primó el acuerdo, se fijó la fecha del comienzo de la investidura: el 30 de agosto.

El candidato consiguió un apoyo no decisivo pero sí fundamental en la primera votación, y su horquilla de respaldo se elevaba a los 169 síes, que serían 170 a raíz de la adhesión de Ana Oramas, de Coalición Canaria.

Doce días tuvieron por delante las comisiones negociadoras de PP y de Cs para llegar a la primera investidura con la pinza bien ensamblada.

Sin embargo, Sánchez, a la espera de la fecha, está sin apoyos de enjundia (únicamente se ha sumado el único diputado del PRC, de Cantabria). Sus 123 síes, los del PSOE, le obligan a afrontar la hipotética segunda investidura con una exigencia que no puede desatender.

De que la satisfaga dependerá que Sánchez se retrate en el espejo en el que se retrató Rajoy.