Durante mucho tiempo se dijo que UPN era “el partido de los maestros”. Figuras históricas como Bados, Gurrea o Eza trabajaron como docentes antes de llegar a la política. Sin duda el profesor merece un mayor reconocimiento social que el que hoy tiene, pero, sinceramente, el liderazgo político contemporáneo parece demandar miradas que no hayan sido constreñidas por el trabajo en un aula. José Javier Esparza es hoy encarnación de esa tradición de maestros, hasta el punto que la ofreció como carta de presentación aquel día en el que los suyos decidieron llenar las marquesinas con la campaña “Esparza Agoizko”, “Esparza Currante”, “Esparza Maestro”. El curso parlamentario, igual que el escolar, ha empezado en Navarra y sorprendentemente hay una ausencia clamorosa de reflexión en los predios regionalistas sobre el rédito de su actual líder y, especialmente, sobre las causas por las que están donde están. Ha sido la segunda ocasión en la que fracasa el de Aoiz, aunque es verdad que la primera admite la disculpa de haber tenido que erigir candidatura tras la espantada de su antecesora. Pero en la presente ocasión la derrota no admite paliativos, porque el candidato contó con todo a su favor: gobernando la encarnación de su antimodelo político, con cuatro años para hacer libérrima oposición parlamentaria y engrasar maquinaria partisana, y habiendo sido hábil como para agregar en una sola candidatura a cualquier competidor en su espacio político. Pero ni con todo ello se logró el objetivo. La causa, el agotamiento de una propuesta política que Esparza no ha sido capaz de diagnosticar a tiempo ni mucho menos regenerar. Siguen sin entender los suyos que con el actual líder ya no hay más cartas que jugar, lo que también queda demostrado por la confusa actitud con la que ha iniciado su nueva andadura. Parece no percatarse de que el PSN ya ha tomado un camino, y que éste es irrevocable entre otras cosas porque tampoco es una pulsión circunstancial sino algo que los socialistas navarros desearon poder hacer en otras cuantas ocasiones. Ya nada será como en algún momento fue o se quiso que fuera. Eso de presentarse ante Chivite para pedirle acuerdos basados en la dinámica parlamentaria de la pasada legislatura es síntoma mayor de despiste, cuando no de incompetencia. Incapaz de diagnosticar todo lo que ha cambiado en Navarra y en España desde aquellos años de promiscuidad entre UPN y PSN -tanto da el paraguas de Baztán que las francachelas en Alfaro- e incapaz por tanto de reposicionar todo su empeño político. Con Esparza ya se sabe que no habrá nunca mejores resultados que los actuales, pero el problema no es sólo el todavía líder sino la transformación actitudinal e intelectual de todo un proyecto, labor que no se hizo en los pasados cuatro años y sobre la que tampoco parece haber atisbo para los venideros. Iniciar el curso político como si nada hubiera pasado, añorando componendas que no han fraguado, y al mismo tiempo usando el brochazo grueso en la descalificación, no conduce a otro lugar que al desguace.

Dentro del confuso panorama, tampoco se sabe nada de la significación que pueda tener a futuro la marca Navarra Suma. Ninguno de los ahora coaligados está cavilando si la opción es conformarse con que siga siendo una plataforma electoral, y hasta cuándo será válida, o por el contrario pueda llegar a constituir un espacio para la refundación del centro derecha navarro. En otras palabras, si pasa de ser un mero reclamo coyuntural o se aprovecha como oportunidad para operar los cambios ideológicos y estratégicos que merece una parte no pequeña de la sociedad navarra. De momento, el grupo parlamentario está compactado y será muy probable que si se repiten las elecciones generales la coalición se mantenga. También, con toda probabilidad, se mantendrá esa actitud ya vista en Esparza de tratar a los del PP como socios vergonzantes y en cambio poner alfombra roja a Rivera, él sabrá. Curiosamente podría darse el caso de que si prosperara la idea que acarician en Génova de instaurar una España Suma, lo de Navarra, iniciáticamente promovido por esos de UPN que siempre se han creído tan distintos, les llevará a acabar siendo una parte en un todo homogéneo, algo contra lo que siempre se revolvieron. Aunque como bien dice Juan Cruz Alli, siguen siendo los mayores expertos en romper acuerdos.