madrid - La expresidenta madrileña Esperanza Aguirre negó ayer ante el juez del caso Púnica que el PP de Madrid haya tenido una caja B con una contabilidad paralela o que se haya financiado ilegalmente, y en cualquier caso aseguró que como presidenta no tenía responsabilidad económica o contractual alguna.

Durante su declaración como imputada en la Audiencia Nacional, la que fuese máxima dirigente del PP madrileño se desmarcó de las sospechas de los investigadores de que tuvo un “papel esencial” en la presunta financiación ilegal del partido en la región, según indicaron fuentes jurídicas.

A su salida, se mostró “convencida” ante los medios de que su “inocencia prevalecerá” porque “nunca” ha “hecho, consentido, conocido” o “dejado de ejercer la diligencia necesaria” para evitar cualquier irregularidad o ilegalidad, si estas se han cometido.

Ante el juez, Aguirre dijo que al exgerente del partido Beltrán Gutiérrez le nombraron desde las filas del PP nacional, con quien también se organizó la campaña de las autonómicas de 2003 -con la que accedió a la presidencia-, y que ella misma consultó con Mariano Rajoy el nombramiento de sus cargos en la Comunidad.

Como también hiciese el propio Rajoy cuando testificó en el juicio de Gürtel, ayer Aguirre negó haber tenido ninguna responsabilidad económica, contractual o administrativa en el partido, y cuando el juez le preguntó si su cargo era meramente figurativo, ella echó mano de los estatutos del PP para dejar claro que no ostentaba tales funciones. Su tarea estaba en la política, recalcó, si bien añadió que a su juicio no es posible que Beltrán Gutiérrez manejase una caja B porque el PP nunca se ha financiado ilegalmente, según las fuentes.

Era Gutiérrez, según Aguirre, quien se encargaba de los temas económicos, aunque precisó que apenas despachó con él y que le parecía eficaz. Como también Ignacio González y Francisco Granados, dos de sus más estrechos colaboradores, a quienes sitúo en la Vicepresidencia de la Comunidad y en la Secretaría General del Partido por su confianza en el primero y el buen hacer del segundo. Los tres están imputados.

La de Aguirre fue una declaración bronca y tensa en muchos momentos, lo que le costó algún que otro apercibimiento del juez, según recalcaron las fuentes, que destacaron el tono altivo de la expresidenta ante algunas preguntas de las fiscales.

Como cuando quisieron enseñarle unos correos relacionados con el empresario Alejandro de Pedro (uno de los principales imputados), a quien dijo no conocer. Aguirre indicó que no quería verlos y cuando la fiscal señaló que los incorporaría a su declaración, manifestó: “Incorporarlos a la suya, a la mía no”.

En otra ocasión y en tono irónico, reprochó a “las fiscalas” (término reprobado por el juez, que le pidió que las llame “fiscales”), que se hayan “empeñado” en que Fundescam -fundación ligada al PP que supuestamente contribuyó al desvío de fondos-, era el Watergate, cuando en realidad la misma fundación existía en otros partidos. Lo de “fiscalas”, dijo después, entraría en un debate feminista.

Sobre una reunión de 2004 en la que supuestamente se indicó que se contratase a Horacio Mercado y ayudar así a desviar dinero al PP, Aguirre dijo que fue un encuentro improvisado en el que le pidieron que viese el logotipo diseñado por éste con el lema La suma de todos para la Comunidad. Algo que extrañó al juez, que ironizó si Donald Trump accedería si le dijesen que saliese a ver a alguien que no conoce de nada para enseñarle un logotipo. También negó que Mercado financiase la campaña de 2007, y de otro empresario investigado, Arturo Fernández, dijo que donó dinero a Fundescam porque no solo es lícito, sino que desgrava.

Aguirre reconoció que estaba “mosca” con Granados y Jesús Trabada, exconsejero delegado de Mintra, en relación a la adjudicación de la construcción de varios tramos de líneas de metro. También se desmarcó de la cláusula del 1% en publicidad de numerosas adjudicaciones públicas que supuestamente servía para financiar irregularmente al partido, y sobre los regalos que recibía, precisó que los repartía entre sus subordinados y que todo estaba inventariado.