La rectificación que tuvo que hacer el Gobierno tras las presiones de ERC, confirmando que habrá mesa de diálogo con la Generalitat tras haber intentado posponerla, es una clara muestra de los equilibrios a los que está obligado Pedro Sánchez para mantener los apoyos que le permitan gobernar.

Un funambulismo que será más complicado en este contexto de campaña electoral indefinida en Cataluña, que obliga a Esquerra a mantenerse firme en sus exigencias al Gobierno socialista.

Con este escenario encara Sánchez una semana clave que le llevará a su reunión con el presidente de la Generalitat, Quim Torra, y a una visita de dos días a Cataluña en la que verá a otros actores políticos y económicos de la comunidad.

Y una semana que Sánchez pretende concluir en la finca toledana de Quintos de Mora de retiro con el conjunto del Gobierno para perfilar la estrategia de los próximos meses.

Los Presupuestos Generales del Estado. Ni más ni menos. Eso fue lo que puso sobre la mesa el portavoz de Esquerra, Gabriel Rufián, cuando acudió a la Moncloa el jueves por la tarde para reclamar a Sánchez una rectificación al anuncio del Gobierno de que se posponía la mesa de diálogo hasta después de las elecciones catalanas.

Porque para los republicanos -cuyo voto, aunque sea la abstención, el Gobierno necesita para aprobar los presupuestos- no se puede aplazar sine die la principal condición que le pusieron a Sánchez para permitirle ser presidente, y como dijo Rufián en el debate de investidura, “si no hay mesa, no hay legislatura”.

Ya antes de conocerse el anuncio de Quim Torra de convocar elecciones -aunque sin fecha, una vez se aprueben los presupuestos catalanes- había en el Gobierno pocas expectativas sobre la reunión con el presidente catalán.

Porque en la Moncloa entendían que Torra -quien en un momento rechazó la mesa de gobiernos negociada con ERC- iba a tensionar al máximo para dificultar el diálogo.

La Moncloa ha mantenido en su agenda este encuentro -que va a celebrarse en la sede de la Generalitat-, a pesar de que en este contexto ya preelectoral nadie espera ningún tipo de entendimiento entre los presidentes.

Pero también lo ha diluido en una agenda con más encuentros, como el que tendrá con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau o con la entidad empresarial Barcelona Global.

Y es que en nada se parece ya este contexto al de la reunión de Pedralbes. Entre otras cosas porque el independentismo está dividido, y si hay una sintonía que Sánchez necesita mantener es con ERC, pero no con Torra ni Junts per Catalunya.

Esquerra quiere que de la reunión Sánchez-Torra salga una fecha para la futura mesa de diálogo Gobierno-Generalitat. No sólo porque dicha mesa fue la razón de ser de su abstención en la investidura, sino porque supone uno de los logros que pondrá sobre el electorado para tratar de ganar las elecciones catalanas.

Porque el pragmatismo es la baza que quiere jugar Esquerra en esta carrera electoral en la que espera colocarse como la primera fuerza política en Cataluña. Y si eso ocurre pedirá reciprocidad al PSC tras haber ayudado a Sánchez a quedarse en la Moncloa.

En las filas socialistas no niegan la disposición a ayudar a Esquerra llegado el momento. Lo que no está tan claro es si se decantarían por un tripartito de izquierdas con los comunes.

Las fuentes consultadas ven más viable el apoyo puntual, siempre que ERC deje atrás cualquier tentación unilateral en lo que al conflicto catalán se refiere, y siempre también que permita que los Presupuestos Generales del Estado salgan adelante.

Porque sólo así podrá Sánchez mirar a medio plazo y hacerlo con algo más de tranquilidad, aunque tenga que seguir haciendo equilibrios hasta el final de la legislatura.