a última víctima mortal de ETA no llegó fruto de un atentado planificado, sino de un encontronazo fortuito. Sucedió el 16 de marzo de 2010 a 50 kilómetros al sur de París. El gendarme Jean-Serge Nerin fue tiroteado con la fatal fortuna de que un proyectil se coló en una zona desprotegida de su chaleco antibalas y acabó con su vida a los 52 años.

Dos décadas después, uno de sus cuatro hijos rechaza las demandas de quienes consideran que, una vez disuelta la banda, sus miembros no tendrían que seguir en prisión, e insiste en que los responsables “tienen que pagar”.

“A ellos sus familias les pueden ir a ver (a la cárcel). Nosotros no”, explica Floryan Nerin en declaraciones a Efe. “Aunque hayan entregado las armas, deben pagar”, insiste al ser preguntado sobre los llamamientos para pasar página y permitir la salida de prisión de los etarras que cumplen condena.

Dice que para él “es lo mismo que fuera ETA u otra organización” la que matara a su padre, la cuestión es que “ya no está aquí”.

Recuerda que se enteró por los medios de comunicación del homicidio de su padre durante una patrulla con otros tres agentes de la comisaría de Dammarie les Lys, en la que había hecho toda su carrera profesional hasta llegar al grado de brigadier jefe.

Habían salido los dos juntos de casa por la mañana y habían quedado en que no se entretendrían para volver a reunirse por la noche para ver un partido de fútbol.

El dirigente de ETA Mikel Carrera Sarobe, Ata, que era jefe del aparato logístico-militar, fue condenado en 2015 a cadena perpetua por ser uno de los dos autores (el segundo no ha podido ser identificado) de los tiros que acabaron con su vida.

A 25 años de cárcel fue sentenciado Arkaitz Agirregabiria del Barrio. Otros cuatro miembros del comando (había más pero no se han llegado a determinar sus identidades) fueron condenados a entre 14 y 16 años de prisión.

El brigadier jefe Nerin y los tres agentes que le acompañaban se encontraron en un camino con un grupo de personas que estaban llenando los depósitos de unos coches sin saber que ETA había cometido poco antes un robo de vehículos a punta de pistola en un concesionario próximo. Los policías procedieron a controlarlos y a esposar a varios de los sospechosos, que habían intentado zafarse utilizando sus armas.

Pero entonces irrumpió otro vehículo del que salieron dos hombres que abrieron fuego y alcanzaron a Nerin.