uando se cumplen 45 años del fin de la Guerra de Vietnam (1955-1975), cientos de veteranos vietnamitas del bando perdedor heridos en la contienda llegan al último trecho de sus vidas sin derecho a pensiones de invalidez y obligados a trabajar hasta el final para subsistir.

Nguyen Huu, de 66 años, sigue recordando con amargura el 30 de abril de 1975, el día en que las tropas del Frente Nacional de Liberación de Vietnam y el ejército norvietnamita tomaron Saigón (hoy renombrada como Ho Chi Minh) y certificaron la derrota de Vietnam del Sur. “Aquel día perdí mi país” dice.

“Fue el día en que padres fueron separados de sus hijos, mujeres perdieron a sus maridos, algunos perdieron la vida y otros fueron a la cárcel. El duelo y la tristeza están dentro de mí cuando recuerdo aquel día”, dice.

Para él la guerra y la vida como la conoció habían terminado un año antes, el 24 de febrero de 1974, en la provincia de Phu Yen, cuando al salir de una base rebelde que su batallón acababa de capturar pisó una mina que le hizo perder las dos piernas.

Se había alistado un año antes, a los 18 años, sin ninguna motivación política, simplemente porque en su pueblo los rebeldes del Viet Cong robaban comida y medicinas por las noches.

Poco después de su salida del hospital, tras un año de convalecencia, las fuerzas comunistas del Norte tomaron la región central y él no se atrevió a regresar a su pueblo en un año, por miedo a posibles represalias.

“Entonces llevaba dos granadas pequeñas escondidas por si alguien me atacaba. Tenía miedo de la crueldad del nuevo régimen. Creía que estaba al final de mi vida”, rememora.

A sus 66 años, sorprendido de haber vivido tanto, subsiste vendiendo lotería en su silla de ruedas, algo que él considera “una bendición de Buda” si lo compara con los duros años de la posguerra, cuando fue mendigando de pueblo en pueblo hasta llegar a Saigón al inicio de los años 90.

Aunque su vida ha mejorado desde entonces, sigue ganando lo justo para sobrevivir y alojarse en una habitación compartida con otras 20 personas y solo recibe la ayuda ocasional de una asociación con base en EEUU.

En los caóticos días de abril de 1975 en los que el final de la guerra era inminente, muchos de los que habían trabajado para el régimen del sur pudieron escapar hacia EEUU y otros se jugaron la vida huyendo en barco.

Los que se quedaron sufrieron internamientos en campos de trabajo forzoso. Al salir habían perdido sus propiedades, no tenían acceso a ningún empleo de calidad y se veían obligados a mendigar en las calles o dedicarse a los trabajos más duros.

Uno de los que pudo haber escapado y no lo hizo es Hong Van Chau, un veterano invidente que a sus 75 años y con una salud muy precaria sigue levantándose a las 4 de la mañana para vender cepillos en un mercado de la antigua Saigón.

Chau se alistó en el Ejército del Sur para recibir alojamiento y comida, hasta que en 1968 casi pierde la vida tras estallarle una mina colgada de un árbol. “Sufrí heridas en los brazos, las piernas, en el estómago y en los ojos. Perdí la vista . Pasé dos años recuperándome en un hospital”, relata.

En los años siguientes, el Gobierno del Sur le entregó una vivienda por los servicios prestados, se casó, tuvo una hija, y consiguió un empleo como asistente técnico en un hospital. Aquella vida cómoda se esfumó con la derrota definitiva del Sur, cuando los vencedores le confiscaron su apartamento y le impidieron seguir trabajando en la clínica.

“Bloquearon la entrada a mi casa, ya no podía entrar. Me convertí en un vagabundo en Saigón. Meses después un hombre me acogió en su casa y desde entonces vivo aquí. Él ya murió”, cuenta. Entonces tenía 30 años, hoy tiene 75, pero cree que su vida apenas ha cambiado. “Me siento triste por mí y otros veteranos heridos. Nadie se ocupa de nosotros”, se lamenta.

Sus amistades de juventud ya murieron o emigraron y afirma que solo le queda un verdadero amigo en Vietnam, un compañero de armas al que ha pedido que el día en que muera lo haga incinerar y esparza sus cenizas en uno de los campos en los que combatieron juntos.

En lucha contra el virus. Vietnam celebró ayer los 45 años del final de la guerra con el país más unido que nunca en la lucha contra el COVID-19, que ha conseguido frenar con 270 contagios y ningún muerto hasta ahora. El 30 de abril de 1975, celebrado como día de la Reunificación, puso fin a más de dos décadas de enfrentamientos que dejaron un país dividido, con miles de exiliados y heridas que han seguido supurando hasta ahora. Esas rencillas parecen haberse mitigado desde el inicio de la crisis, cuando el población se puso detrás de sus líderes e incluso los grupos disidentes rebajaron el tono de sus críticas para priorizar la conjura contra la epidemia.

“El duelo y la tristeza están dentro de mí cuando recuerdo aquellos días”

Superviviente

“Me siento triste por mí y por otros veteranos heridos. Nadie se ocupa de nosotros”

Veterano vietnamita