Feijóo, como Fraga. El candidato popular logró su cuarta mayoría absoluta, igualando a su predecesor Manuel Fraga. Ayer sumó 42 escaños, uno más que en los anteriores comicios. Necesitaba 38 para mayoría absoluta.La derecha solo vota al PP. Feijóo supo aglutinar el voto de la derecha. Vox y Ciudadanos nunca tuvieron opciones reales de conseguir asiento en Santiago. Mareas muertas. La ruptura interna de En Marea, que en los anteriores comicios fue segunda fuerza con 14 escaños, deja a Galicia en Común-Podemos y a Marea Galeguista sin representación.

El BNG 'pesca' en Podemos. De la debacle de En Marea-Podemos se beneficia el BNG, que hace años estuvo al borde del abismo y de la mano de Ana Pontón se dispara y pasa de 6 escaños a 19.

Cae participación en A Mariña. La participación se desplomó en A Mariña (Lugo), afectada por un importante brote de coronavirus.

41,12%

A falta del voto exterior, la abstención en Galicia alcanzó su mayor cifra de los últimos 23 años.

El ganador de las elecciones celebraba anoche en Twitter su cuarta mayoría absoluta.

- Alberto Núñez Feijóo continuará cuatro años más como presidente de la Xunta al obtener su cuarta mayoría absoluta y calcar prácticamente sus resultados de 2016. Si bien poco cambiará en el gobierno gallego, el parlamento de Santiago de Compostela sí que variará notablemente respecto a los anteriores comicios autonómicos, ya que desaparecen las marcas Podemos-Galicia en Común y En Marea en un descalabro histórico y su puesto de segunda fuerza se lo queda el BNG, que renace de sus cenizas, triplica sus escaños y le hace el anunciado sorpasso al PSdeG, que se queda exactamente como estaba, como el tercero en discordia y sin sumar ni perder parlamentarios. Así, los 75 escaños que se ponían en juego ayer se repartirán entre sólo tres partidos.

Feijóo, que durante la campaña electoral ha escondido la marca PP de sus actos, vuelve a mostrarse como uno de los perfiles más solventes y más centrados de unos populares escorados a la derecha, lo cual no es una buena noticia para el liderazgo de Pablo Casado, si bien el dirigente ourensano por ahora ha esquivado siempre su salto a la política nacional y parece seguir con la mirada en Galicia.

Pese a presidir la Xunta desde 2009, Feijóo no acusa el desgaste del poder y no sólo logra una holgada mayoría absoluta (la cuarta, igualando a su predecesor Manuel Fraga), sino que incluso añade a los 41 escaños obtenidos en 2016 uno más, hasta llegar a 42, si bien su cosecha en votos disminuye en 60.000 debido a la caída de la participación, la más baja en 23 años. Logra así su objetivo de aglutinar en su figura todo el voto de la derecha, consciente de que si no alcanzaba la mayoría absoluta perdería su condición de presidente a nada que los partidos de izquierda se pusieran de acuerdo para desalojarle.

Feijóo contenta a la inmensa mayoría de los votantes gallegos de derecha y él lo sabe. Por eso no quiso pactar con Ciudadanos para concurrir juntos a estos comicios, como sí pasó en la Comunidad Autónoma Vasca. No le hacía falta y a los datos hay que remitirse. Si el PP ha sumado más de 600.000 votos en Galicia, con el 48% de los sufragios, Ciudadanos, liderado por Beatriz Pino, es el sexto partido en el ranking y ni siquiera llega a los 10.000 votos, un 0,74% y, por supuesto, sin representación, perdiendo casi 40.000 papeletas con respecto a la anterior cita.

Algo mejor le fue a Vox en su primera comparecencia, pero sus 26.000 votos (el 2%) le dejan muy lejos de poder entrar en la cámara. La estrategia de Ricardo Moreno de tildar de nacionalistas a todos los candidatos, incluido a Feijóo, no le ha dado resultado, y Galicia sigue siendo uno de los sólidos diques contra la ultraderecha.

Mucho más vaivén ha habido en el lado izquierdo del arco parlamentario. Si en 2016 el PSOE pasó a ser la tercera fuerza ante el sorpasso de En Marea, ayer mantuvo ese puesto en el podio, que seguro que no satisface sus ansias, por detrás de PP y de un renacido BNG. El PSdeG, con Gonzalo Caballero al frente, logra retener sus 14 parlamentarios, pero queda muy lejos de liderar la oposición, de conformar un gobierno alternativo y de reeditar el éxito socialista de las últimas generales, en las que superó por primera vez al PP en Galicia.

Feijóo aparte, quien más contenta vivió ayer la noche fue Ana Pontón, la candidata del Bloque Nacionalista Galego. La política lucense salió al rescate de la formación nacionalista en las anteriores elecciones, cuando zozobraba y apenas tenía relevancia parlamentaria (agravada por el nacimiento de Podemos y de las Mareas), y en cuatro años ha convertido sus seis escaños en nada menos que 19.

Ese subidón histórico de O Bloque, que ha sumado más de 300.000 votos (casi 200.000 más que en 2016) se explica con el no menos histórico descalabro de las marcas En Marea-Podemos, que cuatro años atrás emergieron con la misma energía con la que ayer naufragaron. De 14 parlamentarios a 0. El sistema electoral hace que sus más de 50.000 votos no les den ni un escaño, y son muy pocos comparados con los más de 270.000 de la última cita. Las luchas internas dentro de la marca En Marea, que llevaron a la división y a la creación de diferentes agrupaciones, han conducido al desastre y complican aún más el futuro del proyecto de Pablo Iglesias, que sigue perdiendo poder territorial. Galicia en Común (Podemos-Esquerda Unida-Anova), con Antón Gómez Reino, se ha quedado en 50.000 sufragios, pero Marea Galeguista (En Marea, Partido Galeguista y Compromiso por Galicia), con Pancho Casal al frente, no ha sumado ni 3.000 votos, incluso menos de la mitad que el PACMA, que llegó a 6.000.