on el símbolo del terror. De la tortura y de la desaparición. De regímenes que aplastaron a la población civil y tiraron gente viva al mar. Son los ya muertos Jorge Rafael Videla y Gregorio Álvarez en Argentina y Uruguay o el aún dictador Teodoro Obiang en Guinea”, recordaba Danilo Albin en Público el 25 de julio. “Unos y otros, jefes militares todos, tenían y tienen una medalla en común: Juan Carlos I les condecoró con una de las más altas distinciones que ofrece España”, añadía. El presente, sin embargo, contaba con una novedad: “Ahora hay una oportunidad. El paso lo ha dado el Movimiento para la Liberación de Guinea Ecuatorial Tercera República, conformado por opositores a la dictadura de Obiang”, concluía Albin.

El mundo contaba, pues, con una novedad importante en terrenos tan pantanosos como los sembrados por el fascismo pero en España, “La monarquía vive su propio `delirium tremens´: El Borbón pide el bien común… al Apóstol Santiago”, según informaba insurgente.org un día después. Entonces, ¿guerreamos realmente en el siglo XXI? Público, citando a Efe, recordaba el día 29 de ese extraño julio que “La jueza argentina María Servini de Cubría, que investiga supuestos crímenes de la dictadura franquista española, ha citado a declarar para el próximo 3 de septiembre al exministro Rodolfo Martín Villa por vía telemática desde la Embajada de Argentina o una representación consular de este país en España”.

¿Puede, por ello, considerarse propio de nuestros días este panorama político?

No es fácil de imaginar. Justo cuando Juan Carlos I emprendía su colorista escapada al más allá legal, podía comprobarse la influencia de la dictadura (de las diferentes formas de dictadura) en medio mundo: “La Corte Suprema de Justicia decidió la prisión domiciliaria del expresidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez, por los delitos de fraude procesal y soborno, en una decisión sin precedente en la historia de Colombia”, según Camilo Rengifo Marín el miércoles 5 en rebelión.org. Por su parte, Himelda Ascanio recordaba, el jueves 13 de agosto en rebelión.org, que, según los informes de la ONU y Global Witness, “Colombia continúa siendo el país más letal para los defensores de Derechos Humanos y los líderes sociales” y que “las estadísticas son aterradoras, porque todas demuestran un incremento de los asesinatos superior al 50 por ciento durante el Gobierno de Duque”.

No es algo fácil de digerir pero es que, para colmo, en una entrevista concedida a Gustavo Veiga para ese mismo medio publicada dos días antes, la activista negra Preta Ferreira dejaba helado al lector desde el propio titular de la misma: “En Brasil muere cada 23 minutos un George Floyd”. Dictaduras de ayer y de hoy. Tras el titular (“Conociendo al enemigo: La extrema derecha presenta su sindicato”), llegaba la confirmación de la noticia: “Según el líder fascista, Santiago Abascal, este nuevo sindicato (…) `estará al servicio de los españoles y no al servicio de partidos políticos o de causas ideológicas. Un sindicato que será para todos los españoles y no para forzar una inexistente lucha de clases´”. Este texto, con el que Insurgente.org daba inicio a su andadura el viernes 14 de agosto, nos informaba sobre la vuelta del espíritu del sindicato único a tierras vestidas con piel de toro.

“El nombre elegido fue Solidaridad”, concluía la nota. Una nota que invitaba al lector a recordar un pasado no muy remoto, dibujado sin formas reconocibles por los artistas de un sindicato vertical que ahora volvía a amenazar la existencia del trabajador desprotegido. Y, para colmo, “[Corinna] Larsen (…) ha afirmado que después de viajar a Botswana en 2012 con el rey emérito empezó a recibir una `atención no deseada´ por parte del Centro Nacional de Inteligencia (CNI)”, según naiz.eus el jueves día 20. ¡Atención! “En 2012, según contó Larsen, recibió una visita en Londres del entonces jefe de inteligencia española, Félix Roldán”. “Dijo que lo enviaba el rey. La primera advertencia era que no hablara con la prensa. Dijo que si no seguía las instrucciones, no podía garantizar mi seguridad física ni la de mis hijos, añadió” Corinna Larsen.

Siglo XXI. Mediados de 2020. Dictadores de hoy y de siempre en plena forma.