ay mucha gente en Bildu que ha pretendido la paz desde el principio”, declaraba Javier Maroto hace una década, cuando ETA aún no se había disuelto. El hoy portavoz del PP en el Senado (cargo al que llegó trampeando y no elegido por los votos alaveses) y vociferante holligan de su amo Pablo Casado, piropeaba así a los concejales de la coalición independentista que iban a apoyarle en la aprobación de los Presupuestos del Ayuntamiento de Gasteiz. Ese apoyo que hoy califica de “indignidad moral” fue su mayor éxito como alcalde de la capital de Euskadi y lo explicó como “la necesidad de dar respuestas nuevas para el funcionamiento de las instituciones”.

Pero no voy a centrar esta reflexión en las contradicciones perpetradas por la derecha extrema española y por la derecha extrema navarra en su desaforada satanización de la izquierda abertzale con la que pactaron cuando les convino, sino en la hipócrita exhibición de rasgarse las vestiduras por el hecho de que EH Bildu vaya a apoyar los Presupuestos presentados por los gobiernos español y navarro. Y es que repugnan sus improperios, sus reproches sobreactuados, su absurda colección de insultos, su progresiva elevación del tono de bronca. Dan asco sus persistentes vueltas de noria sobre el mismo tema. Dan asco sus mentiras, sus hipérboles, sus discursos grandilocuentes sobre la perversidad socialista y la gran traición a las víctimas, a la democracia y a España, cómo no, ¡a España! Dan asco las viejas glorias pontificando denuestos de fuego amigo, asomados desde su plácido rincón del olvido o desde su resentimiento por no haber podido impedir la victoria de Sánchez en el partido.

Ni la derecha extrema española ni la derecha extrema navarra hacen ninguna referencia en sus berridos a los Presupuestos, a las cuentas que se van a aprobar por mayoría porque así lo van a decidir los votos de sus señorías en Iruñea y en Madrid. Y eso, el que un conjunto de fuerzas heterogéneas mayormente progresistas se pongan de acuerdo, les incomoda. Contraría a la derecha resentida, contraría a algunos jarrones chinos de la izquierda que aún sueñan con el bipartidismo y la gran coalición. En las viejas alturas socialistas no tragan a este Gobierno. Ni el PP ha aceptado a Sánchez ni Navarra Suma ha aceptado a Chivite. Ni Donald Trump ha aceptado a Joe Biden. Todos ellos tienen un concepto patrimonial del poder, y creen que sólo ellos son capaces de ejercerlo. Y desahogan su frustración recurriendo hasta la náusea a la grandilocuencia de las vísceras, a la falsedad de un supuesto acuerdo indigno con los terroristas, de la profanación de las víctimas, de la traición alevosa, de la ignominia de resucitar a ETA… Una repugnante vuelta a diez años atrás en la que todo vale.

Aquí el que esto firma reconoce estar más que harto de tanta hipocresía, de tanto fuego fétido de artificio, de tanta redundancia en la mentira, de tanto tramposo rasgar de vestiduras, de tanto echarle cuento al discurso para distorsionar a la opinión pública, que bien se ocuparán de ello algunos responsables de la opinión publicada. Ya sé que es inútil, que ya lo saben de sobra y que no les importa, pero no puedo privarme de manifestar que EH Bildu es una formación política legal, tan legal y sustentada en votos ciudadanos como el PP, Ciudadanos, UPN y Vox. Que en política todos los acuerdos son válidos y que sumar o no los votos es legítimo y respetable. Ah, y que no vengan con lo de que no condenan a ETA, porque nunca Vox -con quien parecen válidos y justos todos sus pactos- ha condenado ni el franquismo ni sus crímenes. Y ya puestos, el PP tampoco.

Repugnan los improperios de la derecha, sus reproches sobreactuados, su colección de insultos y su progresiva elevación de la bronca