atalunya celebra hoy elecciones autonómicas en un contexto extremadamente inusual. Con restricciones de movilidad, muchas precauciones sanitarias y en medio de una anormalidad democrática que ha marcado toda la legislatura. El último presidente tuvo que dimitir inhabilitado por desobedecer a la Junta Electoral, el anterior sigue exiliado y si los dirigentes políticos presos solo van a la cárcel a dormir es porque la Fiscalía ha preferido no tensar más el ambiente en plena campaña electoral. Es posible que esta próxima semana recurra su excarcelación.

En términos ejecutivos, la legislatura ha sido prácticamente insustancial. Con un presidente interino que ni siquiera quiso ocupar el despacho presidencial, una creciente competencia interna entre las fuerzas soberanistas y una oposición incapaz de construir nada en positivo, las cosas siguen más o menos donde estaban hace cuatro años. El conflicto político sigue enquistado en la vía judicial y no hay propuestas efectivas de solución a medio plazo. Solo el tibio acercamiento entre el PSOE y ERC ha dado muestras de deshielo, pero ni unos ni otros han querido arriesgar cuando ha tocado hacerlo.

Hay un debate pendiente en el soberanismo entre quienes apuestan por mantener la situación de excepcionalidad actual -con Carles Puigdemont a la cabeza- y quienes abogan por aparcar la vía unilateral a la espera de un momento mejor. La apuesta se ha resuelto de forma clara en el espacio conservador postconvergente en favor del soberanismo de Junts frente al autonomismo del PDeCat, que puede quedar sin representación parlamentaria. Pero sigue sin respuesta en el seno de ERC, donde las dudas en torno a la estrategia se han traducido en inseguridad electoral. No es fácil dar la vuelta en el viaje a Itaca cuando has convencido a tus seguidores de que el Estado no ofrece ninguna solución. No al menos mientras queden presos y exiliados. Las 155 monedas de plata de Rufián pesan demasiado.

Esta vez la única alternativa a la actual mayoría soberanista la ofrece el PSC, que con Salvador Illa al frente puede alcanzar una victoria que previsiblemente no será suficiente para gobernar. El exministro de Sanidad es un buen candidato, tiene un discurso conciliador y supone un refugio para el voto útil que puede arrasar a los Comunes y enterrar a Ciudadanos. Pero que también puede romper los puentes con ERC si los republicanos quedan relegados a una tercera posición. Ahí radica precisamente la gran paradoja de estas elecciones. La victoria del PSC puede llevar al PSOE a morir de éxito. No hay pragmatismo posible en Madrid si Puigdemont sigue marcando el paso institucional en Barcelona.

Claves que seguramente no se van a aclarar del todo esta noche, pero que van a condicionar el marco político en España. Aprobados los presupuestos del Estado, garantizada la gestión de los fondos europeos y sin una oposición efectiva -ni PP ni Vox son hoy una alternativa real de Gobierno- el PSOE encara el ecuador de la legislatura con la suficiente solidez como para revisar su política de alianzas. La actual mayoría se ha demostrado eficaz y estable, pero también incómoda. Y con casi dos años sin elecciones a la vista -las siguientes serán las andaluzas en diciembre de 2022-, puede ser un buen momento para hacer inventario de viaje.

En primer lugar con Podemos, con quien el PSOE cada vez choca más y de forma más pública en cuestiones todavía accesorias. Pero que en los próximos meses va a tener que afrontar cuestiones como el SMI, las pensiones y la reforma laboral, que con Europa fiscalizando las reformas para garantizar los fondos europeos, van a poner a prueba de verdad las costuras de la alianza de Gobierno.

Y en segundo lugar, con el resto de partidos minoritarios. Una suma amplia y heterogénea de alianzas en la que será clave el papel que asuma ERC, y por extensión también el EH Bildu, cuya apuesta pragmática se puede complicar si la tensión política vuelve a Cataluña. Con Ciudadanos con ganas de hacer de muleta en esta nueva fase, y un sector del PSOE suspirando por una centralidad que le libere de lastres incómodos aun a riesgo de perder la mayoría parlamentaria, el abanico de opciones puede quedar abierto.

No parece el caso de Navarra, origen de la mayoría que sostiene a Pedro Sánchez en La Moncloa, y donde hoy por hoy no hay alternativa a una coalición de Gobierno que sin embargo empieza a mostrar algunas fisuras. Las críticas de Geroa Bai al PSN por la utilización de las instituciones con fines partidistas son un debate menor, pero revelan una desconfianza latente. Disputa que de momento no irá a más, pero que puede ser germen de problemas mayores si cada pieza de la coalición funciona por libre y el contexto general se vuelve en contra. Las olas del mar de fondo antes o después acaban llegando a la costa, y más vale tener el malecón reforzado. Por lo que pueda pasar.

La gran paradoja es que el PSOE puede morir de éxito. Una victoria del PSC puede alejar a ERC y complicar el juego de mayorías en Madrid

No es fácil dar la vuelta en el viaje a Ítaca cuando has convencido a tus seguidores de que no hay otra solución