ucho ojo con generar expectativas infladas; mucho cuidado con enrocarse sin atender a señales de giro. La semana política deja al Gobierno español y al Partido Popular un respectivo aviso a navegantes, y dos lecciones para los pasos siguientes a los indultos. Una medida que ya se encuentra en la bandeja de salida, pendiente del clic del Consejo de Ministros, antesala de un necesario proceso de diálogo que va a constituir una de las claves del resto de la legislatura, abocada a aflojar uno de los nudos gordianos por los que la imagen del Estado se ha erosionado interna y externamente: el problema territorial y sus derivadas.

La cuestión catalana, judicializada en gran medida desde el 9-N de 2014, recupera el protagonismo de la política. En esta lógica, cada cual se retrata. La derecha española, tomando el sol en Colón. La mayoría progresista, en la búsqueda de reformas con claros visos de ser insuficientes para el independentismo, pero que pueden gravitar en la órbita de un Estado plurinacional. En cuanto a los indultos en sí, la votación del miércoles en el Congreso ha dejado un aval nítido y un refuerzo democrático a favor de esta decisión: 190 votos contra 152.

Si Pedro Sánchez, practicante asiduo de la discontinuidad estratégica, se lanza tras los indultos a la prestidigitación, soliviantará a unos y a otros, y las expectativas que de nuevo genera en la sociedad catalana y vasca quedarán en agua de borrajas. La oposición dura o extrema de la derecha, tan genuina por estos pagos, le va a acompañar el resto de legislatura haga lo que haga. Es la inercia de Abascal y ahora también la de Ayuso la que mueve a Pablo Casado. Está comprobado. El PP compite con Vox en nacionalismo español radical y agresivo, un coto crecientemente excluyente al que también se apunta UPN.

Si Sánchez avanza, si demuestra sentido de la realidad de un Estado plural, dinamismo y un punto de sagacidad, se revestirá de una aureola reformista a la postre más poderosa que el inmovilismo. De paso apuntalará a la derecha en el marco de la bronca continua, además de estéril, perjudicial.

Sánchez ya solo puede hacer de renovador. Tiene en Unidas Podemos, su socio de coalición, un primer asidero. Y en el resto de la mayoría progresista, ancho de vía para circular.