ace muchísimos años que no he visto ni un solo minuto de Televisión Española. No sólo no me interesa lo que emiten, sino que creo que poner cualquiera de sus canales es como si te agradara ser estafado. Los informativos son pretenciosos, mediocres, caros y, al fin y a la postre, un mecanismo de manipulación política perenne, gobierno tras gobierno. Imposible olvidar a Lorenzo Mila, el niño bonito de la tele pública, diciendo desde Italia que lo del coronavirus era una simple gripe, porque así convenía a la superioridad. Supongo que emitirán también algún espacio deportivo, pero tampoco son lo mío. Y luego está el entretenimiento, que es difícil saber qué hace en la parrilla habida cuenta de que el ente ha de cumplir un servicio público de acuerdo con la ley, a cambio de lo cual se le abona una ingente cantidad de dinero. Por cierto, lo que tal vez no sepa mucha gente es que una parte de lo que pagamos por tener un móvil o una conexión a Internet en casa va a parar a este monstruo, obligatoriamente, lo que hace que las tarifas sean más caras. Si yo lo he entendido bien, servicio público debería significar que no se produce ni emite nada que pueda tener cabida en los operadores privados, y muy concretamente todos esos programas cuya finalidad específica es mantener al espectador echando el rato en un sofá. El juego en el que está instalada TVE, sin que apenas nadie lo denuncie, consiste en intentar mantenerse a flote con algo de audiencia, para lo que hay que invertir dinero, y así arrastrar a los televidentes a consumir la manipulada información que dispensa. Es un flautista de Hamelín de medio pelo, habida cuenta lo mucho que es superada por las privadas en todas las franjas horarias. La inutilidad de RTVE es manifiesta, y si algún día la cerraran no ocurriría nada malo.

Valga la introducción para hablar de lo de MasterChef y la muerte de Verónica Forqué. Nunca he visto el programa, pero es inevitable conocer de él en los medios y las redes sociales. Está elaborado por una productora privada, faltaría más, llamada Shine Iberia, cuyo contrato es renovado si se mantiene un determinado nivel de audiencia. Para que esto ocurra, hay que contar con una serie de personajes en el estúpido juego de competir por ver quién elabora mejor unos platos, que son juzgados por unos tipos de aspecto inquisidor. El modelo es el mismo que los cientos de concursos que pueblan otras cadenas, en los que hay que demostrar a cuatro bordes que eres el mejor haciendo algo, un espectáculo creado con la base de la competitividad absurda y donde realmente se trata de resaltar la inutilidad de los que se van quedando atrás. Como modelo social y referencia moral es todo lo contrario que edificante. Pero la audiencia gusta de este tipo de espectáculos que en el fondo son pendencias. Pronto se descubrió que en estas charadas el interés era mayor si participaban personajes públicos, y mucho mejor si arrostraban alguna dimensión morbosa, sea la que fuere. Un político fracasado, un follarín de la crónica social, el gracioso de otros programas, o una presentadora o actriz a la que se le pasó el tiempo de gloria. Cuanto menos convencional sea el personaje, mejor. De ahí que el éxito del programa radique en el casting, la selección premeditada de los concursantes, a los que no se les lleva a pantalla porque sepan cocinar o no, sino por una de estas dos razones: el ridículo que son capaces de hacer, o el instinto depredador que pueden oponer a los demás.

La familia de Verónica Forqué no ha querido decir cuál fue la causa de su muerte, y les asiste todo el derecho a no hacerlo. Por más que se publique que ha sido un suicidio, es algo que no hay que tomar como cierto. Y, en todo caso, es imposible saber qué pasa por la cabeza de alguien que se quita la vida, e injusto vincularlo a un solo motivo. Lo que sí sabemos es que ella misma había hablado hace meses, antes de entrar en el programa, de sus problemas de depresión, y precisamente por eso, la productora de MasterChef le buscó para que participara en un espectáculo basado en la competencia, el juicio de terceros, la exhibición de las miserias y el aguante ante la frustración. Me cuesta imaginar algo más vomitivo. Tal vez, el silencio de tantos defensores de lo muy importante que es la salud mental, que ya tardan en pedir que se suprima definitivamente esta basura de programa y, de paso, se saquen algunas otras consecuencias.

La productora de Master Chef buscó a Veronica Forqué para participar en un programa basado en el juicio a terceros. Es vomitivo