- La arrolladora victoria del ultranacionalista Viktor Orbán en las elecciones del domingo en Hungría tiene una cara, su enorme popularidad entre sus ciudadanos, y una cruz, su creciente aislamiento internacional por su cercanía al presidente ruso, Vladímir Putin, que se apresuró a enviar un telegrama de felicitación a su su mejor aliado en el bloque comunitario.

El jefe del Kremlin destacó en un telegrama que “pese a la compleja situación internacional, el desarrollo de las relaciones bilaterales responde a los intereses de Rusia y Hungría”.

La otra gran cruz fue el fracaso del referéndum sobre la ley que prohíbe hablar de homosexualidad y cambio de género a menores -criticada como homófoba dentro y fuera del país- que no puede seguir adelante al no alcanzar el quórum mínimo del 50% de votos válidos, lo que significa que una importante parte de la población secundó el mensaje de la oposición de boicotear la consulta. Además, otro 20% de las papeletas emitidas no se contabilizaron porque no eran válidas ya que tenían marcas incorrectas o mensajes de protesta, tal como demandaron organizaciones a favor de los derechos LGTB y la oposición.

Los votos válidos en este referendo (44%) fueron nueve puntos porcentuales menos de los obtenidos por Orbán, el 53% del total, en su arrolladora victoria en las elecciones legislativas del domingo, lo que indica que incluso algunos de los simpatizantes de la formación de Orbán han dado la espalda a la consulta.

Orbán ha mantenido una posición tibia respecto a la invasión rusa de Ucrania, sumándose a las sanciones de la UE pero vetando incluso el tránsito de armas para Kiev por su territorio y negándose a renunciar al gas y al petróleo rusos.

Mientras que el primer ministro ha evitado criticar a Putin, sí ha lanzado dardos al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, incluso en su discurso de victoria electoral ante miles de seguidores en Budapest.

Orbán citó a los rivales a los que había tenido que doblegar en la campaña y mencionó a “la izquierda” nacional e internacional, a “los burócratas de Bruselas”, a “la prensa internacional de masas” y, al final, “hasta el presidente ucraniano”. Zelenski criticó a Orbán en la última reunión de la OTAN por su posición ambigua respecto a Rusia, y el Gobierno húngaro le acusó de interferir en las elecciones para favorecer a la oposición.

La cercanía de Orbán con Rusia y su posición sobre Ucrania ha molestado incluso a sus aliados más cercanos en la UE, como Polonia, República Checa y Eslovaquia, sus socios en el grupo de Visegrado, que se han alejado de él en las últimas semanas.

La invasión rusa de Ucrania trastocó la campaña electoral de Orbán, cuyos vínculos con Putin no sólo no le han pasado factura, sino que se ha aprovechado de la incertidumbre generada por la guerra para presentarse como garante de la estabilidad y de una equidistancia para, argumentó, defender los intereses de Hungría.

La victoria electoral contra el frente opositor unido ha sido arrolladora. El Fidesz de Orbán es único partido de la Unión Europea con un apoyo electoral del 53% y capaz de amarrar cuatro supermayorías absolutas, dos tercios de los escaños, consecutivas.

Orbán, de 58 años, es el político más popular del país y hay un dato concluyente: el populista político ha vencido en cinco de las nueve elecciones generales celebradas desde el fin de la dictadura comunista en 1989.

Los mapas electorales de Hungría están teñidos completamente de naranja, el color del Fidesz, mientras que la oposición venció únicamente en la capital, Budapest, y otras grandes ciudades, como Pecs y Szeged. “Los resultados demuestran que la oposición ha perdido unos 680.000 votos en comparación con las elecciones de 2018”, explicó Balázs Böcskei, director de investigaciones del Instituto Idea.