- Jon Sarasua (Aretxabaleta, 1966) defiende la necesidad de reconstruir un relato colectivo positivo en Euskal Herria ante el contexto de este siglo, marcado por la globalización y digitalización.

Cree que falta una nueva narrativa potente sobre la identidad vasca.

-El relato de lo que somos, de dónde venimos y sobre todo hacia dónde vamos, es importante. Para la edificación de la comunidad euskaldun y de Euskal Herria como país en este nuevo siglo creo que hay que replantear elementos de ese relato.

Dice que el tiempo corre en contra.

-La globalización de cuño occidental, económica, social y cultural, no está jugando a favor de las lenguas y comunidades de menor escala, y sobre todo, si no cuentas con un Estado, gran parte de las dinámicas socioculturales no favorecen. Además ha surgido la digitalización de la vida, que hace que algunos esfuerzos de finales del siglo XX para impulsar elementos de la cultura vasca y el euskera queden más diluidos. Las inercias están jugando en contra de nosotros. Los Estados, España o Francia, tienen capacidad de regular el ámbito mediático y simbólico para reproducir esa identidad estatal. Cada vez la identidad que se crea es más española y francesa, y no es una pugna. Es más bien la pregunta sobre la capacidad de sobrevivir y desarrollarse de una comunidad cultural, que en este momento tiene bastantes factores en contra.

Hay fragmentación de audiencias.

-Esta fragmentación social que trae consigo internet está planteando preguntas a todas las culturas del mundo, no solo las de escala mediana como la euskaldun. En nuestro caso, la problemática es más importante, porque las condiciones mínimas de vitalidad de una cultura son bastante más complicadas que en el caso de la cultura hispana o francesa.

Todos sabemos castellano y solo parte de la población sabe euskera.

-Mis hijos y yo fuimos monolingües hasta la segunda infancia. El castellano ha sido una imposición positiva, porque hemos sabido otra lengua que se habla en esta tierra, en este caso impuesta y obligatoria por la Constitución. No estamos diciendo que haya que aplicar la misma vara a los monolingües castellanoparlantes, pero después de más cuarenta años tendríamos que acercarnos más.

Que ETA haya desaparecido tendría que ser un revulsivo. ¿Se nota poco?

-Sin duda, creo que se nota demasiado poco. Es lógico también que las heridas estén ahí. Para una lengua como la nuestra, que tiene algunas ventajas pero muchas desventajas, la polarización política es claramente negativa, y cuando se añadía muertes y sufrimiento, la polarización se volvía algo mucho más radical. Esta fase es mucho más favorable, aunque se está notando poco.

Como elementos de identidad propone vivir bien, ser nosotros mismos en una sociedad humanizada. En un contexto de capitalismo, crisis y grandes cambios geoestratégicos, ¿no son generalidades?

-Las grandes líneas de horizonte político siempre van a ser generalidades. En estos cuarenta años hemos pasado crisis económicas importantes, pero se ha trabajado bastante duro para mantener un dinamismo económico y un vivir bien. Si hay algo que ha caracteriza al pueblo vasco desde una mirada internacional es que en estos sesenta años ha hecho un proceso de revitalización lingüístico y cultural inédito en el mundo. De una amenaza de desaparición a una situación bastante mejor.

"La fragmentación social que trae consigo internet está planteando preguntas a todas las culturas”