un mito heredado oralmente y en la bibliografía memorialista cae por su propio peso. La mujer que arrojaron a una sima en Gaztelu con sus seis hijos no estaba embarazada. Ningún libro, ningún testimonio hasta la fecha lo ha dado a conocer. Sin embargo, 80 años después de aquella tragedia, la Sociedad de Ciencias Aranzadi confirma que Juana Josefa Goñi no estaba encinta, tal y como se la representa en dibujos de carteles, otras divulgaciones e, incluso, en la escultura metálica instalada aneja a la sima.

Lo argumenta de forma científica el médico forense de Aranzadi, Francisco Etxeberria. “No, no estaba embarazada. No existe ninguna razón para poder decir que hubo un feto en la pelvis de la mujer”, constata ahora tras el informe que se redactó en octubre de 2016 al encontrar los restos óseos de esta madre y sus seis hijos el 30 de agosto de 1936 en el territorio del municipio navarro de Gaztelu.

Etxeberria va más allá en su matización: “El laboratorio también descartó que estuviera embarazada”. Con todo, se desmonta una leyenda que, incluso, la familia mantenía y hacía referencia a un embarazo avanzado “de 7 meses”. “La familia ya sabe que no estaba embarazada porque en el informe de la exhumación y análisis de los restos lo indicamos. De hecho, el libro La Sima, de José María Esparza, que relata este episodio, va a tener una segunda edición dentro de poco en la que también se dará a conocer este detalle, además de otros”, desvela el forense quien agrega que la escultura ubicada en la salida de la cueva ya no es real. “No lo es, porque alude a una mujer embarazada con los niños alrededor. Eso sí, los niños sí coinciden en todo, edades incluidas. El laboratorio así lo ha constatado”, apostilla el científico.

Lo que sigue intacto, ocho décadas después, es que no se sabe quién les asesinó, el cómo y el por qué. Todo son hipótesis. Etxeberria el año pasado declaró que a su juicio llevaron a esta familia muerta al lugar. “Yo creo que les mataron y les trajeron hasta aquí. No me imagino trayéndoles a todos vivos y matándolos para arrojarlos”.

A principios de septiembre de 2016 comenzaron las labores de limpieza del lugar durante una semana, a cargo del grupo de espeleología Satorrak. El lugar es una sima vertical de unos 45 metros, catalogada como fosa. A continuación, la Sociedad de Ciencias Aranzadi inició la localización y exhumación de los restos.

El matrimonio Sagardia-Goñi tuvo siete hijos. Joaquín (16 años) fue llevado a la guerra y el resto fue arrojado a la sima: Francisco Javier (14 años), Antonio (11), Pedro Julián (9), Martina (7), José María (4) y Asunción (1 año). “Bajar al fondo del pozo impresiona por sus características, pero imaginar el momento en el que fueron arrojados al mismo una mujer y sus hijos me resulta casi imposible”, valoraba un año atrás al periódico Mugalari.

En Gaztelu, según el libro Navarra 1936, de la esperanza al terror, de Altafaylla Kultur Taldea (2012), se daba cuenta de que a consecuencia de la Guerra Civil fueron movilizados el padre y un hijo de la familia Sagardía, quedando su mujer y otros seis hijos menores en situación muy precaria.

Siempre según la línea de trabajo de esta publicación, finalmente fueron denunciados por otros vecinos ante la Guardia Civil por realizar supuestos pequeños hurtos. Por tal motivo, la familia tuvo que trasladarse al monte a una chabola cercana a la sima desde donde desaparecieron.

Al parecer, estaban emparentados con el general Antonio Sagardía Ramos y ello supuso una investigación oficial con apertura de diligencias judiciales en 1937 sobreseídas en 1946, sin que los hechos fueran esclarecidos. Se interpretó que tras los asesinatos de toda la familia los cuerpos fueron arrojados a la sima con la madre embarazada de siete meses, dato este último que la ciencia ha corroborado que fue mito.