Bilbao - En sus casi 90 años de su caminar por este mundo, ha intentado ser un buen cura en sus parroquias y un eficaz promotor de instituciones en favor de la cultura y la juventud. Un trabajo en tiempos difíciles, en un entorno social y eclesial nada propicio y receloso, un pelín incomprendido y más de una vez peligroso. Por ello, Txomin Bereciartua, sacerdote y activista sociocultural de Tendería, será distinguido el domingo con uno de los premio Sabino Arana 2018. Con estos galardones, que este año cumplen su XXX edición, Sabino Arana Fundazioa reconoce a personalidades, instituciones o colectivos que destacan por su capacidad de entrega y vocación de servicio a la sociedad.

En momentos como estos tan bajos de práctica religiosa, que premien a un sacerdote ¿empuja más a la reflexión que a la satisfacción? ¿o es posible conjugar ambas?

-Cuando me anunciaron que iba a recibir el premio, lo primero que me invadió, que me vino a la mente -en este momento que tan mal se habla de los curas- fue una gran satisfacción porque haya un espacio en el que se hable bien de los curas, porque son muy buenas personas. Mis compañeros se han volcado por ayudar, colaborar, formar grupos. ¿Qué hay defectos y fallos? ¡Claro, como en todos los sitios! Pero la impresión que tengo es que ha habido muy buenos sacerdotes, cada uno a su manera. Yo he tenido también mi forma de ser cura; estando en parroquias y al mismo tiempo descubriendo -cuando me metí en el movimiento scout- mi otra atención a la sociedad, a la población.

Al recibir este premio, ¿cuál es el primer flash, la primera persona o la primera imagen que le viene a la cabeza?

-Si quieres que te diga la verdad, Dios. Soy muy creyente y muy agradecido. Además, me dije a mí mismo ¡Otro premio más que me dan! Si yo no he hecho nada más que intentar ser buen cura haciendo el bien a la sociedad y a la juventud.

Repasando su biografía, la palabra jóvenes aparece en todos los renglones. ¿Qué falla para que su intensa labor de entrega tenga tan poca continuidad: los sacerdotes o los jóvenes atraídos por otros reclamos?

-Hay de todo. Pero quizás en la Iglesia ha faltado cintura para ver el momento de cambio profundo que estamos viviendo. Nuestros jóvenes están inmersos en otro entorno que no es religioso; crecen en un medio donde lo religioso es ajeno a ellos. Sin embargo, es posible encontrar muchos que trabajan por los demás, que descubren que pueden hacer el bien y lo hacen, pero no en un ambiente religioso. A la Iglesia le hace falta tener cintura para ver cómo en ese entorno tan distinto puede enviar el mensaje de que lo acertado es hacer el bien siguiendo a Jesús.

¿Por qué no acuden a misa esos jóvenes por los que usted lo ha dado todo?

-En el mundo en el que vivimos, lo religioso es ajeno al mundo cultural; la Iglesia tiene que cambiar la mente y ofrecer otra imagen para que los jóvenes nos vean más asequibles; debemos acercarnos a ellos. Por ejemplo, Francisco es aceptado por mucha gente. ¿Por qué? Porque da otra imagen; él vive en esa otra imagen. Y tenemos que seguir ese camino.

Por ejemplo, ¿por qué cree que el movimiento scout, por el que usted tanto bregó y luchó, no esté en sus mejores momentos?

-El que haya más de 20 grupos scouts solo en Bizkaia es una cosa que a mí me ha abierto los ojos. En este movimiento, los niños con 10 u 11 años van a jugar, los adolescentes de 18-20 años encuentran una ONG porque no viven en un mundo religioso, sino social en el que deciden que van a hacer algo por los demás, pero sin religión. Luego hay curas que sostienen que este grupo no es cristiano porque los responsables no lo son, pero se olvidan de que falta un tercer elemento: la comunidad cristiana, la comunidad parroquial, los adultos. Con eso, debemos de aprovechar para hacer personas seguidoras de Jesús. Es un paso muy costoso que no lo ha dado la Iglesia. Mi impresión es que los adultos han visto que los scouts rompían el ritmo normal, no hacían como el reto de grupos, además los niños ensucian, gritan... Una vez le dije a un cura: ‘si tú pintaras tu cuarto y entra tu nieto y lo manchara, que es lo normal en un niño, le echarías de casa’. Pues en los scouts, lo mismo.

Al contrario de lo anterior, ¿ver el buen hacer de la Fundación Novia Salcedo o de Unesco Etxea le congratula con la nueva juventud?

-Con Unesco Etxea no tengo tanta relación; soy fundador y por el premio me han mandado una carta preciosa, que agradezco. Estoy más implicado en la Fundación Novia Salcedo. A pesar de todo, hubo un momento que pensé: “No voy a ser quien lleve el grupo; tengo que pasar el testigo”. Estoy convencido de que en la empresa familiar, el padre que deja el negocio en manos del hijo no tiene que entrometerse más porque lo destroza todo. Yo estoy cerca, sigo su marcha; sé que van muy bien, trabajan mucho, pero no estoy directamente tan involucrado.

¿Qué le motivó a implicarse en la fundación del Instituto Labayru? ¿Tras los años pasados, cree que los jóvenes sí han abrazado el euskera como algo propio? ¿ o aún estamos en el camino?

-Estamos aún en ese camino. Pero el gran éxito de la Fundación Labayru fue de Ander Manterola, el gran patriarca del euskera y también de Gurutxe Arregui. Empezaron en el Seminario de Derio porque había que formar educadores en euskera. En Labayru comenzaron con una biblioteca vasca, publicaciones; es una institución casi universitaria. Te voy a contar una anécdota que nos pasó.

Dígame.

-Creo que fue en 1972. Fuimos donde el obispo Antonio Añoveros a decirle que aprobara el Instituto Labayru, pero acababa de recibir el varapalo del avión en Sondika que le había enviado Franco para que se exiliara y estaba asustado. ¡Como para que se implicara en el Instituto! Hubo que esperar al 78, año en el que Juan Mari Uriarte le dio a Labayru el empujón definitivo.

Tras leer su fecunda trayectoria personal, pastoral y profesional como impulsor de innumerables iniciativas sociales, culturales y educativas, ¿qué es más difícil conjugar en la vida real, el verbo dar o el darse?

-Es más difícil darse; no enseñamos a darnos y nos cuesta conjugar el verbo dar. En realidad, si nos damos, nos autorrealizamos y con ello obtenemos una profunda satisfacción interior. Se pueden conjugar perfectamente.

Tras más de 65 años de sacerdocio, si pudiera volver y elegir de nuevo: ¿volvería a repetir su vida de servicio sacerdotal?

-Sería cura, no sé si casado o soltero, pero sería cura. Una cosa que he ido descubriendo gracias a Dios es que las mujeres os entregáis de lleno en el trabajo de la Iglesia; apoyáis y sois muy importantes .Y en la vida cotidiana, también. Casado o soltero, pero volvería a ser sacerdote. (Sonríe).

Años de servicio, de entrega, de esfuerzo, de solidaridad, de compromiso? ¿Qué cambiaría de lo que ha hecho? ¿Qué haría que no haya hecho y crea que debiera haber hecho?

-Tengo que resaltar que mi vida cambió al comprometerme con el movimiento scout. Hasta entonces era un cura de parroquia, pero el involucrarme, me abrió a la sociedad. Por eso agradezco mil veces que los grupos scouts me acercaran a la sociedad y ver lo que podía aportar a los jóvenes, qué hacer en la cultura vasca. Si me encontraba con unos amigos del euskera, pues les apoyaba. ¿Algo que me queda por hacer? Ahora que voy a cumplir 90 años hay una cuestión que me gustaría llevar a cabo. Creo que debemos de educar la mente espiritual, no digo la mente religiosa sino la espiritual. Desde niño, enseñar a la gente a descubrir a los otros, al otro. Descubrir el darnos, el enriquecimiento personal y el ver otras culturas. Date cuenta que durante gran parte de mi vida los chinos eran algo muy lejano y ahora das una tecla y te contestan los de Pekín. ¡Ha cambiado tanto el mundo!

En tiempos convulsos (sociales, políticos, económicos?) como los actuales son frecuentes los sermones apocalípticos. Desde su atalaya de hombre-sacerdote entregado a las causas más nobles, ¿se atreve a enviar un mensaje de esperanza, sobre todo, a los jóvenes?

-Sí. Creo que este momento es como el Ave Fénix. El mundo actual en el que vivimos, la naturaleza, la tierra con Trump y compañía la estamos matando. Pero de esa muerte, como el Ave Fénix resurgiremos de esas cenizas y nacerá un mundo más humano, más cercano. Pero, eso sí, tardará muchos años porque en la historia todo es lento, pero será, aunque tenemos que empezar por nosotros mismos. ¡Fijate qué panorama tengo con 90 años! Sigo buscando gente que se implique.